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martes, 12 de marzo de 2013

Huáscar: La caída del Cóndor

El general atahualpista Calcuchimac después de la victoria no se contentó con su prisionero, y urdiendo otra traición se puso los vestidos de Huáscar, subió a la litera imperial y seguido por su gente emprendió el camino de Huanacopampa. Cuando los quechuas allí acampados vieron venir la litera de su señor, debieron dar muestras de gran júbilo y salir corriendo a recibirlo, sin armas. Cuando llegaron cerca de su presunto Inca, fue soltado un quechua prisionero que los enteró de la verdad. ¡Calcuchimac se había dado el lujo de advertirles que los venía a matar con el ardid de la litera! Los cusqueños intentaron volver al campamento por sus armas, pero Calcuchimac no les dio tiempo para ello y desde lo alto de su palanquín soltó el quitasol. Ante esta señal convenida, los atahualpistas se lanzaron sobre los huascaristas y sin dar lugar a que se defendieran éstos fueron masacrados sin piedad. Esa noche el llano de Huanacopampa se alfombró de cadáveres.


Al día siguiente los generales de Atahualpa marcharon triunfantes hasta el pueblo de Quisipay, donde dejaron custodiado a Huáscar y decidieron proseguir al Cusco. Asomados a este valle, en cuyo fondo estaba la capital sagrada, desde los cerros que rodeaban la ciudad, pudieron escuchar los llantos de las mujeres y los niños.
Calcuchimac no quiso arrasar la pétrea urbe porque en ella pensaba coronarse Atahualpa y para preservarla de un saqueo de las tropas envió un emisario a las once panacas o clanes, descendientes de los anteriores Incas. El mensajero entró al Cusco y se entrevistó con los viejos orejones, haciéndoles ver que no temiesen, pues se respetarían sus vidas; que los que habían servido a Huáscar iban hacer perdonados y que a ninguno se le haría mal, siempre y cuando subieran al pueblo de Yavira y adorasen a Atahualpa.
Las panacas se reunieron presurosas y después de oír a los más viejos, decidieron marchar a Yavira. Al llegar a la plaza, los orejones se sentaron en el suelo agrupados por sus panacas y esperaron en silencio la llegada del vencedor. Entonces fue que aparecieron los generales victoriosos seguido de muchas tropas y ordenando rodear a los orejones, sacaron de entre ellos a la fuerza a Huanca Auqui, Ahuapanti y Paucar Usno, los vencedores de Tumebamba, y también a Apo Chalco Yupanqui y a los sacerdotes del Sol que habían ceñido a Huáscar la encarnada Mascapaicha. Aquí se adelantó Quisquis y se hizo cargo del momento, convirtiéndolo en acto de venganza personal y humillación para el vencido. A unos los golpeó con piedras y a otros los mató, perdonando al resto en nombre de Atahualpa. Después hizo poner a todos los orejones cusqueños en cuclillas, mirando hacia Cajamarca y los obligó a arrancarse las cejas y pestañas para  soplarlas y adorar de esta forma a Atahualpa, mientras les hacía repetir: "Viva, viva muchos años Atahualpa nuestro Inga, cuya vida acreciente su padre Sol".

Después fue traído maniatado el Inca Huáscar con su madre, la Coya Arahua Ocllo y su mujer llamada Chucuy Huaipa. La Coya se mostró indignada con lo sucedido y culpando a su hijo de todo, arremetió contra él golpeándolo en el rostro al tiempo que le decía: "Malaventurado de ti. Tus crueldades y maldades te han traído a este estado. ¿Y no te decía que no fueses tan cruel y que no matases ni deshonrases a los mensajeros de tu hermano Atahualpa?" Pero no pudo seguir con su iracundo gesto, porque Qusiquis se le acercó y la trató de "manceba y no mujer de Guayna Qhapaq, y que siendo su manceba había parido a Huáscar y que era una vil mujer, mas no una Coya". Las tropas de Atahualpa festejaron con risas los insultos de su jefe y señalando a Huáscar, que estaba en un lecho de paja atado de pies y manos, decían a los orejones: "Veis allí a vuestro señor, el cual dijo que en la batalla se convertiría en fuego y en agua contra sus enemigos". Huáscar siempre atado, oía todo inmutable. Los orejones estaban con las cabezas gachas, Quisquis injurió a Huáscar preguntándole, mientras señalaba a los orejones: "¿Quién de éstos te hizo señor, habiendo otros mejores que tú y más valientes que lo pudieran ser? Pero antes de que pudiera responder el Inca, la Coya se le acercó y le recalcó en su cara: "¡Todo esto mereces tú, hijo, que se te diga, y todo viene de la mano del Hacedor (Viracocha), por las crueldades que has usado con los tuyos." A lo cual Huáscar contestó: "¡Madre, ya eso no tiene remedio! ¡Déjanos a nosotros!", y volviendo la cabeza hacia el Sumo Sacerdote le dijo: "¡Habla tú y responde a Quisquis a lo que me pregunta!" El pontífice solar se dirigió entonces al general Atahualpista y le dijo valientemente: "Yo le alcé por Inga y Señor, por mandado de su padre Guayna Qhapaq y por ser hijo de Coya." Ante el abierto desmentido, Calcuchimac se violentó y adentrándose en la escena llamó al Sumo Sacerdote mentiroso. Pero no pudo proseguir porque Huáscar, rompiendo el mutismo que él mismo se había impuesto al no dirigirse a conversar con su adversario, libró a Villac Umu de las iras de éste último gritando: "¡Déjense de esas razones! Esta cuestión es entre mi hermano y yo mas no entre los bandos de Hanan y Hurin Cusco; nosotros lo averiguaremos y ustedes no tienen que entrometerse entre nosotros en este punto."
Todos comprendieron que Huáscar no volvería a pronunciar palabra y sintiéndose desautorizado, Calcuchimac no quiso incurrir en el ridículo, lo que evitó haciendo regresar a Huáscar a su prisión. Luego se dirigió a los callados orejones, les dijo que estaban perdonados y que podían bajar al Cusco. Los orejones se pusieron de pie, y agrupados siempre por sus panacas, iniciaron el camino de regreso. Partieron todos muy tristes y llenos de humillación; por eso mientras descendían de las escalinatas de piedra que conducían al Cusco, los más viejos invocaban al divino Viracocha y quejosos le decían: "¡Oh Hacedor, que dices ser y favor a los Ingas!, ¿Dónde estás ahora? ¿Cómo permites que tal persecución venga sobre ellos? ¿Para qué los ensalzaste, si habían de tener tal fin?" Y diciendo estas palabras sacudían sus vestidos en señal de maldición, deseando que cayese sobre todos.

miércoles, 6 de marzo de 2013

La sospecha de Atahualpa frente a los españoles

Atahualpa recordó cómo estando por morir su padre le confesó "que él sabía que la gente que habían visto en el navío volvería con potencia y que ganaría la tierra...". Por otra parte, Huáscar estaba prisionero, pero no definitivamente derrotado. Sobre llegada de los españoles a las costas del actual Perú no tenían la menor duda, sobre sus intenciones, sí. Todo esto condujo a Atahualpa a un terreno muy dudoso y sembrado de terribles conjeturas.


Fustigado por sus pensamientos, Atahualpa debió pedir información sobre estos Wiracochas a través de la historia de los Incas; según lo que le relataron Wiracocha se confundía con el origen de la raza quechua, pues ya Manco Qhapaq; el progenitor de los Incas del Cusco, fundó la capital sagrada "en nombre de Tici Wiracocha y del Sol". El Tawantinsuyu, había empezado bajo la advocación de la poderosa deidad. También indicaba la historia que pronto el Sol; tótem victorioso de los Incas, desplazó a su Hacedor; hecho que ocurrió en tiempos de los reyes Hurin Cusco, pasando Wiracocha a un segundo plano de dios envejecido y anticuado. Así permaneció ajeno a toda idea de venganza , hasta los terribles días de la invasión Chanca. Entonces dispuesto a salvar el Imperio, se apareció al hijo de uno de estos soberanos para ofrecerle la victoria. El dios se le presentó ante el príncipe en actitud fantasmagórica, "porque tenía barbas en la cara de más de un palmo, y el vestido largo y suelto que le cubría hasta los pies". Vencedor del culto felínico, traía un jaguar atado por el cuello y echado junto a él. Por seguir sus consejos los quechuas derrotaron entonces a los chancas, pues hasta las piedras se volvieron hombres que empuñaron las armas para combatir. Después de la lucha, el príncipe elevado a Inca reparó en la gran injusticia de sus antepasados: el Sol no podía ser deidad suprema porque forzosa y diariamente cumplía una misión. Los dioses mandan, no obedecen. Estaba todo claro, el Sol era un simple dios subordinado y obediente a su Hacedor. Fue así que el Inca reconoció a Wiracocha como creador de todo. Trasladó su imagen al dorado Coricancha. 

Después de oír esto a los amautas, Atahualpa debió quedar entristecido; ya no tenía la menor duda. Wiracocha no solo era el dios protector de los quechuas, sino el aplastador de sus enemigos. Por eso la plaza del Cusco estaba apisonada con arena marina y los habitantes del lugar echaban sus ofrendas a los ríos por saber que pararían en el mar. Ahora el mar les retribuía con generosidad sus sacrificios. Cumpliéndose la vieja profecía salia de él un hombre blanco y barbudo, de aspecto venerable. ¡Era el Wiracocha, que volvía! ¡Era el vengador de los quechuas! Y Atahualpa se mesaba los cabellos, lamentando que en su tiempo se cumpliera la funesta predicción.
Pero Atahualpa recordó que los dioses nunca mueren y si lo hacen resucitan. Estando en Quito con su padre  supo que los súbditos de Chimo Qhapaq habían acogido cortésmente a un Wiracocha para matarlo después.
El rostro de Atahualpa debió iluminarse de alegría. Una y otra vez e preguntó ¿Y si aquellos extraños visitantes blancos y barbudos no fueran dioses, sino solamente hombres?
Entonces fue que Atahualpa determinó no ir al Cusco hasta ver que cosa era aquella y lo que los wiracochas determinaban hacer. Su coronación podía esperar;  Quisquis le guardaría el Cusco y Calcuchimac el territorio Huanca. Él a su vez, dejaría Huamachuco y volvería a Cajamarca, porque en breve subirían a la A los Andes los wiracochas. Primero había pensado que los intrusos eran enemigos, de allí sus órdenes a Tumbalá y Chilimasa; luego por los informes de Maicavilca, se convenció de que no eran dioses.

sábado, 2 de marzo de 2013

La guerra fratricida

Era Huáscar, según los cronistas, natural de Huascarquíhuar, pertenecía al bando de los Hanan Cusco y entre el medio centenar de hijos de su padre, gozaba de prioridad por ser el único legítimo. Fue por ello que heredó la Mascapaicha colorada, siendo reconocido Inca de los cuatro suyus. 


Su primer acto de gobierno fue mandar traer de Quito la momia de su progenitor, lo que hicieron en solemne  procesión los orejones. No vino en ella su hermano Atahualpa; Huáscar acusó de ser sus cómplices a los miembros de la funeraria comitiva matándolos en ese momento. Este hecho alborotó a los HananCusco, pues los victimados eran de ese bando y le retiraron su favor. Entonces el Inca, por no quedarse solo, se vio obligado a renegar de su linaje y a juntarse con los Hurin Cusco.
Durante esos días llegó una embajada de Atahualpa a rendirle acatamiento, pero irritado con su hermano por no haber venido personalmente, reiteró que era un traidor. Huáscar les hizo cortar las narices a los embajadores de Atahualpa, posteriormente los hizo desnudar de la cintura para abajo y en esas condiciones, los obligó a volver a Quito. Atahualpa se enfureció con lo ocurrido y llamando a sus generales Quisquis, Calcuchimac y Rumiñahui, les ordenó que se alistasen porque pensaba iniciar una guerra contra Huáscar. Éste sospechó los pasos de su hermano y para cerciorarse envió dos orejones a Tumebamba con el pretexto de recoger ciertos bienes y mujeres de Guayna Qhapaq. Los orejones espías llegaron a Tumebamba, y estando cumpliendo su misión los apresó Atahualpa, que torturándolos los hizo confesar la posición de las tropas huascaristas, luego los desolló vivos y con sus pieles fabricó tambores.

Encendida la hoguera de la discordia, los dos hermanos se aprestaron a la lucha. Se dieron quince batallas en esta guerra fratricida, entre las más importantes fueron: La primera batalla se dio en Riobamba y fue ganada por Atahualpa, quien mandó hacer grandes pirámides con los huesos y cráneos de los vencidos; la segunda fue en Tumebamba y la ganó Huanca Auqui, general de Huáscar, quien obtuvo una ruidosa victoria sobre el ejército de Atahualpa. Pero rehechos éstos rapidamente, vencieron a Huanca Auqui en Cusibamba y Cochahuaila, haciéndole retroceder hasta Bombón, donde le infligieron otra derrota. En vista de estos descalabros militares Huáscar nombró por general a Maita Yupanqui; pero en los sucesivos encuentros las cosas no fueron mejor. Dispuesto a recuperar lo perdido y a vengar a sus guerreros muertos, Huáscar salió personalmente a combatir. 
Mientras tanto, ensoberbecido con sus triunfos militares, Atahualpa entró pomposamente en Cajamarca y Huamachuco, donde por serle adversario el oráculo del ídolo Catequil profanó el santuario y mató de una lanza a su viejo sacerdote. Por este tiempo fue que tuvo la osadía de hacerse llamar de Inca de los cuatro suyus o Señor del Universo, título que a decir verdad nunca lo tuvo por morir sin haber sido coronado. Las crónicas muestran a Atahualpa como cruel y a diestra y siniestra mataba, destruía, quemaba y asolaba cuanto se le ponía delante; y así desde Quito a Huamachuco  hizo las mayores crueldades, robos, insultos, tiranías que jamás hasta allí se habían hecho en esas tierras.

Aborrecido pero victorioso, Atahualpa envió a sus tropas a posesionarse de toda la cordillera. A Quisquis y Calcuchimac encomendó la captura del Cusco, la ciudad sagrada donde pretendía gobernar. Huáscar a pesar de que los oráculos no le anunciaban victorias, salió a defender la capital. Topó a sus enemigos en Cotabamba y los combatió, haciendo huir al ejército de Atahualpa, quienes buscaron refugio en un enorme pajonal. Huáscar, que solo ansiaba la venganza, esperó que soplaran fuertes vientos y prendió fuego a la paja. Así murió quemada gran parte de la gente de Atahualpa, pero Quisquis y Calcuchimac con algunos otros lograron escapar; éstos se refugiaron en lo alto de los cerros confiando su retaguardia a Calcuchimac; este general atahualpista concibió la idea de caer por sorpresa sobre Huáscar. El Inca (Huáscar) que confiaba en sus legiones, no quiso emplear toda su gente en su persecución de sus enemigos. Quería vencer de igual a igual, con la misma cantidad de gente que tenía el ejército de Atahualpa. Con este pensamiento inició la búsqueda del ejército enemigo, dejando al grueso de sus hombres en el llano de Huanacopampa. Por delante envió Thupa Atao, su hermano, con tropas de reconocimiento. Huáscar siguió detrás, sobre su litera de guerra, con paso más reposado. 
Habiéndose adelantado Thupa Atao con su vanguardia muchas leguas y penetrado a una estrecha quebrada, cayó traidoramente sobre él Calcuchimac; dejándolo mal herido y derrotada a su gente; más aún, aniquilada, porque no sobrevivió ningún hombre. Luego temeroso de la proximidad de Huáscar, el general Calcuchimac tornó a subir al monte, desde donde mandó llamar a Quisquis, pidiéndole que cesara de retirarse y volviera para urdir una gran celada. 
Reunidos en breve ambos caudillos, trazaron un plan de ataque; tenía que basarse en la sorpresa, pues de lo contrario Huáscar los podía derrotar. Primero se esconderían en los cerros, luego esperarían al Inca y una vez que hubiera entrado a la quebrada, Calcuchimac le caería por la espalda, mientras Quisquis haría lo propio por el lado opuesto. 
Efectivamente, confiado en la vanguardia de Thupa Atao, Huáscar penetró la angosta quebrada. Pronto ordenó detenerse a su tropa porque no muy lejos de ellos estaban muertos en el suelo, los hombres de Thupa Atao. El Inca malició una celada y quiso dar media vuelta, pero Calcuchimac irrumpió con su ejército, le cerraron la retirada y empezaron a atacar. Huáscar se retrajo, penetrando de este modo más en la quebrada, dándose entonces con las tropas de Quisquis lanzándose contra el ejército de Huáscar. Al final vencieron los Atahualpistas por su posición ventajosa en el combate;  Calcuchimac se dedicó a buscar a Huáscar; éste lejos de huir seguía combatiendo. Fue entonces que Calcuchimac con sus tropas se deslizó hasta el Inca, saltó y asiéndose de sus vestiduras, lo derribó de su litera ¡El Cóndor real había caído, cinco o seis halconcillos lo habían traído a tierra! que fue justamente el sueño que tuvo Guayna Qhapaq antes de morir.

martes, 26 de febrero de 2013

El regreso de Wiracocha

Atawallpa (Atahualpa) envió al Cusco un mensajero con órdenes para sus generales de quitarles la vida a todos los miembros de la panaca de Waskar (Huáscar). Se colocaron grandes estacas en el camino de Jaquijahuana, se sacó de la prisión a todas las mujeres del Inca prisionero y se les ahorcó en aquellos postes con sus hijos. A las que estaban embarazadas, antes de morir se les abrió los vientres para que los fetos cayeran al suelo y una vez caídos de los ataban a los brazos. Las crónicas afirman que de esta y otras formas mataron a más de 80 hijos e hijas de Waskar; ahorcaron también a los hermanos que le habían sido fieles; también fueron prisioneros y ahorcados los orejones y pallas que lo secundaron. El perdón que los generales quiteños dieron en nombre de su señor no tuvo ningún efecto. Entre deudos y criados del desventurado Waskar, los muertos pasaron el millar y medio.


Pero ni aún con esto la sed de sangre se calmó, los quiteños mostrando su odio hacia el primer conquistador de Quito, saquearon el palacio de Thupaq Yupanqui y llevando su momia a un despoblado, le prendieron fuego hasta reducirla a polvo. Los servidores de la momia fueron victimados; también los cañaris y chachapoyas que estaban en el Cusco no corrieron mejor suerte.

La mayor parte de estas muertes se efectuaron en presencia del mismo Waskar, al que sacaron de su celda para que sufriera contemplando cada ejecución. A pesar de ello, el Inca jamás dirigió palabras contra ellos; presencio la masacre de esposa Coya Miro la cual tenía un hijo de Waskar en sus brazos y otro a cuestas, al mismo tiempo también tuvo que soportar el asesinato de su hermana Chimbo Cisa; fue entonces que el maniatado prisionero no soportó tan horrendo crimen dijo: "Pachayachachi Wiracocha, tú que por tanto tiempo me favoreciste y me honraste y diste ser, haz que quien así me trata se vea de esta manera y que en su presencia vea lo que yo en la mía he visto y veo."
Luego de esas palabras casi proféticas entró al Cusco un mensajero de Atawallpa (Atahualpa) con una noticia increíble: En la costa de Puerto Viejo había aparecido un dios; Waskar miró al cielo agradecido y creyó en la justicia divina. Por su parte Quisquis y Calcuchímac quedarían pasmados de estupor y aferrándose a las ropas del mensajero lo instarían a contar lo sucedido. El emisario añadiría solamente que por noticias enviadas por los curacas tallanes de Tumbes, Poechos, Paita, Amotape, Catacaos y otros lugares se sabía que procedente del mar había surgido una legión de dioses y el mayor de ellos los tallanes creían que era Wiracocha. Los curacas insistían en que el dios Wiracocha y sus acompañantes habían salido del mar a la altura de Puerto Viejo, región donde las antiguas tradiciones religiosas que el mismo dios desapareció. Se trataba, pues, del retorno del hacedor de todo lo creado y no era demasiado aventurar que volvía a la tierra para bendecir el reinado de Atawallpa.
En el colmo de la felicidad, Atawallpa había despachado emisarios a los curacas tallanes, dándoles gracias por el aviso y mandándoles que lo informen de todo lo que sobre aquel caso sucediese. 
Por la noticia, Quisquis y Calcuchímac quedaron convencidos que con Atawallpa comenzaba una edad dorada, y tratando de borrar toda huella del tiempo anterior quemaron en el Cusco todos los quipus que hablaban de las hazañas de los Incas precedentes. La verdadera historia del mundo empezaba con Atawallpa.
Mientras el Inca victorioso que se encontraba en Huamachuco gastaba los días en planear el recibimiento de su divino huésped, Waskar con los hombros agujereados por las cuerdas que lo mantenían preso, susurraba en la oscuridad de la noche: "Apoc Pachayachachiz Wiracocha Ticci...permite que el dolor que a mí en este punto me lastima, lastime con igual dolor a los ejecutores de tantas crueldades."



lunes, 25 de febrero de 2013

Huáscar y Atahualpa: La caída del Imperio Inca

Topa Cusi Huallpa, hijo de Guayna Qhapaq, nació en el pueblo de Huascarquiguar o Huascarpata, al sur del Cusco, donde lo trajo al mundo su madre Mama Ragua, segunda esposa del soberano Inca. Cuando se hizo cargo del imperio no era un hombre inexperto, ya que por reemplazar a su predecesor en el Cusco durante su larga ausencia, había adquirido una extraordinaria experiencia en la administración estatal. Desde aquel día tomó el nombre de huáscar (Waskar), en recuerdo del lugar donde nació.




Inició su mandato gobernando a todo el imperio y no a la mitad como se cree. Desde un comienzo, también todos le reconocieron como Sapainca, inclusive Atahualpa (Atawallpa), quien se encontraba en los confines septentrionales del Chinchaysuyu, desde donde pidió a Huáscar el nombramiento de Incap-rantin de Quito y su área de influencia, es decir, el título de representante de Huáscar. Todo ello debió ocurrir entre 1527-1528.

Huáscar se casó con Choque Huipa Coca y a lo lado de su reinado quiso seguir aplicando la política de su padre. Fue piadoso y clemente con los que le escuchaban y obedecían, en tanto que cruel e impulsivo con los que desacataban o querían desacatar sin tener en cuenta que fueran o no sus parientes, sabía mostar tolerancia cuando las circunstancias las requerían. Los primeros años de su mandato fueron de paz y tranquilidad.
En su tiempo ya no restaba casi nada por conquistar. Las etnias que rodeaban las fronteras imperiales de conformidad a los criterios de economía política de los hanan y hurincusco no valían la pena anexarlas debido al bajísimo nivel económico-social; incorporarlas más bien significaban un tremendo gasto para el erario estatal. De ahí que solamente realizó dos expediciones, una a Pomacocha y Honda, al noroeste de Chachapoyas, encargándola a Chuquisguaman, a Tito Atauche y al Tucricut Runto de Chachapoyas.
Invadieron y conquistaron los respectivos señoríos de Pomacocha y Honda, mientras Atahualpa hacía una incursión contra los huancavilcas y punaneños que se negaban a pagar sus parías (sal y caracolas), sofocándolos con celeridad y facilidad, por lo que regresó a Quito en son de triunfo. Para invadir y conquistar el valle de Moxos envió a su hermano Manco Inca Yupanqui.
Pero su tiempo también, desde un comienzo, tuvo que dedicarlo a otras cosas: debelar sediciones y conjuras tejidas en su contra por opositores que pretendían el cargo de sapainca. Los que iniciaron la subversión en el Cusco fueron sus hermanos Chuquisguaman y Conono, quienes anhelaban colocar como sapainca a otro hermano suyo: Cusi Atauchi, hombre de estimación general en la capital del Tawantinsuyu. Pero no pudieron efectivizar nada porque el mismo Chuquisguaman, arrepentido y miedoso delató a sus hermanos. El resultado fue la veloz ejecución de Conono y Cusi Atauchi, para cortar la propagación de la conjura. Hizo lo posible para poner calma a las rivalidades existentes entre los hanan y hurincusco; pero la sublevación más tremenda que tuvo que afrontar fue la de su otro hermano, Atahualpa, quien contaba con la inclinación, afinidad  y simpatía de los cayambes, carrangues, pastos y de los entrenados mitmas residentes en Quito y Carangue.

Huáscar empezó a desconfiar de todos, inclusive de los que tiempo antes llegaron al Cusco trayeron la momia de Guayna Qhapaq. Los creyó cómplices de ocultos y remotos preparativos desestabilizadores de Atahualpa; los hizo apresar y torturar para obtener declaraciones, pero al no sacar ninguna revelación ordenó matarlos. Tal actitud fue motivo para que le quitaran su confianza los hanancusco, cuyo linaje pertenecían los ejecutados, entre ellos algunos de gran influencia. Con todo esto condujo su gobierno sin brillo ni popularidad.

La guerra subversiva de Atahualpa fue provocada única y exclusivamente por las ansias de poder, una más en la historia de la etnia Inca. Para alcanzar sus designios consiguió el favor de los pastos, carangues y cayambes, aprovechando la escondida oposición de estos pueblos hacia los cusqueños, quienes años anteriores habían asesinado a sus padres y abuelos en Yaguarcocha. Los convenció para tomar la revancha y venganza por la horrenda masacre dirigida y presenciada por Guayna Qhapaq. Para lograr sus fines, adujo que su madre había sido la reina viuda de Carangue, con lo que fue factible convencerlos. También logró el apoyo de los mitmas acantonados en Quito y Carangue. La beligerencia fue declarada cuando Atahualpa se negó a viajar al Cusco, desoyendo una orden de Huáscar.

Iniciada la contienda, Huáscar confió la primera campaña  a su hermano Atoc, que derrotó a Atahualpa en la batalla de Mocha, pero sin lograr hacerlo prisionero. Atahualpa prosiguiendo la lucha, ganó en la subsiguiente batalla de Ambato o Mulliambato, en la que aprendieron a Atoc. Tal acción de armas determinó que los efe tivos huascaristas fueron puestas bajo el comando del príncipe Huanca Auqui, quien sufrió reveses tras reveses en Rumichaca y Mullituro, motivando su angustiosa contramarcha a Tumebamba y Cusibamba.
Aprovechando una tregua, Atahualpa invadió y conquistó espectacularmente a los servícolas septentrionales de Quijos, Maspa, Tosta y Cosanga y poco después a los Yumbos. Lo que impulsó a Huanca Auqui para que atacara sin fortuna a lo pacamoros y huambucos, quienes lo desbarataron en los combates de Callanga y altos de Huambuco; regresó totalmente desmoralizado.
Reiniciada la lucha entre los bandos de Huáscar y Atahualpa, las victorias campales unas tras otras fueron obtenidas por los atahualpistas gracias a la destreza de sus generales Quisquis y Chalcochimac; ellos permitieron que Atahualpa avanzara triunfalmente hasta Huamachuco, donde destruyó el templo del dios Catequil y persiguió al sacerdocio de éste por haberse equivocado en sus augurios. De allí mismo hizo una expedición punitiva hasta Pipos, en Chachapoyas, debelando una sublevación. De regreso se quedó a descansar en los baños termales de Pultamarca, que se encuentra en la actual región de Cajamarca. Entre tanto sus tropas continuaban invictashasta tomar y avasallar el Cusco.
La derrota de Huáscar fue integral, hecho que coincidía con el arribo de los españoles al mando de Francisco Pizarro a Cajamarca; llacta a la que tomaron prisionero a Atahualpa.

Los mitmas radicados en Quito con los cayambes, carangues y pastos diezmaron a casi toda la familia de Huáscar y Thupa Yupanqui. Perpetraron destrozos increíbles en el Cusco; unicamente respetaron el Acllawasi y el Coricancha. De las momias incas, la de Thupa Yupanqui fue denigrada y quemada. Huáscar que había perdido en la batalla de Cotabamba fue sometido a burlas y torturas. Sus esposas e hijos eran asesinados y desmembrados en su presencia; incluso su personal de servicio. Todos los que simpatizaban con Huáscar eran perseguidos, colgados y desviscerados, exhibiendo sus cadáveres desde Jaquijaguana al Cusco. Así fue que los cayambes, carangues y pastos se vengaron de la hecatombe de Yaguarcocha.
En la forma más indigna que pueda imaginarse, Huáscar fue llevado con las manos amarradas a la espalada jalándolo por medio de cuardas atadas en su cuello para estar ante la presencia de Atahualpa.

Pero no pudo comparecer frente a él, porque el Inca ya hecho prisionero por los españole ordenó asesinarlo en el paraje de Andamarca, al suroeste de Huamachuco, en la hoy provincia de Santiago de Chuco; dicha orden fue cumplida tirando los restos mortales de Huáscar al río Yanamayo; evitando que se aliara con los españoles. Pero pocas semanas después los propios españoles lo sentenciaron a ser quemado vivo, aunque Atahualpa consiguió que se le conmutara con la del garrote, a cambio de que se bautice, ceremonia en la cual se le dio el nombre de Don Francisco, en homenaje a su padrino: Francisco Pizarro. Lo mataron en Julio de 1533, en la llacta de Cajamarca, donde sus verdugos lo enterraron en una iglesia católica que habían hecho construir. Su cadáver fue exhumado por los cayambes, carangues y pastos, los cuales, por disposición de Quisquis.


Así acabó el Imperio del Tawantinsuryu, asumiendo el mando y poder Francisco Pizarro, que con ayuda de muchas etnias que ilusoriamente se imaginaban ver en él un aliado para restaurar la autonomía de sus señoríos y reinos que antaño fueron sometidos por la etnia inca.
Sentimientos y resentimientos que el invasor hispano supo explotar sacando ventajas políticas y militares. Es que éstos no venían a liberar pueblos, sino a implementar el colonialismo y la dependencia extranjera en las tierras que fueron del Tawantinsuyu.

 

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