martes, 27 de junio de 2017

Ubicación geográfica de la cultura Inca

En sus orígenes los incas ocuparon la actual región del Cuzco (Perú), pero a partir del gobierno del Inca Pachacuti el imperio inca creció vertiginosamente. El imperio inca o Tawantinsuyu estuvo situado en la parte céntrica y occidental de América del Sur, abarcó los territorios de seis países: Desde el sur de Colombia y norte del Eucador, hasta el centro de Chile y desde el noroeste de Argentina, pasando por Bolivia, hasta la costa, andes y parte de la amazonía del Perú. Cuando alcanzó su mayor expansión durante el gobierno del inca Wayna Qhapaq, se calcula que tenía 1800 000 Km2 de territorio. 
Los límites fronterizos del imperio inca fueron las siguientes:

  • Por el norte, con el río Ancasmayo, a inmediaciones de Pasto en Colombia.
  • Por el sur, con el río Maule, en Chile.
  • Por el oeste con el Océano Pacífico.
  • Por el noreste con la selva amazónica de Ecuador.
  • Por el este, parte de la Amazonía del Perú.
  • Por el sureste la región andina de Bolivia y la provincia de Tucumán en Argentina.
Los incas dividieron su territorio en grandes porciones administrativas o "suyus" para un mejor control. Dichos suyus o regiones fueron cuatro:

Antisuyu: Al este del Cuzco. Ocupaba parte de los andes amazónicos, en el flanco oriental de la cordillera andina. La región se caracteriza por su abrupata geografía, la cual está cubierta por una densa vegetación. Ha sido llamada también Selva Alta. Una de las pruebas de la presencia de los incas en parte de la amazonía es la utilización de recursos provenientes de esta zona. Por ejemplo, tenemos el uso extendido de la coca y de plumas que son típicos de esta zona. 

Collasuyu: Al sur del Cuzco. Ocupa el altiplano peruano-boliviano, el norte y centro de Chile y la región noreste de la Argentina. 

Chinchaysuyu: Al norte del Cuzco. Ocupa la costa e los andes del Perú y parte de Ecuador y Colombia. Esta región muy pequeña al comienzo de la expansión incaica, fue creciendo por una serie de conquistas militares hasta convertirse en una la región más grande y más poblada del imperio inca. Abarcó los territorios de los antiguos reinos de Chimú, Chincha y Cajamarca. 

Contisuyu: Al oeste del Cuzco. Fue la provincia más pequeña. Abarcó la parte occidental del Cuzco hasta la zona costera de Ica y Arequipa (Perú).  


Fuente: Historia del Perú 2 de Rocío Chirinos M. y María Luisa Palacios Mc. B.
         Socio mundo de Edit Bruño.

lunes, 26 de junio de 2017

Manifestaciones culturales de los aztecas

1) Arquitectura. Tuvieron una arquitectura similar a la de los Mayas, de tamaños imponentes, belleza en las formas y sobreabundancia de decorados, se caracterizó por:

  • Colosales edificios, cuyo material base fue la piedra.
  • Decoración en sus muros y fachadas, mostrando bajos relieves y esculturas diversas.
La máxima expresión de la arquitectura azteca fue la ciudad de Tenochtitlán, que entonces sobrepasaba en urbanismo a casi todas las ciudades europeas. Edificada sobre numerosos islotes en el lago Texcoco, tuvo palacios, pirámides, jardines, campos para practicar como el juego de la pelota (tlachtli) y viviendas. Tenochtitlán contaba con una red de acueductos que abastecía de agua a la ciudad y un canal que las drenaba (red de agua y desagüe).


2) Astronomía y matemáticas. Contaron un calendario similar al de los Mayas, pero inferior en exactitud (aunque más exacto que el europeo), que tenía 365 días, divididos en 18 meses de 20 días cada uno, y cinco días complementarios. En matemáticas, contaron con un sistema vigesimal de numeración, es decir, que se contaba por veintenas: fueron capaces, asimismo, de  registrar las fracciones en operaciones de aritmética. 


3) Escritura. Inventaron una escritura no muy desarrollada, si la comparamos con la de los mayas, la misma que fue una mezcla de signos jeroglíficos y pictográficos, que representaban determinadas ideas. 
La escritura azteca pasó por varias etapas:
  •  Pictografía: Representación de la idea por el dibujo del objeto mismo.
  • Jeroglífica: Representación simbólica del objeto. 
  • Fonética: Representación de los sonidos con que se nombra el objeto.
Esta última comenzaba su desarrollo cuando llegaron los españoles. Los aztecas tuvieron una literatura que incluía teatro y poesía. La poesía era ocupación preferida de la nobleza y el sacerdocio. 


Fuente: Socio Mundo de Edit. Bruño e Historia 2 de Pablo Macera

martes, 20 de junio de 2017

La muerte en tiempo de los incas

La muerte para los incas era sencillamente el pasaje de esta a la otra vida. Por eso nadie se atormentaba frente a ella, porque estaban seguros de que sus descendientes y su ayllu cuidarían de su cadáver momificado, o simplemente disecado, llevándole comidas, bebidas y ropajes durante todos los años del futuro. En dicho aspecto lo único que le acongojaba era que pudieran ser quemados o pulverizados, porque eso si significaba su desaparición total.

No tenían la menor idea del paraíso celestial, tampoco del infierno ni mucho menos del purgatorio o la existencia de diablos al estilo de las religiones del viejo mundo. Tampoco pensaban en la resurrección de los muertos. Sin embargo creían en otras cosas: que el camaquem o fuerza vital muere o desaparece cuando al cuerpo vivo o al cadáver se lo quemaba o desintegraba. La etnia Huaro, al sur del Cusco, concebía la reencarnación o transmigración del camaquen de un sujeto que acababa de morir a otro que recién nacía.
En el sur, una vez fallecido, al cuerpo yerto se le bañaba para purificarlo; luego se le sobaba con sebo y maíz blanco molido, mullu y otros ingredientes. Acto seguido, se le vestía. Los parientes lloraban y después lo llevaban al Machay (cueva) para colocarlo junto a otros difuntos del ayllu. El camaquem no se retiraba del lado de los restos mortales sino cinco días más tarde de finado; fecha en la que los parientes iban al río o arroyo más próximo a lavar los atuendos y otras prendas dejadas por el muerto, una vez limpios, se los guardaba para seguir vistiendo a la momia. Estaban convencidos que ulteriormente de exhalar el último suspiro, esa fuerza vital de su propio ser seguía con vida, y creían igualmente que en el cadáver seguían latentes muchos atributos del ser vivo: sed, hambre, calor, frío, etc. De ahí porque para el jatunruna era importante la conservación del cadáver, lo que resultaba fácil en costa y Andes dada las condiciones ecológicas, que coadyuvaban a su disecación y momificación.


Consecuentemente, para que no padecieran de hambre ni sed colocaban adyacentes al muerto vasijas de alimentos y bebidas, cosas que se le continuaba llevando cada cierto tiempo, en fechas conocidas. Tal hecho explica la necesidad de dejar hijos y descendientes para asegurar el abastecimiento permanente al fallecido. 
Tanta era la obsesión o temor que con el tiempo el cuerpo del muerto quedara abandonado por alguna razón, se colocaba a todos los cadáveres en una sola tumba llamada machay, para que ese lugar recibieran el culto y cuidados por la comunidad (ayllu), quienes, por respeto y tradición, les llevaban coca y les mudaban de vestimenta. Era un desvelo el que sus cadáveres no desaparecieran, porque su conservación significaba seguir viviendo. Fue, pues, la idea de la supervivencia después de la muerte lo que condujo a la preservación de los yertos despojos. Entre los jatunrunas, el muerto era envuelto en telas, dejándole el rostro libre; pero entre los sapaincas se les colocaba una máscara de oro delgado, que de seguro reproduciría los rasgos fisonómicos del difunto. 

Con respecto a la momificación de inca, el resguardo de su momia en sus aposentos solariegos, rodeada de esposas y yanas vivos, afianzando su continuidad. Para el runa andino no había nada más angustioso que la desaparición de los cuerpos de sus antepasados, o pensar de que el suyo propio iba a correr ese triste destino. Tal vez por esa razón, Atawallpa soportó que lo bautizaran y prefirió morir por la del garrote en vez de ser llevado a la hoguera y así evitar que su cuerpo desaparezca. 

Así como los cadáveres recibían cuidados especiales, se los disponía de tal forma para que se secaran y pudieran conservarse centenares de años. En los Andes, los pobladores de habla quechua por lo común no acostumbraban a enterrarlos en el subsuelo. Eran arropados y colocados en posición fetal, (codos entre las rodillas y las manos sujetando el mentón). Estas momias eran llevadas a cuevas naturales o aftificiales llamadas machais, ubicadas en cañones y laderas de los cerros. Rodeándolos con objetos familiares: vajillas, herramientas, comidas, bebidas. Quedaban pues, prácticamente al aire libre, a la vista de todos. Hasta allí acudían sus parientes colaterales y directos, llevándoles mates de alimentos, derramando chicha y poniendo hojas de coca en las bocas de las momias. También a sacrificarles cuyes y llamas. En la costa, en camio, las momias eran sepultadas bajo tierra y arena en posición de cúbito dorsal o fetal; pero dispuestos en tal forma que la cámara funeraria, holgada, no aplastara al muerto, para evitar que padeciera con el peso de tanto material encima. Se acondicionaba un tubo de caña para conectar la boca del cadáver con la superficie exterior para verterle chicha ritual en las fechas que tenían acostumbradas. 



Los pueblos aymaras conservaban a sus muertos ilustres sobre el suelo, alrededor de los cuales construían unos mausoleos de piedra y/o tierra dura que recibían la denominación de chullpas y pucullos. En a cultura Chachapoyas, a los nobles se les enterraba con pintorescas urnas funerarias hechas de arcilla, pero con apariencia de cuerpos humanos, incluyendo una cabeza. Urnas a las cuales colocaban en altas cuevas u oquedades, cuyas vías de acceso las destruían totalmente, para eludir su profanación. Enterrar a un noble bajo el suelo entre los chachas era signo de desprecio. 
El muerto de la costa era enterrado conservando los mismos gestos con que había fallecido. Por lo demás las tumbas constituían lugares sagrados; y las momias de los antepasados seres sacralizados, acudiendo a ellas para solicitarles buenas cosechas y aguas, o la detención de éstas cuando se excedían.






Como se advierte, existían dos categorías principales de culto: el divino y funerario. Con respecto a lo funerario, las momias debían ser cuidadas y conservarlas, visitarlos por lo menos una vez al año para cambiarles de vestimenta y sacarlos para llevarlos cargados, las espaldas o sobre una parihuela, procesionalmente rumbo a la comunidad para danzar con el cadáver. Pensaban que con aquel rito contribuía a dar bienestar y eternidad al ayllu. Un oficiante exprofesamente encargado hacía recordar las fechas y el compromiso intangible de llevarles alimetos y bebida: un deber ineludible de los hijos y de los descendientes. La preservación y culto de las momias de los runas o gente común no demandaba tanto servicio y gasto como la de los sapaincas y grandes curacas.

El esmero y precaución que ponían en los cadáveres es prueba en que creían en la vida sobrenatural. Se imaginaban que los muertos seguían sintiendo casi todos los problemas y necesidades que los seres vivos. Además daban por hecho de que sus espíritus o camascas, por ser tan numerosas las defunciones a lo largo de la vida y trayectoria de los ayllus y etnias, ya no tenían como caber en el mundo de los muertos, por falta de tierras y de viviendas para todos. Suponían también que los camascas se agrupaban en ayllus, al igual que los jatunrunas vivos. 

En los Andes, el espacio o recinto de los camascas estaba aquí mismo, en la caypacha; unos paraban en campos floridos y otros en cumbres nevadas, a los cuales, para llegar a los citados camascas tenían que caminar por trochas y puentes llenos de dificultades y obstáculos; dicha vía, además, era oscura, pudiendo vencerla solo gracias a un perro-guía, de preferencia negro, animalito que tenía la facultad de ver a los camascas en la noche. Como resultado de tal creencia mataban un perro durante los funerales. Los que tenían ganado sacrificaban una llama, para que el "alma" del citado auquénido ayudara a transportar la carga del muerto.
En la costa, estaban persuadidos que las almas iban a descansar en las islas ubicadas frente a sus playas, en la mamacocha o mar. 

En el Chinchaysuyu estaban seguros de que las almas se alejaban de los cadáveres a los cinco días del fallecimiento. Y después, una vez por año, en el mes que conmemoraban a sus difuntos (noviembre), visitaban las casas de sus parientes vivos tomando la forma de moscones que, durante el vuelo, emitían un suave y característico zumbido. EL hecho explica por qué no mataban a dichos animalitos.
Si el culto de los ancestros determinó la conservación del cadáver, lógicamente que su preservación generó la técnica de la momificación. A veces extraían las visceras y el cerebro. Lo restante les resultaba fácil merced a las condiciones ecológicas de los Andes y la Costa, en la primera por el gélido frío de las mesetas, y en la segunda por la sequedad de los arenales salitrosos. Las vísceras acostumbraban a enterrarlas en los sitios donde habían nacido, de preferencia en el punto donde sus madres los arrojaron al mundo el día del parto. 

Creían también en el Sapainca muerto, podía sobrevivir en una estatua, a la que se le reputaba su segundo cuerpo. La mencionada efigie recibía el nombre de guaoqui o huaoqui, a la que se adicionaba el nombre del soberano a quien simbolizaba y encarnaba, para ellos la estatua tenía vida. El culto que practicaba cada panaca en torno a ellas, garantizaba su supervivencia.

Fuente: Los Incas de Waldemar Espinoza

la religión azteca

los aztecas fueron politeístas, es decir adoraban a muchos dioses.Las deidades fueron concebidas como entidades terroríficas, que debían ser alimentadas o satisfechas con sangre humana. Los sacrificios humanos fueron, de esta manera muy generalizado en la cultura azteca, practicados a través de rituales macabros. Un sacerdote se encargaba de clavar el cuchillo de obsidiana en el pecho del sacrificado y extraerle el corazón, y otro lo decapitaba; mientras tanto una muchedumbre observaba y festejaba alborotada. Muchas guerra emprendidas por los aztecas fueron motivadas por el deseo de conseguir víctimas. 
Entre sus principales divinidades figuran las siguientes:
a) Huitzilopochtli: Identificado con el Sol y considerado el dios de la guerra, cuyo culto ofrecía masivos sacrificios humanos.
b) Quetzalcóatl: Representado como una serpiente emplumada, dios de la sabiduría y de la civilización, benefactor de los hombres, a quienes enseñó la agricultura.
c) Coatlicué: Temida diosa de la tierra, la lluvia y el rayo, que influía en la germinación de las plantas y en el gobierno de las aguas, las sequías e inundaciones. 

Entre los templos aztecas destacó el Templo Mayor llamado "El Gran Teocalli", situado en el centro de la ciudad de Tenochtitlán.

La religión azteca fue una de las más complejas de América, la historia y el tiempo tenían un recorrido cíclico que dependía de la lucha entre dos grandes dioses:  Quetzalcóatl (dios bueno) y Texcatlipoca (dios malo). Antes de los aztecas habían existido cuatro soles. El primer sol o primer universo había terminado cuando el dios de la noche se comió a los gigantes. El segundo cuando el dios bondadoso convirtió a los hombres en monos. El tercer sol con un diluvio de fuego enviado por otro dios. El cuarto sol con el gran diluvio de agua. Los aztecas estaban viviendo en el quinto sol. Al finalizar cada sol, ocurrían grandes desastres; el sol era un personaje divino: algunas veces era llamado el príncipe de las flores, pero otras, como en tiempo de la primavera, se le conocía como el desollado.

Fuente: Socio mundo de Edit. Bruño Historia 2 de Pablo Macera

martes, 13 de junio de 2017

Organización política de los aztecas

Cada ciudad azteca se encontraba gobernada por una autoridad que recibía el nombre de tlatoani. El más importante era el tlatoani de Tenochtitlán, considerada como la máxima autoridad, es decir, el "Huey Tlatoani" o gran orador. Era a la vez el supremo jefe militar, el más importante juez y el representante terrenal de los dioses (teocracia). Era asesorado por un consejo supremo, formado por cuatro integrantes, que entre otras facultades, nombraba al sucesor del monarca. En el escalafón político seguían los funcionarios y los jueces de las diversas ciudades (la mayoría de las veces, los jueces castigaban los delitos con la pena de muerte), los sacerdotes y militares.

El gobierno azteca fue una monarquía con ciertas particularidades por ser consecuencia de una confederación de tres estados. Con el transcurrir del tiempo, por las guerras de expansión y alianzas matrimoniales de los reyes que conforman la triple alianza, el poder se estructuró de la siguiente manera:
a) El Tlacatecuhtli
Se formó la clase dirigente o tecuhtli conformado por representantes de cada tribu de la confederación, cuya máxima autoridad fue Tlacatecuhtli un especie de rey, que acumulaba poder civil, militar, religioso y judicial. 
Los sometidos a las castas expoliadoras importantes se mantenían fieles a las tradicionales autoridades, las cuales debían permanecer parte del año en Texcoco y pagar determinados tributos fijados en fuerza de trabajo o en especies a entregar en intervalos bajo la supervisión de un funcionario llamado calpixqui. 
b) El Consejo Supremo
Estaban conformados por los miembros del Callpulli Real, este consejo a la muerte del máximo gobernante, designaba al sucesor en base a sus méritos y capacidades; además tenía funciones legislativas. 
c) El Cihuacóatl
Era el representante del Tlacatecuhtli en el campo militar, era el segundo o adjunto del rey. 
d) El Petlacalcatl
Era el tesorero o mayordomo mayor que se encargaba de guardar los tributos en los almacenes de la ciudad. También recaudaba los tributos. Las ciudades, estaban divididas en parcialidades que tenían dirigentes propios, estas parcialidades se llamaban Callpulli. 

Fuentes: Socio Mundo, Edit Bruño; Historia de América y del Mundo, Andrés Alfaro L.

lunes, 12 de junio de 2017

Organización económica de los aztecas

los aztecas basaron su economía en la agricultura, empleando varias técnicas derivadas de sus condicionamientos geográficos. Aplicaron el sistema de rozas, que consiste en extraer la maleza o hierba mala del terreno, a través de la quema. Pero la técnica que más los identifica fue la de las chinampas, que son islas artificiales en las orillas de los lagos, especie de huertos flotantes hechos con grandes cantidades de barro, que permitieron ganar tierras fértiles en lugares de excesiva humedad. También emplearon sistemas de regadío en las zonas más secas, pero alcanzando un lugar muy técnico muy regular. 
Los cultivos más importantes fueron los de maíz (principal alimento), frejol, pimiento, cacao, tomate, algodón, plátano y maguey (de esta planta extraían el pulpe, sustancia con la que preparaban una especie de bebida muy sabrosa). En algún momento la agricultura les permitió alimentar a más de 5 millones de personas. 
En cuanto al comercio, fue también una actividad muy importante para los aztecas. Sus mercaderes llamados pochtecas, se hicieron famosos llevando productos a diferentes pueblos conquistados e intercambiándolos por oro, plata, cobre, perlas, etc. En el comercio azteca era común las ferias para el intercambio de productos. 
Domesticaron al pavo, el perro y el pato, de las abejas aprovecharon su miel. 





Fuentes: Socio mundo, Edit. Bruño; Historia de América y del mundo, Andrés Alfaro L. 

Ubicación geográfica de la cultura azteca

los aztecas se desarrollaron en la meseta de Anáhuac o valle central de México, entre las cordilleras Sierra Madre oriental y Sierra Madre occidental. Cuando se expandieron, llegaron hasta el Istmo de Tehuantepec, al sur de México. 
Los aztecas decían ser descendientes de los toltecas; quizás lo hacían por el gran prestigio que los toltecas tenían entre todos los pueblos mexicanos. Los aztecas cuyo nombre era los Mexica y su lengua era el náhuatl (nahua), se hicieron llamar así en homenaje a una ciudad llamada Aztlán, de donde creían haber salido. 
Llegaron al valle de México a principios del siglo XII y a mediados del siglo XIV un jefe suyo llamado Tenoch fundó Tenochtitlán. En sus comienzos los aztecas estuvieron sometidos a otro Estado en calidad de guerreros mercenarios. Pero luego fueron imponiendo su fuerza militar sobre las ciudades y señoríos vecinos. 


Fuente: Ciencias Sociales, Edit. Bruño; Historia de América y del Mundo, Andrés Alfaro L.

domingo, 5 de marzo de 2017

El curaca

Era el jefe étnico o jefe de un ayllu; la administración del imperio se realizó a través de los curacas. La elección de los curacas no la hizo el inca, eran seleccionados dentro de sus propios sectores étnicos, por medio de rituales de iniciación que los transformaban en personas semisagradas. Por este motivo, los curacas eran transportados en andas. 



Las funciones que desempeñaron los curacas fueron:

  • Eran los encargados de administrar los bienes comunales del ayllu.
  • Debían organizar las variadas formas de mita andina.
  • Velaban porque los miembros de un ayllu tuvieran los bienes esenciales para el consumo diario.
  • Eran los mediadores en los conflictos que podían originarse entre los miembros de un grupo étnico.
  • Eran también intermediarios entre el imperio y el ayllu.
  • Controlaban los depósitos de producción agrícola y vigilaban la conservación de los bienes.
  • Presidian las ceremonias religiosas y todos los ritos señalados por el calendario anual.
Fuente: Historia del Perú 2 por Rocío Chirinos y María Luisa Palacios


 

Copyright @ 2013 Aprenda historia de la humanidad.