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sábado, 1 de octubre de 2016

¿Qué son las líneas de Nasca?

Diversas hipótesis han sido propuestas para tratar de explicar la existencia de las líneas de Nasca. Entre las más interesantes se encuentran aquellas que consideran las líneas como caminos sagrados (Toribio Mejia Xesspe), como calendario astronómico (Paul Kosok y María Reiche), como sistema de orientación territorial simbólico (Morrison, Aveni), como mecanismo cultural para invertir en actividades ceremoniales los excedentes productivos y frenar el crecimiento poblacional, como referentes territoriales (Urton), como centros de culto al agua y a la fertilidad ( Reinhard), como rutas de peregrinaje o como centros de adoración (Rostworowski).

Es importante considerar la dimensión ceremonial de las líneas y figuras de Nasca. El manejo de los conocimientos astronómicos debió estar en manos de grupos selectos de la sociedad. Sobre ellos sustentaban su poder ante la población común y por tanto debían ser codificados de manera tal que solo algunos pudieran acceder a ellos. Así, las lecturas de las líneas de Nasca debió realizarse en determinadas épocas del año, durante ceremonias y rituales sagrados especialmente preparados para ello. La presencia de altares cerca de los trapecios más grandes y de ofrenda como el Spondylus halladas en ellos enfatiza el carácter religioso de los geoglifos, en torno a los cuales se habría realizado cultos al agua y a la fertilidad. 



Esta explicación ayuda a entender que en la sociedad Nasca el poder era detentado por aquellos que poseían los conocimientos que hacían posible el desarrollo económico en una zona de desierto, donde la única manera de sobrevivir era aprovechando al máximo las escasas tierras de cultivo y los aún más exiguos recursos hídricos generados por las lluvias de los Andes, las cuales solo bajan a la costa en los meses de verano. Por lo tanto, predecir con anticipación la temporada de lluvias debió ser muy importante para la economía local; así como la base del poder de la clase dominante, aquella que vivía en centros ceremoniales como Cahuachi, y al parecer, poseía poderes ocultos y sobrenaturales que le permitía leer los mensajes de la pampa lo cual causaba gran impacto en la gente común. 

Fuente: Culturas antiguas del Perú  Editorial Septiembre 2015

lunes, 29 de junio de 2015

Los enigmas de Nazca

En la hermosa vajilla polícroma que los arqueólogos identifican con el nombre de Nazca, figuran unas cabezas humanas cercenadas de sus cuerpos, con los labios cosidos-generalmente con espinos-los ojos cerrados y un hoyo en la parte frontal del cráneo, de donde sale una soga que servía para colgar esta cabeza en algún lugar. Hay muchas representaciones de cabezas sueltas y aparentemente todas son de la misma naturaleza que aquéllas: aparecen en cadena, aisladas, colgando del cuerpo de un personaje o cogidas por los cabellos por alguien que podría ser un guerrero o un sacerdote. 


Los arqueólogos, aparte de estos íconos, han descubierto en sus excavaciones, que los nasquenses tenían la costumbre de conservar cabezas humanas momificadas-es decir que le sacaban el cerebro y las partes blandas, se secaba la piel-haciéndole un hoyo en el cráneo para colgarlo en la cintura del guerrero o sacerdote. Los individuos muertos según los estudios de José Pablo Baraybar, eran principalmente hombres adultos, aunque hay también cabezas de mujeres adultas y juveniles y uno que otro niño. Según este arqueólogo, los indicios son que las cabezas-trofeo muestran la versión final de un ritual de sacrificio, en el que previamente los sacrificados fueron torturados con mucha crueldad. Antes de ser decapitados eran varias veces golpeados en la cabeza y el rostro y posiblemente en otras partes del cuerpo-cortados o destajados con armas filudas, que penetraban hasta los huesos del cráneo o la cara. Todo eso era hecho en un acto previo a la decapitación, lo que no dio tiempo para que cicatrizaran las heridas que, según las evidencias, desangraban abundantemente. Un acto así pudo durar hasta dos o tres días. 

Los jóvenes Dayak, habitantes de las islas de Borneo, vivían la ansiedad de la caza de cabezas de una materia particular, pues para poder ser aceptados por la mujer que habían elegido por esposa, tenían que haber matado al menos a un hombre, haberle cortado la cabeza y presentarlo a la comunidad y por supuesto a la pretendida. Cuantas más cabezas humanas hubiera cazado, su prestigio sería mayor, pues su capacidad de ser padre, su virilidad y fecundidad, residían en esto. Así pues, un a mujer Dayak casada con un hombre que no tenía una cabeza-trofeo estaba condenada a no tener hijos y si los tuviera, dado que no era posible que fueran de su marido, ella era condenada como adúltera. 

 

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