En el siglo XVII Inglaterra dio la primera lucha triunfal contra el absolutismo. El parlamento inglés existió desde el siglo XIII, con representantes de la nobleza, el clero y la burguesía; pero estuvo controlado por el rey, que lo convocaba muy pocas veces.
El detonante para la lucha fue la división de la Iglesia protestante, pues al convertirse al anglicanismo en defensor incondicional del absolutismo, generó la rivalidad de las corrientes puritanas, seguidoras de las ideas de Calvino. El rey Enrique VIII se alejó del Papa, al haberse opuesto éste a la anulación de su matrimonio en 1531. Desde entonces Inglaterra dejó de reconocer al pontífice romano como cabeza de la Iglesia, por tal motivo el rey de Inglaterra creó el anglicanismo que reconoce a la Biblia como única fuente de fe, pero admitiendo su libre interpretación, conservando una jerarquía similar al catolicismo.
El clero inglés tuvo todos los privilegios y vicios del clero católico, razón por la cual al interior de la burguesía y de la pequeña nobleza fue creciendo una ala radical, que interpretando las enseñanzas de Calvino adoptó el puritanismo. Esta doctrina defendía un sistema de vida que promovía la regeneración personal y la observancia pública de una moral estricta. Pero además de tomar de Calvino su concepción teológica, adoptaron también su principio político, según el cual si un rey se convertía en tirano era de justicia alzarse en rebeldía y destronarlo.
En 1640 el puritanismo se había convertido en un poderoso partido político, bajo la conducción de Oliverio Cromwell (1599-1658). Sus adeptos exigieron al rey Carlos I que reconociera la supremacía del Parlamento frente a las decisiones reales. Habiéndose organizado un ejército parlamentario, bajo el mando de Cromwell, el rey debió abandonar Londres, estallando la guerra civil. En 1640 el ejército realista fue derrotado y Carlos I cayó prisionero. Se radicalizó entonces el proceso, pues un años después Cromwell expulsó a los nobles del parlamento, ordenó la decapitación del rey y proclamó la instauración de la república. En 1649, decidido a construir desde sus cimientos un nuevo Estado y una nueva sociedad, Cromwell disolvió el parlamento y asumió todo el poder, con el título de protector.
Con ello, el país se escindió en dos bandos: los partidarios de la república y los que pretendían la restauración de la monarquía. Al morir Cromwell en 1658, la alta nobleza había recuperado posiciones, pactando con la gran burguesía. Así en 1660 se restauró la monarquía en la persona de Carlos II, quien mantuvo un equilibrio entre el poder real y el parlamentario. Pero su sucesor, Jacobo II, pretendió el retorno del absolutismo, para la cual permitió la entrada a Inglaterra a la Compañía de Jesús, orden religiosa que lideraba el catolicismo. La nobleza buscando evitar los riesgos de una nueva guerra civil (revolución inglesa), se alió con la burguesía para derrocar al rey. El ambiente era propicio, la sociedad inglesa había asimilado las ideas de John Locke (1632-1704), filósofo y economista. El fin primordial del Estado, en su concepción, era el de proteger la libertad y la propiedad adquirida por el trabajo.
En 1688, desconociendo a Jacobo II, los revolucionarios entregaron la corona inglesa al príncipe holandés Guillermo de Orange, con la condición que permitiese al Parlamento ejercer las tareas de gobierno, lo que fue aceptado. Jacobo II no tuvo capacidad de reacción y, así, de manera incruenta, la monarquía absolutista quedó abolida para siempre en Inglaterra. Fue el triunfo de la llamada Revolución gloriosa.
El nuevo régimen primaría el Parlamento que acaparó todo el poder, pues le competía dictar leyes, recaudar impuestos y elegir al primer ministro, representante del poder ejecutivo. El derecho de voto fue propiedad exclusiva de la nobleza y la alta burguesía. De otro lado, los campesinos, que tuvieran actuación decisoria en la caída del feudalismo, fueron pronto aplastados por la nueva clase dominante. Ese fue el acuerdo que en 1689 suscribieron los caudillos de la burguesía industrial y financiera con los grandes terratenientes ingleses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario