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miércoles, 12 de agosto de 2015

El gobierno de Justiniano

El reinado de Justiniano fue un período de apogeo ejemplificado en la conquista de África y de la Península Itálica. Sin embargo el esfuerzo dejó exhausto al imperio en tiempos en que nuevas amenazas se cernían sobre el horizonte. Los desarrollos que hicieron posible el esplendor de la era de justiniano se deben a la labor de sus antecesores, en particular Anastasio I, que gobernó entre el 491 y el 518. Este completó la restauración de la autoridad imperial derrotando a los isaurios, que habían obtenido una influencia desmedida gracias a que ellos expulsaron a los germanos. Más importante fue la reorganización de las finanzas públicas, que puso fin a la inflación y reordenó la recaudación tributaria, incrementando los ingresos estatales. Es necesario analizar dos aspectos del gobierno de Justiniano:

Conquistas iniciales: Justiniano accedió al trono en el año 527, aunque ya controlaba el poder durante el gobierno de su tío Justino I, entre el 518 y el 527. Luchó contra el imperio Sasánida, con el que acordó la paz en el año 532, a cambio de pagar un tributo anual. Tras sofocar toda oposición interna, quedó libre para realizar sus ambiciosos planes de expansión en occidente. 
Su primer objetivo fue la destrucción del reino vándalo en el norte de África, lograda por Belisario en el 533. Dos años después envió otra expedición a Sicilia, primer paso de la conquista del reino ostrogodo. Belisario derrotó al rey ostrogodo Vitiges y tomó Rávena, su capital, el 540. Pero los ostrogodos iniciaron una revuelta general al año siguiente, bajo el liderazgo de Totila. 

Crisis y recuperación: El mismo año de la rebelión ostrogoda, el imperio Sasánida retomó la ofensiva, saqueando las provincias bizantinas orientales. Simultáneamente los búlgaros incursionaron por los Balcanes, llegando hasta las murallas de Constantinopla. Aunque en el 545 se acordó una nueva paz con el persa sasánida Cosroes I a cambios de nuevos tributos, un año después Totila ocupó Roma, haciendo peligrar las posiciones bizantinas en la Península Itálica. Justiniano, sin embargo, logró recuperarse. En el 552, sus tropas aprovecharon un conflicto civil entre los visigodos para ocupar el sur de Hispania. Al mismo tiempo envió a la Península Itálica un ejército reforzado por lombardos, gépidos, hérulos e incluso persas desertores al mando de Narsés, que logró la derrota definitiva de los ostrogodos. 


Las conquistas de Justiniano se obtuvieron a costa del agotamiento de los recursos del imperio, laboriosamente acumulados por sus antecesores. El crecimiento de las fronteras aumentó los posibles enemigos, mientras que el principal de todos, el imperio persa Sasánida, permaneció indemne. Para afrontar las nuevas responsabilidades se aumentaron los impuestos, provocando descontento en la población. En suma, pese a las hazañas militares, a la muerte de Justiniano (565), el imperio bizantino estaba endeble, lo que fue desastroso para los futuros gobernantes de constantinopla. 

martes, 22 de julio de 2014

iglesia ortodoxa

Bajo la protección de los emperadores de Constantinopla se desarrolló una variante del cristianismo cono conocida como la iglesia ortodoxa. Esta fe sobrevivió al imperio y en la actualidad constituye la creencia predominante de varias regiones de Europa Oriental.



Los orígenes

El edicto de milán del año 313, por el cual Constantino "el grande" acabó con la persecución de los cristianos, dio inicio a una era de estrechas relaciones entre esta religión y el poder estatal. Los emperadores no se limitaron a ser espectadores de la nueva fe, sino que participaron activamente en su evolución. Esta tradición fue continuada por los soberanos de Constantinopla, creando una identidad distinta de la iglesia romana, la iglesia ortodoxa.
los emperadores bizantinos intervinieron en la administración y las finanzas eclesiásticas y arbitraron disputas teológicas. El vínculo entre Iglesia y Estado llegó a tal punto que las luchas por el poder en Constantinopla estaban frecuentemente relacionadas con disputas teológicas. 



El patriarcado

En tiempos de Constantino I, la Iglesia estaba organizada en diócesis, de las cuales, Alejandría, Antioquía y Roma gozaban de primacía sobre las demás, según el Concilio de Nicea, del año 325. Igual categoría fue otorgada a Constantinopla en el año 381, por ser la nueva capital del imperio y a Jerusalén en el año 451, y por su importancia en la fundación del cristianismo. Quienes encabezaban cada una de estas circunscripciones recibían el título de patriarcas. Debido a su cercanía al emperador, el patriarca de Constantinopla adquirió considerable poder e influencia. Regía una extensa jurisdicción que abarcaba Asia Menor y los Balcanes, a las que se sumaron Iliria y el sur de Italia en el siglo VIII. Su designación era de singular importancia. A la muerte de cada patriarca se reunían los principales jerarcas de la Iglesia Bizantina, que proponía una terna al emperador, quien podía elegir a uno de ellos; pero también podía escoger otro, según su libre albedrío. 


Las herejías

La mitad oriental del imperio romano fue un escenario propicio para el surgimiento de herejías, en particular en torno a la naturaleza de Cristo. En el siglo V surgió la doctrina del monofisismo, que proclamaba que Jesús era un ente principalmente divino. Aún cuando fue condenada por el Concilio de Calcedonia del año 451, esta idea se arraigó fuertemente en Siria y Egipto, donde había un gran descontento frente al dominio bizantino. Emperadores como Justiniano intentaron acabar con el monofisismo mediante una severa represión; pero sus esfuerzos fueron infructuosos. Una variante fue el monotelismo, que afirmaba que Cristo tenía una doble naturaleza, entre divina y humana, pero una sola voluntad. Las disputas en torno al monofisismo debilitaron la autoridad bizantina en Siria y Egipto, facilitando la conquista árabe de esos territorios en el siglo VII. 


Los iconoclastas

La lucha contra el Islam trajo serias consecuencias para el desarrollo de la Iglesia Bizantina. León V, quien salvó a Constantinopla del asedio árabe, consideró que las derrotas ante los musulmanes constituían un castigo divino sobre el imperio en razón de la adoración de iconos. El intento imperial de acabar con los iconos se prolongó en dos períodos: del 730 al 787 y del 814 al 842. Aunque los agentes de los emperadores iconoclastas acabaron con gran cantidad de iconos, no pudieron vencer la resistencia de quienes lo defendía, sobre todo los monjes. El problema de fondo radicaba en si era aceptable representar a la divinidad en tanto esta había tomado forma humana a través de Jesucristo, o si estas representaciones constituían una violación del segundo mandamiento. 



la evangelización

La Iglesia Bizantina desempeñó una importante labor evangelizadora entre los pueblos. Las bases de esta misión fueron  sentadas por los monjes Cirilo y Metodio, que en el siglo VIII predicaron entre los eslavos de Europa Oriental. Para ello desarrollaron un alfabeto adaptable a las lenguas de los pueblos a los que se dirigían: el alfabeto Cirílico, empleado hasta hoy en idiomas como el ruso. Se logró la conversión de los búlgaros en el 865, cuando el kan Boris aceptó el cristianismo, y la de los rusos en el 9888, cuando el príncipe Vladimir de Kiev hizo lo propio. Del mismo modo, en 1219 se estableció el primer arzobispado de la Iglesia Ortodoxa Serbia. Siguiendo la antigua tradición cristiana, estas iglesias se convirtieron en patriarcados independientes de Constantinopla, aunque siempre mantuvieron consideraciones para con quienes los evangelizaron. Es de notar que estos grandes éxitos de los misioneros bizantinos fueron logrados en tiempos en que el imperio era débil políticamente. Así, fue esta fortaleza de la Iglesia Ortodoxa  la que le permitió superar la conquista turca y sobrevivir hasta la actualidad. 

La vida monástica

Los mojes de la iglesia ortodoxa fueron herederos de las tradiciones ascéticas del cristianismo primitivo, pues consideraban la vida monástica como un alejamiento del mundo secular. Dentro de los muros del monasterio, las principales actividades eran la oración y la contemplación, en el marco de un régimen de vida austero. Existían conventos en todas las provincias del imperio y más allá de sus fronteras, entre los cuales destaca el complejo del monte Athos, que sobrevive hasta la actualidad. Los monjes eran vistos con admiración por el resto de la sociedad bizantina, por lo que gozaban de gran influencia en la conducción de la iglesia ortodoxa, así como en asuntos seculares. 
Numerosos patriarcas fueron elegidos entre las filas de los monjes, en particular desde el siglo XIII, y lo mismo se aplica a la elección de obispos. Su poder les permitió incluso oponerse al emperador, por ejemplo en el caso de las querellas iconoclastas. 


Cisma

La iglesia bizantina y el papado se enfrentaron frecuentemente por disputas teológicas y de las pretensiones de los pontífices romanos en erigirse en soberanos de toda la cristianidad. A partir del siglo VIII, cuando los reyes carolingios desplazaron a Bizancio como potencia preponderante en Italia, estos conflictos permitieron al papa desafiar la autoridad de Constantinopla con impunidad. 
Las tensiones llegaron a su apogeo en 1054, cuando una disputa en torno a las reformas correctas de la liturgia llevaron al patriarca de Constantinopla Miguel Cerulario y al papa León IX a excomulgarse mutuamente. Así se confirmó la división entre cristianos orientales y occidentales, un cisma que en la práctica ya existía desde muchos siglos atrás. 


viernes, 17 de enero de 2014

arte bizantino

Heredó las tradiciones romanas y oriental, el arte bizantino tiene un estilo rico en imaginación, en lineamientos estéticos y en técnicas, constituye el exponente más refinado del arte medieval. 

El mosaico: La técnica del mosaico se enmarca dentro del arte pictórico. Sus productos tienen dos dimensiones y constan de figuras trabajadas a partir de la combinación de fragmentos mínimos de diferentes colores y materiales. Los fragmentos que conforman un mosaico se llaman "teselas". Se estima que en el imperio bizantino el mosaico alcanzó su máximo nivel. Esta técnica se desarrolló con una marcada influencia helenística, fusionada con el componente paleocristiano. 
El vidrio esmaltado fue el material predominante. Las teselas se disponían de manera premeditada que les permitiera reflejar el máximo de luz y proyectar sus colores con intensidad. Las figuras sagradas fueron revestidos con teselas de oro para que transmitiera su carácter divino. 
Con respecto a su composición y figuras, los mosaicos bizantinos presentaban escenas estáticas y personajes rígidos, generalmente de pie, llevando algún objeto en las manos y de proporción más alargada que lo normal. De esta etapa son muy bien conocidos los mosaicos de San Demetrio de Salónica y el de San Vital de Rávena, donde representados Justiniano y Teodora, lo más célebre del arte bizantino. Las luchas iconoclastas de los siglos VI al IX trajeron la destrucción de muchas imágenes religiosas de Constantinopla. El mosaico se fue dejando de lado paulatinamente hasta aproximadamente el siglo XIII, cuando fue reemplazo definitivamente por la pintura.




La pintura: A diferencia de tiempos anteriores se incidió en aspectos conceptuales, motivos abstractos y representaciones simbólicas. Esto se reflejó en detalles como el tamaño de los personajes, que iba de acuerdo con la importancia de los mismos. El ícono al que se apeló con mayor frecuencia fue Cristo; siguiendo el modelo sirio: con larga melena y barba partida. ´También fue común la representación de la virgen, cuya iconografía sería de importancia en los tiempos medievales. Las representaciones incidían siempre en la maternidad. Destacó la virgen Kiriotissa, llamada también Nikopaya, es decir, "Hacedora de la victoria". También fue frecuente la imagen de San Juan Bautista. La restauración de la iconografía trajo al arte bizantino las representaciones de aspectos concernientes al calendario litúrgico. Destacaron la Anastasis (Resurrección) y la visión de Manré, donde se recrea a la Trinidad a través de tres ángeles frente al patriarca Abraham. 
Con el tiempo la pintura se impuso como expresión principal del arte bizantino. La iconografía de Cristo, la Virgen y los santos se acentuó y fue notoria la influencia italiana, que algunos ya han identificado como rasgos de manierismo. 





La escultura:  Surgió como herencia de la tradición romana y con fuerte acervo oriental y desde sus inicios se hizo notoria en ella la influencia del arte paleocristiano. Particularmente recurrentes resultaron las piezas de tamaño menor, siempre con inspiración religiosa y también destacaron los objetos ornamentales. Fueron importantes las tablas escultóricas: dípticos o trípticos con temas religiosos elaborados en marfil, entre los que sobresalió el de Barberini. Ente los objtetos utilitarios tallados sorprende la cátedra del obispo Maximiano, una pieza de marfil con escenas de la vida de José. 




Las basílicas: De herencia romana, las formas arquitectónicas se reflejaron en las basílicas construidas en los dominios del imperio bizantino, empezando por las plantas en forma de cruz, a diferencia de la disposición rectangular más usada en la región occidental de Europa. Asimismo la forma de los decorados y la presencia de ventanales en las cúpulas permitían una iluminación más intensa, acentuada por el reflejo de los mosaicos que abundaban al interior. La iglesia de Santa Sofía, llamada también Haiga Sofía, en Constantinopla, mandada construir por Justiniano entre los años 523 y 537 d.C. es el ejemplo más representativo no solo de la arquitectura bizantina, sino también del arte medieval en su conjunto. 


 

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