Aparentemente, la pugna entre las panacas culminaba un largo y complicado proceso sucesorio iniciado en la vida del inca anterior. El sucesor del inca era finalmente designado a través de un procedimiento ritual que incluía consultas oraculares o de adivinación como la llamada "callpa", que consistía en el examen, a cargo de un sacerdote, de las vísceras de una llama purificada.
Para asegurar su posición, el nominado debía demostrar su habilidad para el desempeño de sus tareas y hacerse cargo de los rituales funerarios de su antecesor. Ambas cosas en realidad se integraban en un solo proceso y las realizaba el sucesor llevando a cabo nuevas conquistas o reconquistas que mostraran su capacidad para restablecer el orden, obteniendo mano de obra y productos, cosas que, de acuerdo a la cosmovisión andina, expresaban su capacidad para restaurar el cosmos y el dominio incaico de los andes, ocasionados por la muerte del inca.
Paralelamente debía realizar la reconquista simbólica del Cusco, saliendo de la ciudad y regresando para ser aceptado por la élite, cuya opinión pesaba bastante.
Al parecer, se trataba de uno de varios rituales que debía cumplir, repitiendo de esta forma el movimiento de la divinidad en el acto creador, tanto en el caso de Wiracocha al ordenar el mundo, cuanto del Sol, divinidad activa y vivificadora.
De acuerdo a las informaciones que aparecen en las crónicas, puede pensarse que el procedimiento se repetía varias veces.
De los diversos testimonios, se desprende que en vida del inca gobernante (principal de la diarquía) iban surgiendo los candidatos para sucederle, la mayoría de las veces, ellos formaban parte de la doble estructura diárquica del poder incaico. Probablemente, fueron las noticias sobre tal procedimiento las que llevaron a afirmar que cada inca elegía a su sucesor.
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