Arraigado por un lado en las tradiciones germanas y el paganismo romano, el chamanismo se ejercía con prácticas adivinatorias y supersticiosas. No era extraño cruzarse con mujeres que ofrecían ser intermediarias con el mundo de los muertos. Los monarcas y aristócratas llevaban amuletos, lo que no menguaba su fervor cristiano. Se produjo el sincretismo religioso. Si bien es cierto el cristianismo en la Edad Media tenía mucha influencia, su labor evangelizadora tuvo muchas dificultades en sus inicios, en especial en las zonas rurales. La iglesia reaccionó con aquellos que seguían el chamanismo como figuras oscuras y a sus ritos como actos demoníacos. Muchos dioses antiguos pasaron a engrosar la iconografía de lo oculto. Se abrió paso a un proceso de persecuciones decretado por la iglesia y apoyado por los monarcas. El código de Teodosio, en el 438, censuraba explícitamente todo acto relacionado con la magia, sancionado con la pena de muerte a quienes la practicaban. En el 743, el rey merovingio Childerico III dio un edicto en el mismo sentido y posteriormente Carlo Magno confirmó la pena de muerte.
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