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jueves, 21 de julio de 2022

Corriente Libertadora del Sur

Se entiende por Corriente Libertador del Sur al proceso de independencia de Argentina, Chile y el Perú. Fue Argentina el primer país en proclamar su independencia y ejecutó planes para liberar a Chile y Perú del gobierno Español.

San Martín inició la organización del ejército libertador con la creación del regimiento Granaderos a Caballo y el Ejército de los Andes en Mendoza. La ruta ya estaba trazada: primero había que cruzar los Andes, liberar Chile y continuar al Perú por vía marítima, aprovechando la presencia militar española en el mar.

Luego de cruzar los Andes (enero 1817) por los pasos de Auspallata y los Patos arribó a Chile y en colaboración con las guerrillas de ese país hostilizó al gobernador Marco del Pont, logrando derrotarlo en Chacabuco; pero fueron sorprendidos en Cancha Rayada por el general realista Mariano Osorio, enviado por el virrey Pezuela. La consolidación definitiva de la independencia de Chile se logró en Maipú el 5 de abril de 1818 nombrándose luego a Bernardo Ohiggins como Director Supremo de ese país.

El gobierno chileno (y los comerciantes de Valparaíso) interesados en dominar el mercado peruano contrataron los servicios del escocés Thomas Cochrane el mismo que entre 1819 y principios de 1820 realizó dos viajes al Perú.


ACTA DE RANCAGUA

Los oficiales del Ejército de los Andes firmaron en Rancagua una declaración en la que decían que la autoridad de San Martín no caducaba porque "su origen, que es la salud del pueblo, es inmutable". Gracias a este apoyo San Martín se sintió con el suficiente poder para emprender la campaña del Perú.

SAN MARTÍN EN EL PERÚ

Los objetivos de éste marino consistirían en: Difundir la prédica independentista por la Costa Peruana, reconocer el territorio ocupado por los realistas y destruir los principales objetivos españoles en el Perú. Así, Lord Cochrane tuvo incursiones en el Mar Peruano. En la primera, llegó hasta Paita, después de haber combatido con buques españoles en el Callao; y en la segunda, llegó hasta Guayaquil, capturando dos naves españolas. La guerra en el mar hizo perder el mercado chileno a los comerciantes limeños y a los productores costeños. Con estos reveses, sin embargo, la élite limeña ratificó su “Fidelismo”. Otros sectores, en cambio, vieron en esas acciones la ocasión de independizarse de España. Incentivado por esas correrías, el cabildo de Supe se declaró independiente en abril de 1819.

EL ARRIBO AL PERÚ

El 21 de agosto de 1820, se embarcó de Valparaíso el ejército expedicionario en 16 navíos mandados por el almirante Cochrane; estas fuerzas constaban de 4 118 efectivos (cuya mitad de los cuales eran negros libertos), de los que 413 eran artilleros, 652 de caballería y los restantes del arma de infantería. El 7 de setiembre, el ejército patriota estuvo frente a Paracas. En seguida ocupó Pisco, el 8 de setiembre. La división colonial del coronel Manuel Quimper, que estaba destacada en Pisco para resguardarlo de un previsible desembarco independiente, no dio la cara y huyó con su jefe, rumbo a Ica.

Al desembarcar, San Martín, el Virrey fue tomado por sorpresa, pues no había previsto que tal cosa sucediese, y, en esos momentos él se dirigía a jurar la Constitución de 1812, que nuevamente había entrado en vigencia al estallar, en España, la revolución del general Del Riego. A todo esto se agrega que sus fuerzas se hallaban diseminadas por todo el territorio y que no obstante suma 23 000 hombres, en ese momento era imposible reunirlos, por ello, pensó ganar tiempo planteando a San Martín la realización de entrevistas para, así, llegar a un entendimiento.

La Conferencia de Miraflores

Las conferencias tuvieron lugar en Miraflores, el 24 de setiembre, participando los siguientes personajes:




El resultado de la Conferencia de Miraflores fue infructuosa por que ninguno de los dos bandos cedieron a sus planteamientos; fue la primera vez que se conocieron las ideas monárquicas de San Martín en el Perú.

Expedición a los Andes Centrales

Fracasada la conferencia de Miraflores (que acabó el 4 de octubre de 1820), ese mismo día, San Martín envió, desde Pisco, 1242 soldados, al mando del general Álvarez de Arenales, a la sierra central, a propiciar la independencia de sus pueblos y a ganar adeptos entre sus habitantes. Arenales se dirigió a Ica. Esa ciudad estaba resguarnecida por una tropa de 800 soldados realistas al mando del coronel Quimper. En la madrugada del 6 de octubre, cuando estaba cerca de Ica, Arenales recibió a dos compañías del ejército de Quimper que deseaban pasarse al lado patriota. También se enteró que Quimper había huido junto con los demás, hacia el oriente. Por tanto, Ica pudo ser tomada de forma pacífica.

Luego, Álvarez de Arenales siguió el camino a la sierra. Pasó por Huamanga, Huancayo, Jauja y Tarma encontrando el apoyo de los indígenas en todos estos lugares. En Tarma, se juró la independencia el 29 de noviembre de 1820, aboliendo el tributo indígena. Siguió luego hacia Cerro de Pasco donde sus tropas se enfrentaron a las tropas realistas comandadas por el general O’Reilly que contaban con 1 300 hombres pero que tenían una pobre moral a comparación de los patriotas, quienes finalmente vencen. Era el 6 de diciembre de 1820.

San Martín en Huaura y acontecimientos favorables para la independencia

El grueso del ejército independiente, al mando del mismo San Martín, partió de Paracas en los barcos de Cochrane, que terminó de transportar todas esas tropas en Ancón, el 30 de octubre. Se dirigió hacia el norte, entre el 10 y 12 de noviembre estuvo en Huacho, trasladándose enseguida a Huaura, donde estableció su cuartel general.

Estando en Huaura San Martín, numerosos acontecimientos favorables a la causa se sucedían en el territorio peruano. Entre estas se encuentran:

Captura de la “Esmeralda” el 6 de diciembre de 1820, por parte de Cochrane y Guise.

Motín de Aznapuquio.

Ante la ineficacia del Virrey Pezuela en la lucha contra los patriotas, el 29 de enero de 1821, una comitiva de 18 altos jefes realistas (Canterac, Valdés, García Camba, J. Ramón Rodil, entre otros) le exigen al Virrey Pezuela que, por falta de firmeza y por actuar con guante de seda contra los patriotas, le entregue el mando a La Serna. Luego de este motín, la Corona española reconoce a José de La Serna como nuevo Virrey.

Conferencia de Punchauca.

Con nuevo Virrey, tanto los patriotas como los realistas intentarán llegar a un nuevo acuerdo en la Hacienda Punchauca, departamento de Lima. Intercambiaron opiniones desde el 25 de marzo hasta el 21 de mayo de 1821. En ella participaron los siguientes representantes:


En esta reunión, los realistas vuelven a plantear la sujeción a la Constitución de 1812 y los patriotas defienden la Independencia. En las primeras conversaciones sólo se acordó una tregua de veinte días, hubo luego una conversación directa entre San Martín y La Serna, la cual se realizó el 2 de junio de 1821; en esta entrevista, el primero propone la creación de triunvirato de Regencia, dirigido por La Serna hasta la formación de una Monarquía Constitucional, con un Rey originario de la Casa Borbón. Esta propuesta pudo funcionar, pero el alto mando realista, conformado por Canterac y Valdés, la rechazó.

Al fracasar esta última negociación, se recrudece el accionar de las “Montoneras” de la sierra las cuales avanzan hacia Lima, causando terror a los comerciantes, profesionales y a la población limeña más acaudalada; es decir, la aristocracia criolla y peninsular.

La Serna abandona Lima.

La vida de los realistas en la capital se hacía insostenible, debido a la acción de los guerrilleros, al bloqueo del Callao por los navíos de Cochrane, al sentimiento popular en contra y la deserción de sus fuerzas que se pasaban a filas patriotas. Por estos motivos, La Serna abandonó la capital a comienzos de julio, dirigiéndose a la sierra central y sur donde se reuniría con el grueso de sus fuerzas que estaban dirigidas en ese momento por Canterac.

 Ocupación de Lima por San Martín y la proclamación de la Independencia.

Apenas se fueron los españoles, San Martín fue recibido en Lima en medio del júbilo popular y recelos de la aristocracia colonial, obligada por las circunstancias a asumir una postura libertaria. Actitud comprensible si se recuerda que entre ella y el ejército de La Serna se encontraban las montoneras y guerrillas dispuestas a entrar en acción. Rehusarse era para muchos el equivalente a firmar su propio arresto, confiscación, pérdida de empleo o exilio. En tales condiciones, la firma del acta por parte de la aristocracia y los ultracolonialistas el 15 de julio y la declaración de la independencia el 28 de julio fueron meras formalidades. La verdadera emancipación del Perú no se lograría mientras las tropas realistas continuasen dominando las zonas más ricas del país.

PROTECTORADO

La proclamación de la independencia marcó sólo el inicio de una serie de transformaciones y no puso fin a la presencia hispana en el Perú. Las tropas realistas se concentraban en la sierra sur del Perú, donde se encontraron el apoyo de algunos sectores de la población. La capital se mantuvo en una actitud vacilante entre los patriotas y realistas.

San Martín era partidario de transformaciones graduales, por ello creía que la Monarquía Constitucional sería la mejor forma de gobierno para el Perú. Se produjo de esta manera el primer debate político. Es decir, Monarquistas versus Republicanos.

En ese estado de cosas, las personas notables de Lima y los jefes del Ejército Libertador, pidieron a San Martín que asumiera el mando de la naciente república. Así para facilitar sus proyectos monárquicos y sus negociaciones con el Virrey, San Martín no estableció en el país una república, sino un “Protectorado”, autoproclamándose “Protector del Perú”. Con ello también ponía en relieve que su intención no se orientaba a la total independencia del Perú, sino una independencia relativa, puesto que toda forma de “Protectorado” es la expresión de un monarquismo vergonzante.

En su calidad de “Protector del Perú”, San Martín procedió a formar su gabinete ministerial, con un definido tinte negociador y no de guerra. Nombro tres ministerios de estado, los cuales fueron:

  • DE RELACIONES EXTERIORES a García del Río, que había participado en todas las negociaciones con los coloniales, y que por tanto, era un ferviente partidario de la monarquía en el Perú.
  • DE GUERRA a Bernardo de Monteagudo, que no tenía ninguna habilidad militar, sino política.
  • DE HACIENDA a Hipólito Unanue, que había oficiado de representante del Virrey en las negociaciones de Miraflores y Punchauca, en las que resultó imbuido de la conveniencia del monarquismo sanmartiniano.

EL ESTATUTO PROVISORIO.
El Estatuto de Gobierno fue una norma de emergencia, provisional, correspondiente a una situación revolucionaria para un Estado emergente, que había conquistado su independencia parcial y que trataba de culminarla. En sus principios declarativos fue de corte liberal, porque incluía la defensa de los derechos del hombre, que habían inspirado la Revolución Francesa y la independencia Norteamericana.
Así fue como para legitimar su poder San Martín en octubre de 1821 estableció este Estatuto que sin lugar a dudas fue la base jurídica del Protectorado. En ella se menciona, entre otros puntos, la división de poderes, establece la religión católica como oficial, aprueba el delito de traición a la patria y considera ciudadanos del Perú a todos los nacidos en América.

OBRAS Y ACONTECIMIENTOS DEL PROTECTORADO.
Durante el año y 17 días que duró el Protectorado se realizaron muchas obras o acciones para echar a caminar la República Peruana y señalar las bases para sentar el proyecto de una monarquía constitucional. Sin embargo, el punto más criticable hacia la figura de San Martín, en este año, es la pasividad con la que se manejó hacia las tropas realistas en la sierra sur dirigidas por La Serna. No se hizo nada o casi nada para derrotar a los realistas y sellar nuestra independencia.

OBRAS
  • Declaró la Ley de Imprenta.
  • Creó la Biblioteca Nacional a cargo de Marino José de Arce.
  • Dictó el Reglamento de Comercio, rompiendo con el Monopolio Español
  • Abolió el Tributo Indígena.
  • Dio la Ley de Vientres, para los hijos de los esclavos nacidos luego de la independencia.
  • Crea la Legión Peruana de la Guardia
  • Crea la banda de la Seda para las heroínas peruanas, caso de María Parado de Bellido, las hermanas Toledo, etc.
  • Reemplazó el Tribunal del Consulado por la Cámara de Comercio
  • Abolió la Mita.
  • Crea la Marina de Guerra del Perú a cargo del Almirante inglés Jorge Martín Guisse.
  • Crea la escuela normal de varones, donde saldrán los futuros profesores del país para esa época.
  • Se aprobó las letras del Himno Nacional y la musicalización, cantado el 23 de setiembre por Rosa Merino.
ACCIONES MILITARES
  • El general La Mar, realista, se pasa al bando patriota y logra la rendición del Real Felipe.
  • La Legión Peruana de la Guardia al mando de Santa Cruz apoya a Sucre en Pichincha (independencia de Quito).
  • El peruano Domingo Tristán es derrotado en la batalla de Macacona (Ica).
  • Sacrificio de María Parado de Bellido.
  • Lord Thomas Cochrane abandona el Perú junto a sus oficiales y todas sus embarcaciones.
LA ORDEN DEL SOL
El 8 de octubre de 1821 San Martín decretó la creación y organización de la “Orden del Sol”, formada por tres categorías definitivamente jerarquizadas: los fundadores, los beneméritos y los asociados, con armas y condecoraciones propias por cada categoría jerárquica. Es decir, se pretendía reconocer la labor de los peruanos más distinguidos y darles un status parecido al de los Títulos del Perú.

LA SOCIEDAD PATRIÓTICA
Fundada el 10 de enero de 1822, fue nombrado presidente de la Sociedad el ministro Monteagudo, el más acérrimo defensor de la Monarquía Constitucional y el más importante colaborador de San Martín.
En el ambiente peruano no existía ninguna adhesión a las ideas de establecer una monarquía hispánica en el Perú. Para cambiar este ambiente, San Martín creó la “Sociedad Patriótica de Lima”, con una apariencia de institución dedicada a los estudios literarios pero con el claro propósito de hacer propaganda pública a favor de las ideas políticas sanmartinianas.

LA CONFERENCIA DE GUAYAQUIL.
Desde principios de año, en Febrero de 1822, ya el generalísimo había realizado un viaje a Guayaquil creyendo encontrar al libertador del Norte, mas éste aún no había llegado por la resistencia realista ofrecida entre Popayán y Pasto (Colombia). Pero, más tarde, al tener noticia cierta de la presencia de Bolívar en Guayaquil, viajó a este lugar el 14 de julio en la goleta “Macedonia”, arribando el día 25 y siendo objeto de las aclamaciones del pueblo guayaquileño.
San Martín permaneció dos días en dicho puerto, el 26 y 27, durante los cuales efectuó tres conferencias, a puerta cerrada, con Bolívar. Por publicaciones posteriores se sabe que tres fueron los puntos que trataron:
- La suerte de Guayaquil
- La contribución de Bolívar a la emancipación peruana
- La forma de gobierno para el Perú y las nacientes repúblicas americanas.

Se considera que, en realidad, la entrevista fue un fracaso para los planes de San Martinlanes de San Martín por cuanto ya, a esa fecha, Guayaquil había sido incorporado por Bolívar a la Gran Colombia; a su vez, únicamente ofreció la contribución de 1 500 hombres como auxilio para la independencia peruana, y de otro lado, discrepaba, profundamente, San Martín ya que era partidario del sistema republicano de gobierno.

DIMISIÓN Y RETIRO DE SAN MARTÍN.
A su retorno de Guayaquil, ya con la firme idea de retirarse de nuestro país, San Martín se encontró con que su hombre de confianza, el ministro Bernardo Monteagudo habría sido depuesto y embarcado rumbo al norte. Esto fue considerado por el generalísimo como un acto contra su propia persona y como ya los representantes a Congreso, que el mismo convocara anteriormente, habían sido elegidos, decidió cuanto antes proceder a su instalación.
De esta manera, el 20 de setiembre se instaló con toda solemnidad el Primer Congreso Peruano. Ante él, y después de pronunciar frases en las que deseaba a todas luces el éxito en la gestión de los peruanos, San Martín se despojó de la Banda Bicolor entregándola a los legítimos representantes del pueblo. Acto seguido, abandonó el local del Congreso y esa misma noche se embarcó rumbo a su patria.


Referencia 

Centro de estudios preuniversitarios Universidad de Trujillo


Actividades 

viernes, 27 de noviembre de 2020

Batalla de Tarapacá

foto: memoriachilena.cl

El jueves 27 de noviembre de 1879, poco después de las ocho de la mañana se presentaron en el campamento peruano unos arrieros donde dieron la noticia de la presencia del ejército chileno (caballería, infantería y artillería). El jefe del Estado Mayor, el coronel Belisario Suárez preparó un plan de ataque, organizando a la segunda división-el batallón Zepita y Dos de Mayo al mando del coronel  Andrés A. Cáceres. Las tropas peruanas al Oeste de la Cima de Tarapacá lograron capturar pertrechos y armas. La tercera división comandada por el coronel Francisco Bolognesi se dirigieron hacia las pendientes del cerro Tarapacá al Este, protegiendo el lado contrario de Cáceres. Buendía y Suárez se quedaron en la aldea como medida de protección. La división Ríos protegió Cerro Redondo. Se ordenó el regreso de las divisiones mandadas por Herrera y Dávila que ya habían emprendido la marcha hacia Arica (Pons, 1980).

La segunda división chilena al mando del comandante Eleuterio Ramírez tuvo que emplear dos compañías para repeler el ataque de las tropas peruanas en el flanco derecho que ocupaban la cuesta de Visagra, que estaba al mando del coronel Emilio Castañón. Ramírez empleó otras fuerzas en su ataque al cerro Tarapacá, donde se concentraba la división Ríos y el batallón Ayacucho de la división de Bolognesi. El comandante chileno en poco tiempo se vio rodeado por el batallón Arequipa. Pudo llegar a duras penas hasta la plaza de armas con cuantiosas pérdidas humanas, no le quedó otra alternativa que retirarse rápidamente del lugar. Los soldados chilenos de la segunda línea se atrincheraron en las casas y matorrales, por tal motivo se dio la orden de prender fuego con la finalidad de sacarlos; el pánico se apoderó de las tropas chilenas, unos lograron huir y otros cayeron prisioneros. Ante los refuerzos que recibieron las tropas chilenas, Suárez ordenó que fuera en ayuda de Cáceres la división Ríos, permitiendo que las tropas peruanas lograran retroceder al enemigo. 

Aproximadamente a las cuatro de la tarde la batalla se detuvo por falta de municiones por parte del ejército peruano; pero minutos antes de las cinco de la tarde, hicieron su aparición las tropas patriotas dirigidas por Herrera y Dávila reforzando a las fuerzas que combatían al mando de Cáceres. Con los refuerzos de la Guardia Nacional de Iquique, dirigida por Alfonso Ugarte, la victoria peruana era inminente. 

Lugo de una batalla de casi nueve horas, el saldo final dejó 236 muertos, 261 heridos y 76 dispersos por el lado peruano; las bajas chilenas fueron 516 muertos y 176 heridos. El comandante chileno ordenó la retirada de todo su ejército chileno. Se salvaron del aniquilamiento, porque el ejército peruano le faltaba caballería y municiones (Toledo, 1980). 

Lamentablemente esta victoria no se concretó, las tropas peruanas tuvieron que retirarse hacia Arica, sin posibilidades de resistir otro ataque de los chilenos y sin probabilidades de ser auxiliados, Tarapacá era un terreno perdido. Los enemigos aprovecharon la ausencia de las tropas peruanas y comenzaron a explotar el guano y el salitre con la colaboración de los capitales ingleses, permitiéndoles financiar las siguientes campañas militares. 

Referencias bibliográficas

PONS, G (1980) Historia del Perú, Editorial Omega.

TOLEDO, E. (1980) Historia del Perú.


martes, 3 de junio de 2014

Leguía y el Tratado de Lima

Tras el plebiscito estipulado en el Tratado de Ancón por parte de Chile y por ende un rompimiento diplomático entre ambos países, será durante el oncenio de Leguía quien realizará una serie de negociaciones para llegar a un arreglo, se acordó en 1922 someter al arbitraje del presidente de los EE.UU. los asuntos no cumplidos en el Tratado de Ancón. Por entonces el gobierno peruano sostenía la improcedencia del plebiscito, porque se pensaba que después de cuarenta años de ocupación chilena mediante la política de chilenización, las condiciones de la población peruana en Tacna y Arica habían variado sustancialmente, lo cual no era cierto, porque los tacneños y ariqueños a pesar de todo, permanecían fieles al Perú. Por su parte Chile sostenía la procedencia del plebiscito, pensando que su política de chilenización había resultado.


El 4 de marzo de 1925 dio su fallo el presidente de los EE.UU. Calvin Coolidge resolviendo la realización del plebiscito. Una comisión especial denominada Comisión Plebiscitaria, integrada por un delegado del Perú, otro de Chile y un representante del presidente de los EE.UU. tendría a su cargo dicha realización. Instalada la comisión en Arica, comprobó al poco tiempo que el plebiscito era improcedente por los reiterados abusos que cometían las autoridades chilenas motivando el retiro de los representantes del árbitro norteamericano, generales John Pershing y William Lassiter, y el delegado del Perú Manuel de Freyre Santander.
Chile frustró el plebiscito porque en plena campaña plebiscitaria sus autoridades hicieron un sondeo secreto entre la población chilena y peruana de Tacna y Arica, llegando a la conclusión de que si se realizaba el plebiscito, Chile lo perdía. 

Fracasado el plebiscito, se reiniciaron al poco tiempo las negociaciones directas entre ambos países bajo la presión de los EE.UU. El restablecimiento de las relaciones diplomáticas con el nombramiento de embajadores extraordinarios en Lima y Santiago, a su vez la iniciación de las negociaciones en Lima, entre el presidente Leguía y el plenipotenciario chileno en Lima, Emilio Figueroa Larraín, sobre la base de lo que se denominó la partija del territorio. Estas negociaciones dieron por resultado la firma en Lima, entre el ministro de relaciones exteriores del Perú, José Rada y Gamio y Figueroa Larraín. el 3 de junio de 1929. Perdiendo definitivamente la provincia de Arica y la reincorporación de Tacna al Perú, aunque la propia Tacna sufrió una tercera parte de su territorio con las azufreras y el volcán Tacora, así como una tercera parte de la provincia de Tarata, quedando dichos territorios supeditados a la provincia de Arica, enclaustrando a Tacna.

La frontera establecida en ese tratado es la siguiente:


  • Una línea que parte del lugar en la costa denominado Concordia. 10 Km al norte del puente sobre el río Lluta, para seguir al oriente paralela a la vía de la sección chilena del ferrocarril de Arica a la Paz y distante 10 Km de ella.
  • Esta línea tiene las inflexiones necesarias ( se desvía más de los 10 Km de la línea del ferrocarril) para utilizar en la demarcación los accidentes geográficos cercanos que permitan dejar en territorio chileno las azufreras del Tacora y sus dependencias. Luego la línea de frontera se acerca al ferrocarril, pasando por el centro de la Laguna Blanca, en forma que una de las partes quede en el Perú y la otra en Chile y termina en la frontera con Bolivia. 
  • Chile cede a perpetuidad a favor del Perú, todos los derechos sobre los canales de los ríos Uchusuma y Maure, sin prejuicio de la soberanía que le corresponde ejercer en la parte que dichos canales corren por territorio chileno, pero Chile constituye en esos lugares un amplio derecho de servidumbre a favor del Perú. 
  • Chile se compromete a construir dentro de los 1,575 metros de la bahía de Arica, un malecón de atraque para vapores de calado, un edificio para la agencia aduanera y una estación terminal para el ferrocarril a Tacna, gozando en esos lugares el comercio de tránsito del Perú.
  • Chile entrega al gobierno peruano seis millones de dólares, así como todas las obras de propiedad del gobierno chileno que quedaban en los territorios entregados.

Por un protocolo complementario firmado ese mismo día los dos gobiernos se comprometieron a no ceder a una tercera potencia sin previo acuerdo entre ellos, la totalidad o parte de los territorios que por el Tratado quedaban bajo sus respectivas soberanías, ni podrán, sin este requisito, construir nuevas líneas férreas internacionales, osea que el Perú está impedido de construir el ferrocarril de Tacna a Bolivia. 

Tanto el tratado como el protocolo fueron aprobados por el congreso del Perú el 2 de julio del mismo año y sus ratificaciones canjeadas en Santiago el 28 de julio. El 28 de agosto de 1929, de acuerdo al artículo 4to del Tratado, Chile devolvió al Perú a Tacna.


domingo, 13 de octubre de 2013

La Confederación Perú-Boliviana

La Confederación significó un intento centralizador del poder político ante el caos y anarquía imperante, es decir fue un intento de formar una gran nación andina, así como un proyecto de desarrollo capitalista.


Durante las primeras de décadas del siglo XIX la lucha entre los caudillos peruanos (liberales vs conservadores) habían debilitado la estabilidad política del Perú. Mientras tanto en Bolivia el mariscal Andrés de Santa Cruz había logrado imponer el orden. El presidente del Perú, Luis José de Orbegoso, asediado por las fuerzas de Salaverry y las conspiraciones de Agustín Gamarra, decidió solicitar la ayuda de Santa Cruz, quien aprovechó esta ocasión para poner en marcha su anhelado proyecto de la confederación. En junio de 1835, Santa Cruz y Orbegoso firmaron un pacto para establecer la confederación. Mientras tanto, Gamarra, temeroso de que Bolivia y en especial Santa Cruz tuviera una posición hegemónica en la confederación, se alió con Salaverry, quien se oponía tenazmente a la creación de la confederación. Ambos bandos se enfrentaron en una guerra civil en la que Santa Cruz y Orbegoso resultaron victoriosos. Gamarra huyó a Chile, mientras que Salaverry, derrotado en la batalla de Socabaya (Arequipa) fue fusilado el 18 de setiembre de 1836.

Después del triunfo de las fuerzas confederadas, Orbegoso y Santa Cruz convocaron a tres asambleas para oficializar la formación de la confederación. 

La asamblea de Sicuani, integrada por los departamentos de Arequipa, Ayacucho, Cusco y Puno, se convirtió en el Estado Sur-Peruano. El arequipeño Pío Tristán fue designado presidente en un inicio luego fue reemplazado por Ramón Herrera.
La asamblea de Huaura, compuesta por Lima, Amazonas, Junín y la Libertad, se convirtió en el Estado Nor-Peruano. Luis José de Orbegoso asumió la presidencia.
La asamblea de Tapacarí, formada por los departamentos de la Paz y Chuquisaca, representó el Estado Boliviano, bajo la presidencia de Manuel Velasco.

El 28 de Octubre de 1836, Santa Cruz firmó un Supremo Decreto creando la Confederación Perú-Boliviana. Posteriormente se discutió la nueva estructura del nuevo Estado y la redacción de la nueva constitución en el Congreso de Tacna en 1837. Esta constitución se caracterizó por dos aspectos fundamentales. En lo político fue conservadora, pues concentró muchos poderes en el supremo protector de la Confederación, cargo que recayó en Santa Cruz. Así su período de gobierno se fijó en 10 años y podía ser reelegido indefinidamente y además elegir a los presidentes de los tres estados y a las autoridades militares. En el aspecto económico, la constitución fue liberal, pues propugnaba un libre comercio con otros países. 



La formación de la confederación provocó el recelo de otros estados sudamericanos, en especial de Chile y en menor medida de Argentina. El presidente chileno Joaquín Prieto y su ministro Diego Portales consideraron que la Confederación era un peligro para el equilibrio geopolítico de la región, en especial para Chile,  pues se había declarado a Arica puerto libre y se hacían concesiones a los buques que no anclaran en puertos chilenos. El fortalecimiento económico del Sur del Perú también causó incomodidad entre los hacendados de la costa Norte y los comerciantes limeños, quienes abogaban por una política proteccionista.

De esta manera se juntaron intereses económicos y geopolíticos que fueron apoyados por peruanos exiliados en Chile, como Agustín Gamarra, Felipe Pardo y Aliaga y Ramón Castilla, quienes se ofrecieron a liderar una exploración militar. Usando como pretexto el apoyo otorgado por Orbegoso al ex- presidente chileno Ramón Freire-enemigo político de Prieto, el 28 de diciembre de 1836, Chile declaró la guerra a la Confederación Perú-Boliviana. En mayo de 1837, el dictador argentino Juan Manuel Rosas se unió a esta declaratoria, pero se retiró pronto por dificultades internas.

Se mandó dos expediciones restauradoras con peruanos con la finalidad de liquidar política y económicamente a la Confederación.
La guerra culminó con la derrota de las fuerzas confederales y la caída de Santa Cruz, quien fue derrotado en la batalla de Yungay (Ancash) el 20 de enero de 1839, siendo deportado a Europa. La Confederación se disolvió y Agustín Gamarra volvió asumir el poder en el Perú.


El Pacto de Tacna 1837: La Confederación Perú-Boliviana

Fue un documento firmado en la ciudad de Tacna por los plenipotenciarios nombrado por los tres gobiernos, el 1 de mayo de 1837; en dicho Pacto se dio oficialmente el nacimiento de la Confederación Perú-Boliviana gracias a los votos de las Repúblicas Sur y Nor peruanas y del Estado Boliviano.


Su bandera debería ser roja con los escudos de las tres Repúblicas entrelazadas por un laurel. Cada República tendría su gobierno propio; pero sujetas a la autoridad del Gobierno General.



Las fuerzas militares se concentraban alrededor de la suprema autoridad interior que el protector encarnaba. Competía, así mismo, al Gobierno General, la dirección de las relaciones internacionales de la Confederación; además tenía la facultad de arreglar lo concerniente el comercio con otras naciones, las aduanas generales y el correo. El Gobierno General lo conformaban en primer lugar el Protector, a quien debía elegir el Congreso General por diez años con facultad para reelección. Disponía de todos los empleos del ejército y la marina, nombraba a los agentes diplomáticos y consulares de la Confederación, establecía y dirigía las aduanas generales y la administración general de los correos. Era el generalísimo de las fuerzas del mar y la tierra de la Confederación, mientras los presidentes de la Repúblicas confederadas tenían las atribuciones de capitanes generales de las provincias. Ejercía el Poder Ejecutivo en el Estado. Creaba los ministerios de Estado, nombraba y removía a los ministros. Elegía a los presidentes de las Repúblicas confederadas, a los senadores del Congreso General y a los ministros de las tres cortes supremas y presentaba a la Silla Apostólica a los arzobispos y obispos. Podía disolver el Congreso General. Tras la muerte del protector, su reemplazante sería una persona que dejase nombrada. 


El Poder Legislativo General se componía de dos cámaras aptas para reunirse cada dos años por cincuenta días. Los miembros del senado, inamovibles, cinco por cada una de las tres Repúblicas confederadas, eran nombrados por el Protector entre los propuestos por los colegios electorales y sus funciones resultaron análogas a la de los censores de la Constitución vitalicia. 
Los representantes que debían ser siete por cada una de dichas Repúblicas, tenían un período de seis años y su origen provenía de la elección por el Congreso General de la Confederación entre los designados por los colegios electorales para su respectiva Cámara. Entre sus funciones estaban incluidas las de iniciar los proyectos de ley concernientes a los ramos que pertenecían al Gobierno General. Los colegios electorales no elegían sino proponían senadores, representantes y hasta presidentes de las Repúblicas confederadas. La condición de propietario o industrial aparecía como requisito esencial para formar parte de ellos.

Cada República pagaría las deudas que hubiera contratado antes del pacto; las de la antigua República peruana se dividiría, lo mismo que sus créditos, entre las dos nuevas Repúblicas, Nor y Sud- peruanas, a juicio del Congreso General. Un artículo especial implicaba una amenaza virtual a la integridad del Estado Sur del Perú; pues ordenaba que cada una de las tres Repúblicas, tuviera cuando menos, un puerto mayor para mantener el comercio con las naciones extranjeras. La moneda de aquellas (repúblicas) circularía en todo el territorio de la Confederación. Los votos de las Asambleas se Sicuani (Sur-Perú) Tapacarí (Bolivia) y Huaura (Nor-Perú); Santa Cruz fue proclamado Protector de la Confederación para el primer período. 


Firmaron el pacto de Tacna por el Estado Nor-Peruano el obispo de Trujillo Tomás Diéguez, el vocal de la Corte Superior de Lima, Manuel Tellería y el Coronel Francisco Quiroz;  por la República del Sur-Peruano el obispo de Arequipa, José Sebastián de Goyeneche, el juez de Ayacucho, Pedro José Florez, y el coronel Juan José Larrea; Por Bolivia, el arzobispo de la Plata, José María Mendizábal, el vocal de la Corte Suprema, Pedro Buitrago, y el coronel Miguel María de Aguirre.
El proyecto sin debate en Tacna había sido convenido ante (dice Sánchez de Velasco, memoralista de la época) entre los plenipotenciarios bolivianos Aguirre y Buitrago, el vicepresidente Calvo y sobre todo, Santa Cruz, quien, con el objeto de llegar a ese acuerdo, viajó especialmente a la Paz, donde fue recibido con bailes y música, banquetes y corridas de toros que se prolongaron durante cuatro días.


Fuente: Basadre, Jorge: Historia de la República del Perú. 1822 - 1933, Primera Edición 2005. Tomo 2. Editada por el Diario "El Comercio" de Lima 
Capítulo 22 Pág. 122-124

lunes, 10 de diciembre de 2012

Pampa de Ayacucho



El campo en que se libró la batalla de Ayacucho, se denominaba así, Ayacucho y no Quinua. En los partes de batalla de los jefes de los ejércitos combatientes, en la capitulación firmada por Sucre y Canterac en la tarde del día de la batalla, así como en las memorias de los jefes que participaron en ella, se da el nombre de Ayacucho al campo en que se dio la batalla del 9 de diciembre de 1824. Para perpetuar este nombre, entre otras disposiciones, el Congreso peruano por ley del 12 de febrero de 1825 dispuso que: Será reconocido en adelante el general del Ejército Unido Antonio José de Sucre, con el dictado de Gran Mariscal de Ayacucho, por la memorable victoria obtenida en los campos de ese nombre". y Bolívar por decreto del 15 de febrero de 1825, cambió de nombre al Departamento en que se encuentra la pampa y a la ciudad en cuya cercanía está, para perpetuar el nombre del lugar en que se obtuvo la victoria que afianzó para siempre la independencia total de la República y decretó: "El Departamento de Huamanga será denominado en adelante Departamento de Ayacucho". "La ciudad de Huamanga, capital de ese Departamento, llevará la denominación de ciudad de Ayacucho". Quinua es el nombre del pueblo que queda en un extremo de la pampa.

martes, 27 de noviembre de 2012

Batalla de Tarapacá

La aldea de Tarapacá, rodeada de huertos y pastizales, se halla al pie de la cordillera, en una quebrada debajo de elevados cerros cortados casi a pico. Era, desde mediados del siglo, residencia de salitreros ricos y de las autoridades de la provincia. Los bolivianos la habían saqueado en su retirada y las casas estaban abandonadas. El ejército peruano llegó a Tarapacá el 22 de noviembre; allí se encontraba el general Buendía con otros jefes que, abandonando el campo de San Francisco, habían adelantado su retirada.
Se reorganizó el ejército con 4,500 hombres, en 6 divisiones cada una respectivamente al mando de los coroneles Alejandro Herrera, Andrés A. Cáceres, Francisco Bolognesi, Justo Pator, Miguel Ríos, Francisco Bedoya. El Comandante en Jefe era el general Juan Buendía y el Jefe del Estado Mayor era Bilisario Suárez.
El ejército estaba compuesto por hombres de a pie, por no contar con caballos; este ejército no sólo carecía de municiones sino también de subsistencias y de uniformes; los soldados en su mayoría estaban descalzos y moralmente deprimidos.
Las fuerzas chilenas que se disponían a enfrentar al ejército peruano en la quebrada de Tarapacá, contaban con un total de 4,000 hombres con caballería, infantería y artillería, contaban con 8 cañones y estaban distribuidas en tres columnas.
A las 8 A.M. del 27 de noviembre llegó al campamento peruano la noticia que se acercaba el enemigo y al poco rato empezó la batalla. Aunque la situación era desventajosa, los peruanos salieron al encuentro trepando las fatigosas laderas y conquistando cada posición con denotadas acometidas. A las 5:30 P.M después de nueve horas de lucha, fue finalmente desbaratado el enemigo que acabó huyendo por la quebrada de Isluga. Fue un triunfo espléndido del ejército peruano, cuyo costo significó unos 300 muertos y otros tantos heridos, entre éstos y aquellos muchos jefes y oficiales. Las pérdidas de los chilenos fueron mayores y cayeron 61 prisioneros.
Fue importante el número de armas que cayó en poder de los peruanos, incluso toda su artillería de 8 cañones, que tuvieron que ser enterrados en la arena por carecer de bestias de carga para transportarlas. 
Durante esta batalla se distinguieron muchos valerosos oficiales, algunos de cuyos nombres hubieran de consagrarse después como héroes de guerra. El primero fue Andrés A. Cáceres que se destacó no sólo por su coraje sino también por su talento militar; el anciano coronel Francisco Bolognesi que se encontraba enfermo y con fiebre, se levantó de su lecho para combatir y cumplir valerosamente la misión que la había sido encomendada. Sin embargo el gran héroe de Tarapacá, como en todas las tragedias y escasos triunfos de la guerra, en medio del hambre, del frío y de la sed, en las penalidades de los desplazamientos o en la lucha cuerpo a cuerpo, fue el soldado anónimo peruano; fueron suyas todas las victorias o toda la grandeza suprema que significa la entrega de la vida.
Pero la victoria de Tarapacá en nada cambió el curso de la guerra. El aislamiento y el peligro que significaba quedarse en el lugar y las penurias en las que se debatían los soldados, decidieron el abandono de Tarapacá, que era precisamente, la causa de la guerra. Tras las huellas de los soldados descalzos y del polvo que hacían las columnas al marcharse, quedaba perdida para el Perú la rica provincia de Tarapacá. A los pocos meses comenzó la explotación de las salitreras, lo cual no solamente permitió a Chile proseguir la guerra con nuevos recursos sino también cambiar su situación económica hacia una nueva era de desarrollo y progreso. 

miércoles, 10 de octubre de 2012

Combate de Angamos






El Huáscar y la Unión habían salido de Iquique en una de sus acostumbradas expediciones contra los blindados y los puertos chilenos. El general Prado cuidaba siempre de advertir en sus instrucciones a Grau, que no debía comprometer los buques de su mando; pero esto era seguramente una forma ritual, pues lo característico de las operaciones que Prado ordenaba y de la ejecución de estas operaciones por el Huáscar, era el desafío deliberado y persistente del peligro.
El único peligro que el Huáscar evadió siempre fue el de un combate con los blindados chilenos. Y esto era simplemente natural. Prado supo explorar el error del bloqueo, movilizando sus fuerzas y sus recursos militares y haciendo a su sombra una guerra activa y osada. Sin embargo no podía tener esperanza alguna de salvación en esta ni en ninguna otra clase de guerra; y no podía ignorar que tan pronto como el error del bloqueo cesara y los chilenos se resolvieran a la guerra ofensiva, la situación cambiaría por completo y la decisión de la campaña naval sería simple cuestión de días. Su propósito fue hacerle el mayor daño posible, trastornar sus planes, desorganizar sus comunicaciones, mantener en zozobra sus puertos y fortalezas, retardar la hora de la invasión, aprovechando lo más posible el tiempo, mientras el bloqueo y la jefatura de la escuadra en manos de Williams permitieran esas cosas. 
La expedición del Huáscar y la Unión hacia el Sur a principios de Octubre y la expedición de la escuadra chilena a Arica al mismo tiempo que la de la peruana al Sur, presagiaba que un encuentro decisivo era inevitable y que los buques peruanos no tendrían cómo escapar de la persecución de la flota chilena forzándolos a un combate final. 
Si el Huáscar y la Unión hubieran estado en Arica el cinco de Octubre, allí entonces se habría decidido la guerra. Pero aun suponiendo que la escuadra chilena hubiera rehusado librar un combate con las fortalezas de Arica al mismo tiempo que con los buques y el monitor Manco Cápac, habría sido bastante que bloqueara el puerto. EL ejército de la invasión había podido así embarcarse en Antofagasta sin temor de los buques peruanos. El general Prado resolvió continuar haciendo después de la supresión del bloqueo de Iquique la misma clase de guerra que había hecho favorecido por el bloqueo. 
Las instrucciones de Prado, fechadas el 30 de Setiembre en Arica, son textualmente como sigue:
"instrucciones a que deberá sujetarse el contraalmirante Don Miguel Grau en la expedición que se le encarga sobre el enemigo:
1° El monitor Huáscar, la corbeta Unión y el transporte Rímac, saldrán inmediatamente en convoy bajo las ordenes del contraalmirante Don Miguel Grau.
2° Se dirigirán a Pisagua y desembarcarán allí a los jefes, oficiales y bultos pertenecientes al ejército boliviano. 
3° Concluido el desembarco, se dirigirán inmediatamente a Iquique y desembarcarán las fuerzas que lleva el Rímac, en el que se embarcará toda la madera que allí existe con destino a este puerto de Arica. Una vez el Rímac con la madera embarcada , se vendrá inmediatamente a este puerto. 
4° Concluido el desembarque, el Huáscar la Unión, ambos bajo las órdenes del almirante Miguel Grau, zarparán con rumbo a Tocopilla, donde llegarán en la noche y si existiese allí algún blindado enemigo, el almirante Grau mandará aplicarle el torpedo que con tal objeto va embarcado a bordo del Huáscar bajo la dirección de Don N. Waigh, encargado de su manejo y aplicación. 
5° Si no hubiere blindado en Tocopilla, pero si algún otro buque enemigo, el almirante Grau lo tomará, inutilizará o echará a pique según las circunstancias. 
6° En cualquiera de estos dos últimos casos, el almirante Grau resolverá si conviene dirigirse a Antofagasta en busca de algún blindado sobre el cual aplicar el torpedo, o en caso de no encontrarlo cometer o no alguna otra hostilidad, según su juicio. 
7° En ningún caso comprometerá el almirante Grau ninguno de los buques de su mando; y si encontrase buques enemigos en el tránsito, sólo se batirá con fuerzas inferiores, salvo encontrase en imposibilidad de retirarse ante fuerzas superiores, en cuyas circunstancias cumplirá con su deber. "
Hay una adición que dice:
"No siendo posible la aplicación de los torpedos a causa de la claridad de las noches, queda sin efecto todo lo relativo a ellos. El almirante Grau cometerá entre Tocopilla y Coquimbo todas las hostilidades que fuesen posibles y las operaciones que a su juicio puedan ejecutarse con algún éxito, observando siempre lo prevenido en el artículo 7°."
En la madrugada del día 30 de Setiembre (4:40 a.m.), zarpó de Arica el convoy peruano, El Huáscar, la Unión y el Rímac. A las 4: 20 de la tarde del mismo día, el convoy fondeó en Iquique. A las 4 a.am. del 1° de Octubre, las tres naves peruanas abandonaron las aguas de Iquique y navegaron al Norte por una hora. El Huáscar y la Unión hicieron luego rumbo al Oeste, se alejaron de la costa algunas millas y poco después enderezaron sus proas al Sur. 
La escuadra chilena salió de Mejillones para Arica a las 1:20 a.m. del día 2 de Octubre. Se hizo mar afuera a fin de no ser vista de tierra, navegó en convoy durante todo el día 2 y llegó al paralelo 18 el día 3. Según Vicuña Mackenna los buques peruanos y chilenos se cruzaron más o menos a la altura de Chipana el día dos de Octubre, separados por una distancia de 60 millas.
En la mañana del 4 de Octubre los buques peruanos avistaron y reconocieron un vapor de la compañía inglesa, el "Chala". Una hora después (10: 30 a.m.) arribaron a Sarco. En esta caleta encontraron fondeado al bergantín- goleta "Coquimbo" con pabellón inglés. Los marinos peruanos descubrieron, sin embargo, al examinar sus papeles, que antes de la guerra esta embarcación navegaba con bandera chilena y había tenido del cónsul británico en Coquimbo, después de las declaraciones de guerra, certificado provisional de registro para enarbolar el pabellón inglés. Fue en consecuencia apresado y remitido al Callao. Su capitán y los individuos de la tripulación fueron trasladados al Huáscar. El capitán Griffche, fue herido después del combate de Angamos. 
El 5 de Octubre, cuando la escuadra chilena estaba todavía en Arica buscando al Huáscar y a la Unión (1:50 a.m.)o sea diez minutos antes de que las lanchas chilenas que habían de torpedear al Huáscar, se separaran del Loa y emprendieran su movimiento de avance al fondeadero de Arica, los dos buques peruanos llegaban al fondeadero del puerto de Coquimbo. Allí permanecieron sin ser advertidos y sin advertir ellos mismos ningún blindado ni buque chileno alguno puesto que todos estaban en Arica. 
Salieron del puerto y prosiguieron los buques peruanos su rumbo al Sur hasta Tongoy, donde reconocieron al vapor Cotopaxi, de la compañía inglesa, que iba para el Sur.  A la 1: 30 p.m. reconocieron al vapor Ilo, de la Carrera, que iba para el Norte. Otra vez frente a Coquimbo, se detuvieron para hacer algunas reparaciones a la máquina del Huáscar, lo que requirió algunas horas. A las 5: p.m. del mismo día navegaron algunas millas al Noroeste para alejarse de la costa y volvieron al Norte. 
La escuadra chilena había partido de Arica este mismo día 5 para Mejillones. El consejo de guerra del 1° de Octubre a bordo del "Blanco  Encalada" en Mejillones, había previsto la posibilidad de la conveniencia de destacar hacia el Norte, caso de que no estuvieran los buques peruanos en Arica, al Cochrane, la O´Higgins y una de los transportes. El Blanco Encalada debía de todos modos en este caso regresar a Antofagasta, a causa del estado de sus máquinas, las cuales se pensaba componer en Valparaíso. Riveros había sido facultado, sin embargo, para ordenar o no el crucero al Norte de Arica hasta el Callao. En el consejo de guerra del 5 de octubre a bordo del Blanco Encalada frente a Arica, se hizo presente, dice Riveros, que las naves peruanas "según todos los datos obtenidos, habían marchado al Sur y que era muy posible que se hallasen hostilizando la costa de Chile y amenazando nuestros transportes". 
La vuelta a Mejillones se resolvió en consecuencia; pero aun sin esta circunstancia, el viaje de los buques chilenos al Norte con el objeto de recorrer los puertos peruanos hasta el Callao no se habría efectuado, porque Riveros tenía instrucciones de Sotomayor de hallarse con toda la escuadra en Antofagasta a mediados de Octubre, en virtud de resoluciones tomadas en un consejo de guerra en Antofagasta el 26 de Setiembre en la noche, con asistencia de Sotomayor.
Navegando al Sur, rumbo a Mejillones, a donde arribó el 7 de Octubre a las 9:40 a.m. Riveros tuvo a la altura de Pisagua, por un vapor de la Carrera que viajaba de Valparaíso al Callao, confirmación de la noticia de que los buques peruanos andaban recorriendo los puertos chilenos. La noche anterior, es decir, el 6 de Octubre, habían hecho su entrada a Mejillones el Cochrane,      O´Higgins y el Loa.
El 2 de Octubre se tuvo en Chile la primera noticia de la presencia del Huáscar y la Unión en el Sur. Según Bulnes, a las 7:30 a.m. de ese día el vigía de Mejillones avisó que pasaban los dos buques peruanos a cuarenta millas de la costa. No se dio crédito a este aviso, Sotomayor no podía explicarse que siendo cierto, no se hubieran encontrado los buques peruanos y los chilenos, teniendo éstos instrucciones de navegar a cincuenta millas de la costa. 
El Huáscar fue vista dos días después cuando se comunicó con el vapor inglés Chala el día 4, y la noticia fue transmitida sin pérdida de tiempo a Santiago y Antofagasta. No se creyó también esta noticia y fue necesaria que la confirmaran de Sarco, donde se vio al Huáscar apoderarse de una embarcación con bandera inglesa y remitirla al Callao. A partir de este momento los avisos llovieron de todas partes; en Santiago y Antofagasta comenzaron a creerlo. Los pasajeros del vapor Coquimbo vieron a los buques peruanos a la altura de Chañaral y uno de ellos lo comunicó a Santiago (capital de Chile) y Antofagasta por conducto del gobernador de Coquimbo; cuando Latorre llegó a Mejillones con sus buques la noche del 6 de Octubre, pidió órdenes por telégrafo a Sotomayor y éste a su vez las pidió a Santiago.
El día 7, Sotomayor comunicó a Latorre un despacho del ministro Gandarillas, en estos términos:
"Por noticas que tenemos hasta ahora de los buques peruanos, creemos que éstos se han devuelto al Norte, y que probablemente llevarán ese rumbo desde anteanoche, en que se les vio cerca de Coquimbo como a la una de la noche.Deben, pues, estar próximos a pasar frente a Antofagasta. 
Creemos que Cochrane, O´Higginsy  Loa, en posesión de estos datos, deben estar desde luego en observación, avanzando a Iquique y Arica, cruzando por la costa peruana, ante los puertos indicados, tomarán el rumbo que crean más adecuados para encontrarlos. Los buques recalarán tal vez a algún puerto de la costa peruana en busca de noticias sobre nuestra escuadra. Nuestros marinos deben aprovechar esta circunstancia para sorprenderlos. Ese puerto puede ser Iquique, Mollendo o Pisagua, ya que no es natural que vayan a Arica directamente. 
Si los encontraren en los puertos indicados y aun en Arica,creemos que deberán ser atacados si hay probabilidades de éxito. Si no encontraren a los buques enemigos en los puertos indicados, después de cruzar por allí tres o cuatro días, no deberán avanzar al Norte de Arica sino volver a Antofagasta, salvo que operaciones pendientes de importancia, lo obliguen a detenerse por más tiempo". 
Sotomayor agregaba por su parte: "Cumpla usted con las instrucciones que preceden, debiendo salir en convoy de ese puerto hoy mismo. Recomiendo particularmente a usted la mayor vigilancia y la distribución de los buques bajo sus órdenes de manera que sus observaciones abracen el mayor horizonte posible. Usted queda en libertad, oyendo a los comandantes de los otros buques, de dirigir sus operaciones de la manera que crea más eficaz al fin propuesto; pero no olvidando que la rapidez de los movimientos de la escuadra puede contribuir poderosamente al éxito de su expedición. En cuanto al ataque de Arica e Iquique, deliberará usted especialmente con los comandantes antes de intentarlo, pero procederá sin vacilaciones una vez tomado un acuerdo."
Por último, Sotomayor decía en este despacho: "Importa mucho conocer el resultado de la expedición y la dirección de los buques enemigos, para apreciar el grado de confianza que puede inspirarnos el tráfico de nuestros transportes al Sur de Antofagasta." Se refería a los planes de desembarque del ejército de invasión de Tarapacá, con lo cual tenía relación el consejo de guerra del 26 de Setiembre.
El mismo 7 de octubre, Sotomayor volvió a telegrafiar a Latorre: "Se asegura de nuevo que el Huáscar y la Unión navegaban frente a la isla de Chañaral, entre Soquimbo y Huasco, ayer lunes a la 1:30 a.m. No se ha vuelto tener noticias de estos buques, por lo cual se cree que regresan al Norte. 
Creo sería conveniente y si lo hará usted si lo estima oportuno, que los buques a sus órdenes crucen esta noche y parte del día de mañana al frente y a cincuenta millas al Oeste de Mejillones. Es probable que si el Huáscar y la Unión no han tocado en algún otro puerto de nuestra costa, pasen frente a Antofagasta en la noceh de hoy". 
Sotomayor no tenía aun noticia del Blanco Encalada y decía en este despacho: 
"El Blanco, luego que llegué, recibirá el encargo de cruzar enfrente de este puerto y de perseguir a los buques enemigos si los encuentra. Estas circunstancias y el crucero frente a Mejillones, paso forzoso de los buques enemigos, sería muy importante. 
Recomiendo a usted esta idea y sígala como parte de sus instrucciones hasta la hora del día de mañana que estime oportuna. Si durante este crucero hasta la hora que usted determine no se hubieren presentado los buques enemigos, seguirá usted cruzando al Norte, como está prevenido."
Sotomayor indicó posteriormente a Latorre el mismo día que comunicara el rumbo que pensaba seguir en previsión de que hubiera que enviarle algún aviso por el vapor Copiapó; y lo autorizó para retardar la salida del Loa a fin de comunicarle las novedades que pudieran ocurrir. 
Latorre informó en la misma fecha a Sotomayor que saldría con sus buques a mediodía para cruzar en el paralelo de Mejillones hasta el mediodía del día siguiente, "pero sin que se aleje más allá de veinte millas de la costa el buque más cercano a ella, distancia que los buques enemigos estimarán como bastante resguardo."
Latorre decía además: 
"Creo conveniente así mismo manifestar a V. S. que sería oportuno variar las instrucciones en la parte que se ordena cruzar entre Iquique y Arica, a la vista de tierra derrotero obligado para los buques enemigos.
Si V. S. acepta la anterior modificación, me permito proponerle, de acuerdo con los comandantes de O´Higgins y Loa, que nuestros buques se dirijan después del crucero de esta noche directamente a guarecerse tras el cabo Paquica, diez millas al Norte de Tocopilla, y esperar allí la pasada de los buques peruanos hasta el oscurecer del día 10 del presente, en que seguiremos nuestro viaje al Norte, procurando amanecer el 11 en Iquique y el 12 en Arica. 
Desde Paquica podrá establecerse comunicación con Tocopilla enviando para este efecto al Loa, y así imponernos de la oportuna recalada del Huáscar, si esta vez, como de costumbre, pasa el monitor, antes de seguir para Iquique, por nuestros puertos de más al Norte.
No creo conveniente dejar el Loa, en consideración a la hora de partida y a lo corto de nuestra permanencia frente a Mejillones".
Sotomayor aceptó las modificaciones propuestas por Latorre a sus instruccciones y lo facultó para proceder en todo como lo juzgase oportuno.
Al saber la llegada del Blanco Encalada a Mejillones, Sotomayor le ordenó que siguiera inmediatamente con la Covadonga para Antofagasta. La intención de Riveros había sido permanecer en Mejillones cargando carbón hasta la tarde del día 8. Sotomayor ordenó, además, a Rivero que en el viaje a Antofagasta pasara "afuera de la costa para observar si los buques enemigos regresaran al Norte." Le indicaba que tomara carbón en Caldera, donde había un depósito. Rivero recibió luego instrucciones en Antofagasta de cruzar durante la noche del 7 al Suroeste de este puerto "para perseguir a los buques enemigos hacia el Norte y proteger a Antofagasta en caso necesario."
La escuadra chilena, que había operado unida sobre Arica en los primeros días de Octubre, quedó así dividida en dos secciones para asechar el paso de los buques peruanos en su regreso al Sur; compuesta por Blanco Encalada, Covadonga y el Matías, al mando de Riveros; la otra compuesta por el Cochrane, O´Higgins y el Loa, al mando de Latorre. Aquella cruzaría frente a Antofagasta; ésta frente a Mejillones. El plan era muy sencillo y estaba naturalmente indicado por las circunstancias. Se sabía que el Huáscar y la Unión volverían al Norte. Se tenían constantemente noticias de ellos a medida que avanzaban. Se sabía dónde estaban a tal y cual hora y dónde estarían unas horas después. Los seguían materialmente con la vista desde la costa chilena. El día 7 ya no se tuvo más noticias de ellos y esto mismo denunciaba su rumbo, como bien lo advirtió Sotomayor. Toda la cuestión se reducía a escoger los parajes donde la escuadra reunida o dividida los esperaría para cerrarles el camino. Hallándose la escuadra en Mejillones el 7, y sabiéndose de los buques peruanos hasta el día 6, estos parajes estaban por sí mismos señalados. El encuentro era inevitable, aunque los puertos preferidos por la escuadra chilena para esperar a los buques  peruanos hubieran sido otros. Las consecuencias habrían sido las mismas si el plan de Riveros se hubiera realizado en lugar del de Sotomayor y Gandarillas. La última hora del Huáscar había sonado. Si las dos divisiones de la escuadra hubieran seguido al Sur como Riveros pensaba, tal vez la Unión no habría podido escapar; y ésta habría sido la sola diferencia en los acontecimientos del día 8 tal como ocurrieron. 
En la mañana del 7 de Octubre, a las 9:00 a.m. el convoy peruano tuvo que detener su progreso al Norte para hacer nuevas reparaciones en la máquina del Huáscar y transbordar de la Unión trescientos sacos de carbón. 
A la 1:05 p.m. del mismo día 7, los dos buques peruanos continuaron su derrotero al Norte. En la noche, a las 10:00 p.m. se avistó del Huáscar una luz por la proa. Era el vapor de la "Carrera" que bajaba al Sur. 
A las doce de la noche se divisaron del Huáscar las luces de Antofagasta. Una hora después el monitor arribó al fondeadero. La Unión siguió a Punta de Tetas con instrucciones de esperar allí al Huáscar. A las 3:30 p.m. volvieron a reunirse los dos buques peruanos y prosiguieron su derrotero al Norte, navegando dos o tres millas de tierra, teniendo el Morro Moreno por la escuadra. En este momento, según la narración de García y García, Comandante de la Unión, que seguía las aguas del Huáscar, el monitor, "desvió rápidamente su rumbo sobre el Oeste y luego al Suroeste; haciéndose al mismo tiempo la señal de buques enemigos." En efecto el humo de cuatro vapores se veía distintamente un poco al Norte, muy cerca de tierra y próximo a nosotros. Eran las 4:30 a.m. y aunque la luna se hallaba fuera, el tiempo estaba brumoso, como sucede de ordinario al amanecer en estas costas. El viento soplaba fresco del Sur, y como esto era desfavorable a la marcha del Huáscar, nos interpusimos con la Unión entre el monitor y los enemigos, quienes, teniéndonos más inmediatos y avistando sólo nuestro humo, gobernaron en nuestra persecución. 
Así logramos, aumentando progresivamente el andar, llevarlos más allá al Sur, mientras el Huáscar fue rondando su rumbo al Norte, que era el más favorable a su marcha. A las 5 h. 30 a.m. había aclarado completamente, y entonces pudimos observar que nuestros perseguidores era una división chilena compuesta de un blindado y tres vapores más. Luego que éstos reconocieron al Huáscar, que ya se encontraba como a tres millas al Norte, gobernaron todos en su demanda. La Unión pasó a colocarse entre el Huáscar y los enemigos, conservando de éstos una distancia de cinco a siete mil metros."
Del Huáscar se divisaron a las 3: 15 a.m. tres humos, según la narración de Carvajal. "....nos acercamos lentamente a ellos para reconocerlos y comprendiendo que eran buques enemigos, entre los cuales se cambiaban señales, hicimos rumbo al S.O. para separarnos de la costa y de la dirección de ellos. Al amanecer pudimos reconocer perfectamente al Blanco Encalada,  la Covadonga y el Matías Cusiño, del primero de los cuales nos separaba una distancia como de seis millas. El Blanco Encalada y la Covadonga nos siguieron de caza, habiéndose dirigido el Matías Cusiño para Antofagasta."
"Puestas las máquinas a toda fuerza", prosigue la narración de Carvajal, "el Huáscar, con un andar de diez y tres cuartos de milla, logró pronto hacer proa sucesivamente al Oeste y al Norte, quedando con su derrota libre hacia ese lado, siendo perseguido por los dos buques.....mencionados. Así continuábamos, cuando a las 7;15 a.m. avistamos por el Noroeste tres humos, y pocos minutos después pudimos reconocer en ellos al Cochrane, la O¨Higgins y el Loa, que hacían rumbo a cortar nuestra proa. Se mandó entonces forzar la máquina para evitarlo, ganando camino hacia el Norte antes de ser cerrados. La Unión que, que venía por nuestra cuadra de babor, pasó a la de estribor y merced a su andar avanzó al Norte. No sucedió así con el Huáscar a pesar de los esfuerzos que se hicieron con tal objeto, de suerte que a las 9:40 a.m. siendo inevitable el encuentro, afianzamos nuestro pabellón, disparando los cañones de la torre sobre el Cochrane a mil metros de distancia. El Blanco Encalada y la Covadonga venían a seis millas por nuestra popa; la O´Higgins y el Loa se dirigieron a cortar el paso a la Unión. El Cochrane no contestó inmediatamente a nuestros disparos, sino que estrechó su distancia merced a que traía mayor andar que nosotros, de manera que sólo cuando estuvo  a doscientos metros por babor hizo sus primeros disparos."
Observaciones repetidas, dice García y García, "nos hacían conocer que el Huáscar aumentaba, aunque, lentamente la distancia respectiva. Así continuó todo hasta las 7:20 a.m. hora en que el vigía dio la voz de tres humos por el N.O." Poco después se reconocieron tres vapores que componían una segunda división encabezada por el otro blindado chileno. Desde ese momento nuestra situación se hizo muy delicada. El paso del N. 1 4 N.E. al Este se hallaba cerrado por la costa inmediata, que nos demoraba a ese lado, el del N.N.O. al O. por la nueva división, y el del Sur por la primera que nos perseguía. No quedaba, pues, otro recurso que forzar a todo andar el paso por el Norte. Desgraciadamente, los buques que venían del N.O. estaban muy inmediatos y el blindado de su frente ganaba notablemente distancia. 
El Huáscar.....procuraba aprovechar para el Norte cuanto le era posible en su proximidad a tierra; pero la distancia del enemigo decrecía hasta cuatro mil metros más o menos. En estos momentos, 9:30 a.m. el Huáscar, que ya no tenía salida, puso violentamente la proa sobre tierra frente al Morro de Mejillones de Bolivia. La Unión, con un mayor andar entonces, pudo franquearse siguiendo al Norte el rumbo que traíamos." 
Riveros zarpó con su división de Mejillones para el Sur a las 10 de la noche del día 7, navegando a la vista de la costa.
Como a las 3:30 a.m. del día 8, a la altura de Punta Tetas, la guardia del Blanco Encalada avistó por la proa dos humos de vapores que parecían salir de la costa como a reconocer a los buques de la división chilena. La distancia entre unos buques y otros era como de cinco millas. "Ordené gobernar inmediatamente sobre los buques avistados", dice Riveros, "los que comenzaron a alejarse tan pronto como me dirigí sobre ellos. Esta circunstancia me hizo comprender que me hallaba en presencia de las naves enemigas, y poco más tarde la claridad del día me trajo la convicción de que el Huáscar y la Unión huían delante del Blanco Encalada.....la caza estaba empeñada. A pesar del mal estado de las calderas del Blanco Encalada ordené dar a la máquina toda la fuerza y seguir rumbo directo sobre el enemigo. Comprendí muy bien, visto el andar de las naves perseguidas, que serían inútiles mis esfuerzos si no acontecía, como lo esperaba confiadamente, que el resto de las naves de la escuadra chilena saliese al paso y contuviese al enemigo en su huida. Para esperarlo, recordaba que el comandante del Cochrane debía a esas horas cruzar como a veinte millas al Oeste de la Punta Angamos. El enemigo huía delante del blindado chileno, a veces inclinado su rumbo hacia el Oeste, a veces a cercándose a tierra, pero siempre en dirección al Norte. El superior andar de sus naves aumentaba por momentos la distancia que nos separaba. Mi deber sin embargo era continuar....la persecución, como el mejor medio de llevar al enemigo hacia un combate inevitable, esperando de que al fin se presentase el crucero de Mejillones.
Como a las 7:00 a.m. se avistaron hacia el Noroeste humos de vapor. Momentos después pude adquirir la certeza de que se presentaban nuestras naves esperadas y de que emprendían por su parte la caza del enemigo. Las naves peruanas, reconociendo el peligro que las rodea, forzaron sus máquinas y continuaron huyendo hacia el Norte, pero no lejos de la costa. 
Entre los buques enemigos y nuestros blindados mediaría en esos momentos una distancia como de seis mil a ocho mil metros. La Unión, como de mayor andar, aumentaba visiblemente su distancia. El Cochrane, dando la mayor posible a su máquina, alcanzó notablemente a estrechar la distancia que lo separaba del monitor peruano. Éste, con supremos esfuerzos, procuró buscar una escapada hacia el Norte, pero el blindado chileno ganaba sobre él cortándole el paso, y se veía que no estaba distante el momento en que, siendo imposible la huída, debía realizarse el combate. A las 8:40 a.m. El Cochrane se hallaba como a tres mil metros de distancia del Huáscar. Al as 9:15 a.m. el Huáscar, siempre huyendo, disparó sobre el Cochrane sus primeros cañonazos. Nuestro blindado no contestó ...siguió avanzado sobre él.....el combate pocos momentos después se empeñó con nutrido fuego de cañón de una y otra nave."
Latorre zarpó a Mejillones con su división a media noche, después de recibir orden de Sotomayor de partir y cruzar en el paralelo de Punta Angamos, a veinte millas de la tierra más cercana. A las 4:00 a.m. del día 8, los buques de Latorre estaban en el punto de su destino. Al aclarar el día, dice el relato del comandante del Cochrane, "se avistó un buque que nos demoraba S.S.E. Sucesivamente un segundo cercano al primero: Ambos por la visible que se iban haciendo, los supuse de buques sospechosos, y en previsión de que fueran enemigos ordené......levantar la mayor presión posible. 
Momentos después, nuevos humos que aparecían en la misma dirección, no me dejaban duda alguna que los buques Blanco Encalada y Covadonga perseguían en su retirada al Norte a los de la marina peruana Huáscar y Unión. Ordené forzar las máquinas, gobernando a la vez rectamente sobre Punta Angamos, donde creía poder cortarles su derrota, obligándoles a empeñar el combate....el enemigo, que al principio se mantuvo a rumbo, seguro de la superioridad de su marcha, comenzó a dar muestras de sorpresas una vez descubierto su error. Después de cambiar dos o tres veces de derrota, la Unión, destruyendo el convoy, enmendó su proa al Norte, y siguió esa dirección a todo vapor, en tanto que el Huáscar, al parecer, se disponía a aceptar el combate....."A 2,300 metros del Huáscar, Latorre reconoció que el monitor le presentaba sus cañones "abiertos tres cuartas de nuestra proa por estribor." Latorre prosiguió, sin embargo, a cortarle el rumbo, persuadido de que buscaba oportunidad de escapar. Eran entonces, dice, las 9:20 de la mañana. 
Esta parece ser más o menos, según todos los testimonios la hora de los primeros disparos del Húascar que iniciaron el combate. "Al sentir pasar dos proyectiles por sobre nuestra borda", dice Latorre, "goberné directamente sobre el monitor, juzgando que este movimiento, a la vez que disminuía la distancia amenazando al enemigo con el espolón, le obligaría a colocarse en una situación desventajosa, por cuanto debía venirse sobre el Cochrane, a caer sobre estribor, presentando aquella parte de su buque hacia la cual, según informes, no podía dirigir la boca de sus cañones por defectos de su torre". 
El Huáscar abrió sus fuegos, según Latorre, a la distancia de 2,300 metros. El Cochrane contestó cuando la distancia había disminuido a 2,200 metros. "El enemigo, continuando sus disparos, cayó sobre estribor, lo que me hizo gobernar paralelamente a él para continuar el combate en estos términos, hasta que llegó a estrechar la distancia a 450 metros."
Un detalle del combate, la caída de la bandera que flameaba en el palo mayor del Huáscar, hizo que Latorre, interpretando erróneamente el incidente, suspendiera sus fuegos. Notando empero que el Huáscar no detenía sus movimientos, rectificó su primera interpretación, juzgando con acierto esta vez, que la bandera no había sido arriada sino que había caído, y ordenó la continuación del cañoneo. La bandera reapareció un momento después, levantada por el oficial Enrique Palacios, bajo los fuegos de los buques enemigos. Eran, según Latorre, las 10:10 de la mañana. El Huáscar y la Covadonga navegaban paralelos en este momento. Unos minutos después, el enemigo, dice Latorre, "ejecutó la peligrosa maniobra de girar sobre estribor, que sólo me la pude explicar por alguna avería en la torre o en su timón." Latorre cerró la caña a babor para espolonear, "sin disminuir.....el andar de la hélice de estribor, porque, si bien con esto conseguiría aumentar la rapidez de la caída, disminuiría la maniobra, que era sobre todo lo que nos importaba mucho conservar, atendida la del enemigo. El Huáscar pudo pasar libremente por nuestra proa; pero este movimiento lo echó sobre el Blanco Encalada, que en ese momento avanzaba con ligereza sobre nosotros. Eran.....las 10 h. 25 m. a.m. El Blanco Encalada en su rápido ataque sobre el monitor, se interpuso entre él y nuestro buque, de tal manera que hubimos de girar sobre babor y el Blanco Encalada sobre estribor, motivando así que la distancia entre el Blanco Encalada y el Cochrane se aumentara de 200 metros a 1,200 metros. Ordené....forzar cuanto era posible nuestras máquinas, a la vez que el Huáscar, escapando a los fuegos que ahora lo combatían, describió un arco de círculo y puso resueltamente proa al Cochrane. En el acto imité la maniobra del monitor, lo que visto por éste, cerró su caña a estribor, alcanzando su popa a pasar franca de nuestro espolón cinco metros distante. 
Se aprovechó esta circunstancia para disparar una de nuestras piezas con puntería por depresión. Como el Huáscar continuara girando sobre estribor, el Blanco Encalada, que más atrás que nosotros hacía el mismo rumbo que anteriormente el Cochrane, aprovechó el momento para también espolonearlo, operación que todavía una vez más, intentamos sucesivamente ambos blindados, pero sin alcanzar el objeto propuesto. Mientras tenían lugar estos movimientos nuestros fuegos continuaban, viéndose por fin el enemigo obligado a enderezar su proa al Norte y rendirse enseguida, habiendo arriado definitivamente su bandera a las 10 h. 55 m. a.m. terminándose así este combate después de una resistencia tenaz y vigorosa."  
El Huáscar ni se rindió ni arrió jamás su bandera; pero esta era la acostumbrada versión chilena en todos los caso, invariable y constante como una consigna. Los marinos peruanos desde Moore, comandante de la "Independencia", fueron todos sistemáticamente calumniados por los marinos chilenos a través de la guerra en sus informes oficiales de los encuentros y acciones de armas, en el pueril empeño de hacerlos aparecer como cobardes; y los héroes del Huáscar no podían escapar a esta curiosa tradición chilena, que persistió hasta el fin de la guerra. Pero estas calumnias no sólo los dieron oficiales secundarios de la marina chilena, sino también de los jefes de más alta graduación. Riveros, el jefe de la escuadra, testigo del heroísmo de los combatientes del Huáscar, dijo por telégrafo al gobierno en Santiago, cuando aún no se había desvanecido el humo de la batalla, que el Huáscar se había rendido. 
Mientras el Huáscar y el Cochrane entablaban el combate, el Blanco Encalada avanzaba. El Huáscar, cuenta Riveros, "después de sostenido cañoneo con el Cochrane, dirigió su proa hacia el Blanco Encalada, haciendo algunos disparos sobre este blindado, que fueron.......contestados." Riveros menciona el incidente de la bandera así: "Hubo un instante en que dejó de verse izada la bandera del Huáscar y se creyó concluido el combate; pero la bandera peruana volvió a levantarse en la nave enemiga, y la lucha continuó." El recurso al espolón por los tres blindados revela la estrecha proximidad en que los buques libraban el combate. Las distancias se acortaron de tal manera, dice Riveros, que se creyó llegado el momento de emplear el espolón. "Hubo un instante", dice, "en que el Huáscar pasó como a veinticinco metros de distancia del Blanco Encalada, disparando sus cañones y haciendo nutrido fuego con sus ametralladoras. "El Cochrane, alejado por algún trecho del Huáscar por el movimiento que éste.......hizo sobre el Blanco Encalada, volvió.....sobre él, y maniobrando con......destreza, colocó al enemigo entre dos fuegos."
Los primeros disparos del Cochrane perforaron el blindaje del casco de la sección de la torre del Huáscar, un pie sobre la línea de agua. Un  proyectil estalló dentro de esta sección, poniendo fuera de combate doce hombres. Otro cortó el guardín de babor de la rueda de combate y hubo que gobernar con aparejos. Diez minutos después , refiere Carvajal, "un proyectil chocó en la torre del comandante, la perforó y estallando dentro hizo volar al comandante......Grau, que tenía el mando del buque, y dejó moribundo al teniente primero don Diego Ferré, que le servía de ayudante."
Grau murió, pues, en los primeros momentos del combate, tomó el mando del buque, muerto Grau, el capitán de corbeta Elías Aguirre, "y bajo sus órdenes se continuó el combate cada vez más tenaz y sostenido." Las dificultades del gobierno, prosigue la narración de Carvajal, "no permitían al Huáscar mantener una dirección constante, de manera que sólo aprovechaba parte del andar que le producía la máquina; esto fue causa de que el Blanco Encalada y la Covadonga llegaran a estrechar su distancia hasta ponerse a 200 metros por la aleta de estribor. 
En esta situación, no contando ya el Huáscar con la ventaja de su andar y encerrado entre los blindados, a la par que dirigió sus fuegos sobre el Blanco Encalada, viró para embestirlo con el espolón, ataque que fue prontamente evadido y que dejaba al buque a merced de las buenas punterías de los blindados y aun de la Covadonga."
Aguirre no tardó en seguir a Grau en el camino de la muerte. Como a Grau una bomba lo hizo pedazos en la torre de combate que había ocupado desde que asumió el mando.
Carvajal que se encontraba al costado del cañón derecho de la torre y había sucedido a Aguirre en el mando, cayó pronto también, gravemente herido por una granada y fue trasladado a la sección de la máquina. Tomó entonces el mando el teniente primero Pedro Garezón, a quien le correspondía conforme a la ordenanza. El Huáscar se encontraba sin gobierno por tercera vez, refiere Garezón en su parte oficial, "pues las bombas enemigas, penetrando por la bobadilla, habían roto los aparejos y cáncanos de la caña, lo mismo que los guardianes de combate y varones de calena del timón. Estas bombas al estallar ocasionaron incendios en las cámaras del comandante y oficiales, destruyéndolas completamente. Otra bomba había penetrado en la sección de la máquina por los camarotes de los maquinistas, produciendo un nuevo incendio y arrojando las mamparas sobre los caballos, que pudieron continuar en movimiento por haberse aclarado con la debida actividad de los dos trozos que cayeron sobre ellos." Otros dos incendios ocurrieron, uno bajo la torre del comandante y el otro en el sellado de proa.
En este estado dice Garezón, "y siendo de todo punto imposible ofender al enemigo, resolví, de acuerdo con los tres oficiales de guerra que quedábamos en combate, sumergir el buque antes de que fuera presa del enemigo; y con tal intento mandé al alférez de fragata.......Ricardo Herrera, para que en persona comunicara al primer maquinista la orden de abrir las válvulas, lo cual fue ejecutado en el acto, habiendo sido para ello indispensable para la máquina.......Eran las 10:10 a.m. cuando se suspendieron los fuegos del enemigo. El buque principiaba ya a hundirse por la popa, y habríamos conseguido su completa sumersión, si la circunstancia de haber detenido el movimiento de la máquina no hubiera dado lugar a que llegaran al costado las embarcaciones arriadas por los buques enemigos, a cuya tripulación no nos fue posible rechazar por haber sido inutilizadas todas las armas que teníamos disponibles. Una vez a bordo los oficiales que las conducían, obligaron a los maquinistas, revolver en mano, a cerrar las válvulas, cuando ya teníamos cuatro pies de agua en la sentina y esperábamos hundirnos de un momento a otro. Procedieron activamente a apagar los varios incendios......y nos obligaron a pasar a bordo de los blindados junto con los heridos."
El despacho oficial de Mac Mahon refiere: "La primera bomba que tuvo efecto en el departamento de la máquina fue por el costado de babor, en mi camarote rompiendo la lumbre y echándola encima de los caballos, así como también una porción de tornillos y pernos del blindaje, produciendo un incendio en dicho lugar. La segunda se llevó el cubichete de la máquina, arrojando encima de los caballos una lluvia de trozos de madera. La tercera vino de popa por la cámara de los oficiales, trayendo una gran cantidad de astillas y mamparas rotas a la máquina. la cuarta vino por el costado de estribor al centro del departamento reventando dentro, rompiendo los camarotes de dicho lado y destruyendo todo el departamento; esta bomba dejó algunos muertos e hirió a otros......En este momento la máquina estaba completamente cubierta de trozos de madera, fierro y camas......no hubo ninguna avería en la máquina.....todo el departamento estaba lleno de humo, procedente del incendio ocasionado por las bombas. En la sala de fuegos no hubo averías; pero el número de bombas que habían reventado en el interior de la chimenea estaba llena de humo y hollín, haciendo imposible ver las indicaciones de vapor y de agua de las calderas. Como las cámaras estaban demolidas, fue necesario mandar abajo a los heridos; la mayor parte de ellos fueron puestos en las carboneras de proa.....En este estado y viendo los oficiales que era imposible la salvación del buque, recibí orden personal y privada del alférez de fragata......Ricardo Herrera, para abrir las válvulas y echar el buque a pique, cuya orden la ejecuté en el acto.....sacando a todos los heridos de abajo. 
Después de esto tuve que parar la máquina para sacar las puertas de los condensadores; pero no tuve tiempo suficiente para concluir de sacarlos, pues fuimos abordados y tomados prisioneros; en este momentos el buque tenía tres o cuatro pies de agua en la sentina superior; en pocos momentos más iba a comenzar a entrar el agua por los agujeros de las bombas enemigas y el buque se habría ido violentamente a pique. Yo y el segundo ingeniero fuimos amenazados con revolver al pecho, diciéndonos que moviésemos la máquina y sacásemos el agua; nosotros rehusamos hacerlo por ser prisioneros de guerra, pero nos dijeron que los ingenieros del Rímac habían sido forzados a entregar la máquina y que teníamos que hacerlo o moriríamos. 
El Huáscar cayó en poder del enemigo, dice Carvajal, "cuando no le fue posible continuar su resistencia, inutilizados sus cañones, roto su timón y diezmada su tripulación......como último recurso se abrieron.......las válvulas para sumergir el buque, y se hubiera conseguido este resultado si al llegar al costado del Huáscar las embarcaciones del enemigo hubiera sido posible resistirlo de algún modo. No siendo esto así, sus tripulaciones tomaron posesión del buque, detuvieron su sumersión cuando ya tenía cuatro pies de agua en sus fondos; extinguieron algunos incendios que aún se conservaban en proa y popa del buque y.......lo condujeron a Mejillones, no sin algunas dificultades, favorecidos por la tranquilidad en que se hallaba el mar."
El número de proyectiles que había recibido el buque, dice Garezón "no se puede precisar, pues apenas ha habido sección que no haya sido destruida, haciendo imposible un examen detenido por la aglomeración de destrozos....."el Huáscar hecho pedazos", telegrafió Riveros al gobierno en Santiago.  
Según Riveros, algunos de los tripulantes del Huáscar se tiraron al agua, lo que él atribuyó a que "había entrado la desmoralización en la tripulación de la nave peruana", sin embargo de que dice que esto ocurrió después que  el Huáscar "se vio obligado a rendirse." La recta interpretación parece ser que los que se tiraban al agua sabían que el buque se estaba hundiendo y simplemente se adelantaban al completo hundimiento. Así puede explicarse la desaparición de cuatro de los tripulantes del Huáscar. Probablemente se ahogaron. Riveros dice que se ocupó "en ordenar que se arriasen los botes de las naves más próximas para llevar oportunos auxilios a los náufragos"; pero parece indudable que perecieron cuatro de los que se tiraron al agua cuando el Huáscar se hundía, pues no de otro modo puede explicarse la desaparición de cuatro individuos de la tripulación. 
En Iquique, en el combate del 21 de Mayo, no se perdió una sola vida en el agua. Grau salvó todos los sobrevivientes de la Esmeralda, a pesar de que el buque chileno se había sumergido y todos estaban en el agua. 
El Cochrane disparó 45 granadas Pellisser, de 9 pulgadas; 12 de segmento de 20 libras; 4 dobles de 7 libras, 12 de shrapnell de 7 libras; 560 cápsulas de ametralladora y 1,000 de rifle. El Blanco Encalada consumió 31 cartuchos con 50 libras de pólvora, cañón de 9 pulgadas; 31 granadas Pellisser cargadas, cañón de 9 pulgadas; 6 cartuchos con 212 libras de pólvora, cañón de 20 libras; 6 granadas comunes cargadas, cañón de 20 libras; 4 cartuchos con una libra dos onzas de pólvora, cañón de 7 libras; 350 tiros de ametralladora; 1,000 tiros de rifle Comblain. Este detalle cuenta por sí sólo la historia de la heroica resistencia del Huáscar. Casi al terminar el combate, dice Riveros, "llegó la Covadonga a tiro de cañón y alcanzó a disparar uno de sus proyectiles sobre el enemigo".
La tradición de malas punterías del Huáscar se mantuvo desde el principio hasta el fin de la guerra, desde Iquique hasta Angamos. El Huáscar no tenía artilleros, no los tuvo nunca, y esta causa de inferioridad fue manifiesta en todas las acciones en que tomó parte. Las punterías del Huáscar, dice Latorre en su informe de Angamos, "casi siempre pasaban altas, alcanzándonos en el casco sólo cinco de sus proyectiles de a 300: uno en el blindaje de la batería, aflojando los pernos de la plancha respectiva por el efecto de la concusión; otro en la aleta de estribor que destrozó el camarote del comandante, parte de la sala de armas, botica, cubichete de la máquina, pañol del piloto, yendo a salir por el lado opuesto; un tercero que perforó la proa a estribor metro y medio sobre la línea de agua y destrozó las cocinas, bita de vapor de proa y otras averías pequeñas; el cuarto cerca de la línea de agua debajo  del portalón de estribor, que no causó ningún daño por venir en dirección muy oblicua, y finalmente, el quinto que se llevó el pescante de la gata de babor." Latorre agrega: "El fuego de ametralladora de la cofa del Huáscar nos cortó casi toda la maniobra de babor, perforó en varias partes la chimenea......el blindaje de las cofas, quebró algunos vidrios de cubichete, atravesaron también algunos botes."
Cuando el Blanco Encalada, Riveros dice: "El Blanco Encalada no tuvo en el combate ni pérdida ni deterioro alguno." Por telégrafo, Sotomayor informó con fecha 9 al gobierno en Santiago, desde Mejillones, adonde habían ido con el Huáscar los buques vencedores: "Las averías del Cochrane de muy poca importancia."
Hubo en el Cochrane, por todo, siete heridos, según Latorre, nueve heridos y un muerto según Riveros. Ninguno en el Blanco Encalada; cuatro de los heridos del Cochrane lo fueron por astillazos. Los tres restantes por bala de ametralladora. 
A bordo del Huáscar había, cuando empezó el combate, 200 personas, de los cuales murieron en el combate 31. Los vencedores hicieron 165 prisioneros; los cuatro desaparecidos deben haber muerto ahogados. 
Los 165 sobrevivientes del Huáscar estaban casi todos heridos y éstos casi en su totalidad, heridos de gravedad. Hasta el cocinero del Huáscar, Edward Ford, ciudadano de los Estados Unidos, fue herido gravemente. Había heridos tan graves que no fue posible trasladarlos al Blanco Encalada o al Copiapó, buques que condujeron los prisioneros a Valparaíso. Entre ellos estaba Enrique Palacios, el héroe que recogió la bandera peruana, caída en medio del combate y la restableció en el tope del palo mayor del Huáscar. Tenía diecinueve heridas; los oficiales muertos fueron, además de Grau, Elías Aguirre y José Rodríguez. Los muertos del Huáscar fueron enterrados en Mejillones.
Riveros alude al Huáscar en sus despachos de la batalla con las palabras del buque rendido. En su informe del 10 de Octubre en Antofagasta, dice: "....coloqué guarnición chilena a bordo del buque rendido....."En el mismo informe dice: "En esos momentos, el Huáscar......se vio obligado a rendirse."
En el despacho del 8 de Octubre dice: "....el Huáscar....hecho pedazos se rindió." En el informe oficial de Latorre se lee la misma cosa. "....Viéndose por fin el enemigo obligado a rendirse...", dice Latorre va más lejos y agrega: "...habiendo arriado definitivamente su bandera a las 10 h. 55 m. a.m." Definitivamente parece una alusión al incidente de la bandera en el curso de la batalla, y una implicación y reiteración de que la bandera fue entonces arriada pero izada de nuevo. El mismo Sotomayor telegrafío al gobierno a las 12:50 p.m. del día 8: "Huáscar rendido."
Como se ha visto, el Huáscar no se rindió. Combatió heroicamente hasta el fin; y cuando ya no pudo hacer uso de su artillería, con sus jefes muertos, oficiales y tripulación heridos en su mayor número, el oficial de mando en turno dio orden de hundir el buque, y el Huáscar se hundía cuando los marinos chilenos lo abordaron. En cuanto a la bandera, el último comandante del Huáscar, Garezón, dice en su informe de la batalla: "....cuando los oficiales y la tripulación de los botes (chilenos) subieron a la cubierta del buque, se encontraron el pico caído por haberse roto la driza de cadena que lo sostenía, de manera que el pabellón que pendía de él y que había sido izado por segunda vez, se encontraba en la cubierta, cuya circunstancia la hizo notar el teniente 1° Señor Toro del Cochrane, y a otros oficiales cuyos nombres no recuerdo."
Latorre es el único que dice, sin embargo, que el Huáscar arrió su bandera.
Riveros infiere de los estragos de la artillería de los dos blindados chilenos en el Huáscar, "que los combatientes de los buques chilenos debieron tener durante el combate igual serenidad que en un tiro al Blanco." Lo que el acierto de las punterías chilenas prueba, sin embargo, es que en los dos blindados había, como bien se sabe que había, consumados artilleros. 
Todos los testimonios sostienen el hecho de que el heroísmo del Huáscar en la desigual batalla en que por fin sucumbió el famoso buque peruano luchando solo en combate decisivo con los dos acorazados chilenos fue digno y culminó en una epopeya. 
El triunfo "se ha obtenido con pocos sacrificios" dice Riveros. Los sacrificios son siete o nueve heridos y un muerto en el Cochrane, y pequeños daños materiales en este buque. El costo era irrisorio, comparado con las consecuencias, que eran incalculables. "Felicito al supremo gobierno y a la nación", telegrafió Sotomayor, "por tan feliz acontecimiento", la captura del Huáscar, "porque él facilita al ejército el desempeño de la alta misión a que está llamado en esta guerra." La misión del ejército que el vencimiento del Huáscar hacía posible, era la invasión y la mutilación del Perú, objeto de la guerra. 
A bordo del Huáscar, además de peruanos, había ingleses, alemanes, griegos, noruegos, franceses, daneses, estadounidenses; todos cumplieron su deber. Entre los extranjeros los ingleses constituían el mayor número, no menos de 30; y casi todos recibieron heridas graves.  
"Resistencia tenaz y heroica de la tripulación del blindado peruano", comunicó Riveros al gobierno en su primer despacho de la batalla. "La defensa del monitor ha sido heroica", comunicó Sotomayor al ministro de marina. 


Autor: Jacinto López
Libro: "Historia de la Guerra del guano y el salitre o Guerra del Pacífico entre Chile, Bolivia y Perú"





 

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