César quería dar al régimen por él instaurado su nombre verdadero, restableciendo la monarquía, pero el título de rey no era popular en Roma.
Muchos intelectuales y políticos lo consideraban como negación de la libertad y traición a la tradición republicana; también la concentración de poder en sus manos era vista como peligrosa por algunos y mirada con envidia por otros; lo cierto es que se preparó su asesinato.
Los organizadores del complot fueron Casio y Marco Junio Bruto. César conoció con antelación la trama urdida. Pero quizá no creyó, con la seguridad que le daban su modo de ser y su prestigio, que el intento prosperase.
Sin embargo, el 15 de marzo del año 44 a.C. en una reunión del senado, en la que probablemente se discutía la elevación al trono de César, fue muerto de 23 puñaladas, los senadores presentes eran 60. Nadie lo defendió,
Producido el asesinato de César, los senadores intentaron justificar el hecho anunciando al pueblo la muerte del tirano. La reacción colectiva recorrió el camino del estupor a la amenaza, pasando a la protesta.
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