En Norteamérica, tal como ocurrió en Centro y Sudamérica, con el contacto con los europeos, la población nativa fue diezmada por enfermedades hasta entonces desconocidas en esas tierras: la viruela, sarampión, la gripe, el cólera y la peste bubónica. En cuanto al aspecto cultural, los rituales religiosos y las costumbres sociales nativas fueron consideradas salvajes por los europeos, en una perspectiva que pronto condujo a un sistemático aniquilamiento de los indígenas. En la constitución norteamericana de 1787 no se cumplieron las promesas hechas a los indígenas que colaboraron con la independencia. Además, entre 1776 y 1860, nuevas oleadas migratorias inglesas terminaron de arrasar con los pueblos nativos. La última de las batallas entre el gobierno norteamericano y los indios fue en Dakota del Sur, en la localidad de Wounded Knee, en marzo de 1890. Allí, las tropas norteamericanas asesinaron incluso a mujeres y niños siux, y lo que sobrevivió de la tribu fue finalmente conducido a una reserva. Actualmente los indios norteamericanos viven en reservas en las regiones centrales y occidentales de EE.UU., especialmente en Colorado, Arizona (EE.UU.) y en Canadá.
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