jueves, 21 de agosto de 2014

los reyes catolicos

Hacia mediados del siglo XV, el territorio que hoy es España, se encontraba dividido en cinco reinos: Castilla, Aragón, Navarra, Portugal y Granada. En los tres primeros gobernaban miembros de la familia Trastámara, lo que facilitó el camino hacia la unidad territorial. El paso decisivo fue el matrimonio entre Fernando, hijo del rey de Aragón, e Isabel, hermana del rey de Castilla, en 1469. Esto significó la unión de las dos coronas de Castilla y Aragón. Pese al gobierno común de todos los territorios, cada reino conservó sus propias instituciones administrativas, así como algunos privilegios de origen medieval. 



Cuando murió Enrique IV de Castilla en 1474, ,la corona pasó a su hermana Isabel. La proclamación de la nueva reina contó con el apoyo de muchas de las ciudades más ricas del reino y de buena parte de la nobleza; sin embargo, Juana La Beltraneja, hija de Enrique IV, quiso hacer valer sus derechos al trono. Asus escasos seguidores, mayormente antiguos enemigos del rey que veían peligrar sus privilegios, se unió al rey de Portugal, que deseaba incorporar Castilla a sus dominios. En 1476, los conjurados fueron finalmente derrotados. Salvada de esta amenaza, los reyes católicos hicieron sentir el peso de la autoridad real en otras regiones de España, donde la nobleza y el clero pretendían desconocerla e impedían a sus funcionarios cobrar impuestos o administrar justicia, es por eso que los reyes católicos tuvieron que tomar ciertas medidas:
  • Para someter a la nobleza que aún ejercía su poder a través de los municipios, nombraron a funcionarios llamados "corregidores". Estos serían los representantes de la autoridad real frente a las autoridades locales. 
  • Obtuvieron del papado el privilegio de nombrar los cargos eclesiásticos, con ello, en la práctica tuvieron dominio sobre el clero.
  • Organizaron los Consejos para despachar todo tipo de asuntos.
  • Establecieron las audiencias, como tribunales de justicia.


Con el paulatino restablecimiento de la paz en sus territorios, los reyes católicos, título que les otorgó el Papa Alejandro VI Borgia, se avocaron a extender los límites de su reino. La conquista del reino de Granada, último bastión musulmán en la península ibérica, se vio facilitada por las rivalidades y luchas entre los propios musulmanes, situación que los cristianos aprovecharon para ir ganando territorio. Tras 10 años de constantes luchas, en 1491, el ejército de los reyes católicos sitiaron el reino de Granada, y al cabo de un año, el rey moro Boabdil entregó la ciudad a los reyes católicos.  


Unificada el territorio, el gran reto sería unificar los diversos tipos de religiones y razas, en la que cristianos, musulmanes y judios convivían. La unidad del credo se consiguió con dolorosas medidas, como el restablecimiento de una antigua institución medieval, adecuada y reorganizada para los requerimientos de los monarcas españoles: El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, en 1480. La misión de este tribunal era vigilar el estricto cumplimiento de la fe de los judíos conversos. Debido a los innumerables problemas que resultaron de las actividades de los conversos, en 1492 se dispuso la expulsión de todos los judíos, no convertidos a la fe católica. Un número elevado de judíos decidió abandonar España antes que su religión. Más tarde, los monarcas realizaron una intensa labor de cristianización para neutralizar a los musulmanes, numerosos en Andalucía, Valencia y Aragón. Como no hubo mayores logros en este aspecto, en 1502 un decreto los obligó a convertirse al catolicismo o irse al extranjero. Al contrario de los judíos, la mayoría se quedó en España. 

La monarquía de los reyes católicos se convirtió en una de las principales potencias europeas. En los territorios italianos del Mar Mediterráneo frenaron el avance francés y controlaron Nápoles. En su lucha contra Francia, Fernando "el católico" solicitó permiso al reino de Navarra para que tropas españolas cruzaran su territorio para atacar Francia. La negativa motivó la ocupación de Navarra y su  incorporación a la corona de Castilla en 1512, por lo que se dio por concluido el proceso de unificación peninsular. En el Atlántico, el descubrimiento e invasión a América en 1492 abrió a la monarquía española un mundo nuevo y de potenciales beneficios económicos; pero que no supieron canalizar en un desarrollo industrial como otras potencias europeas.  

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