domingo, 10 de mayo de 2015

El sumo sacerdote inca

El huillac umu, denominado "vilaoma" por los españoles; era el sumo sacerdote o pontífice solar, su nombre significaba "el adivino o el hechicero que dice" porque, aparte de ser reconocido como hombre sabio, tenía facultades de vidente: predecía el futuro e interpretaba sueños. Era siempre un pariente próximo del inca, tío o hermano.


Era elegido por los sacerdotes mayores, por los representantes del inca y del pueblo, también por una delegación de amautas. Reunidos todos en el Coricancha, procedían a su elección y así como salía la voz del electo, tocaban todas sus trompetas y otros instrumentos que servían a los sacrificios y en aquel mismo día lo coronaban en un templo poniéndole el Huamparchucu o mitra en sus vestimentas. Luego le daban obediencia los curacas y todos los demás sacerdotes.

Convertido en jefe supremo y vitalicio de la religión solar, su principal deber era velar por la ortodoxia de la misma y servir su liturgia; otorgar licencia para la edificación de nuevos templos, facultar el culto a los dioses de las provincias conquistadas, tener cuenta con los monasterios de hombres y mujeres; enviar visitadores para comprobar la pureza del credo y finalmente, despachar supervisores secretos que vigilaran la conducta de los anteriores. Si estos hallaban a aquellos culpables, el huillac umu los condenaba sin remedio a pérdida perpetua del oficio, castigándoles a barrer y traer leñas para los templos. Sin embargo su papel principal lo desempeñaba en las grandes fiestas del calendario y también ciñéndole la "mascapaicha" al inca el día de su coronación y casándolo con la coya.

Sustentado por los frutos de las tierras del Sol, vivía sometido a una austeridad voluntaria. Guardaba perpetuo celibato, frecuentemente comía hierbas y raíces, bebía agua y jamás probaba carne. Era un asceta y cuando las labores del culto lo dejaban libre, se retiraba a los montes a meditar. En la ciiudad-la que pocas veces recorría en su litera-pasaba los días en el quinto y último aposento del Coricancha. Allí servía las funciones diarias del culto o proseguía sus meditaciones.

No obstante toda esta austeridad la perdía en las grandes festividades. Salía en aquellas ocasiones rodeados de sacerdotes y dirigía las ceremonias religiosas. Su frente la ceñía una tiara pequeña que la llamaban "vilachuco", sobre la cual relucía refulgente la imagen dorada del Sol rodeada por una gran diadema, el tocado le bajaba por la barbilla, debajo de la cual pendía la metálica figura de la Luna; a los lados de la cara muchas plumas de papagayos añadían vistosidad al tocado. El conjunto del vilachuco y estos otros adornos formaban el huamparchuco. El resto de su atuendo lo constituía una túnica sin mangas y el huapil-igualmente sin mangas-que le llegaba hasta la rodilla y remataba en flecos rejos y blancos. Esta prenda tenía chapas de oro y plata, estando orlada con piedras preciosas. Las ojotas, conforme a todo el vestido, eran de fina lana de vicuña blanca. Terminadas las ceremonias, volvía a su atuendo habitual: un ropaje largo hasta los tobillos y encima una manta parda o morada.

El huillac umo no solo era reverenciado por los nobles y hatun runas, sino que el mismo inca lo honraba de manera especial, y en las situaciones difíciles le consultaba a modo de supremo consejero.La importancia del huillac umu-con respecto al inca-no quedaba allí, sino que en ciertas circunstancias podía amonestar al soberano por sus pecados. Asimismo, las veces que el inca estaba visitando su imperio, lo representaba en las grandes festividades que se hacían en la capital. 
Cuando moría el huillac umu, se juntaba todo el pueblo y lo lamentaba un día entero, lo embalsamaban y lo enterraban con ,mucha pompa en alguna sierra alta.  
El sumo sacerdote también se le llamaba aparte de huillac umo; willac uma (cabeza que habla), villac umu, villac umo.

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