El santo oficio persiguió a los siguientes grupos:
Herejes: Eran las personas que tenían opiniones o creencias contrarias a la doctrina difundida por Cristo y resguardada por la iglesia católica.
Judíos: Los llamados judaizantes o marranos guardaban, ante la represión, una vida religiosa doble: públicamente eran católicos que participaban de los ritos de la iglesia y en lo privado hacían sus rituales judíos. Con la invasión a América, muchos judíos migraron en busca de una mejor vida. La iglesia y la inquisición no podían juzgar a los judíos para procesarlos, tenían que haberse convertido al catolicismo previo al bautizo.
Moriscos: Conocidos también como los mahometizantes, así como los judíos, llevaban una vida religiosa doble, pero la religión que profesaban era la musulmana.
Protestantes: En cuanto a los protestantes o luteranos, eran también perseguidos, ya que la prédica que hacían iba en contra de la organización eclesiástica, de los principales dogmas católicos y de las tradiciones de la iglesia. Se sabe que algunos protestantes incitaban a asesinar a los fieles católicos, como ocurrió en Francia con las guerras de religión.
Místicos: También conocidos como los alumbrados, eran hombres y mujeres que hacían sus reuniones, al igual que en los casos anteriores, de forma clandestina. Combinaban las exigencias del ascetismo con desbordes de sensualidad.
Otros: Eran delitos también perseguidos por el tribunal del santo oficio la blasfemia, es decir, las afirmaciones injuriosas contra Dios, la virgen y los santos; la bigamia, que no es otra cosa que contraer nupcias por segunda vez sin haber disuelto legalmente el primer matrimonio, en ese entonces imposible, salvo de viudez o casos especiales; y la superstición, dentro de lo cual entraban quienes practicaban la brujería, la adivinación, la idolatría, entre otras.
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