Fue un documento firmado en la ciudad de Tacna por los plenipotenciarios nombrado por los tres gobiernos, el 1 de mayo de 1837; en dicho Pacto se dio oficialmente el nacimiento de la Confederación Perú-Boliviana gracias a los votos de las Repúblicas Sur y Nor peruanas y del Estado Boliviano.
Su bandera debería ser roja con los escudos de las tres Repúblicas entrelazadas por un laurel. Cada República tendría su gobierno propio; pero sujetas a la autoridad del Gobierno General.
Las fuerzas militares se concentraban alrededor de la suprema autoridad interior que el protector encarnaba. Competía, así mismo, al Gobierno General, la dirección de las relaciones internacionales de la Confederación; además tenía la facultad de arreglar lo concerniente el comercio con otras naciones, las aduanas generales y el correo. El Gobierno General lo conformaban en primer lugar el Protector, a quien debía elegir el Congreso General por diez años con facultad para reelección. Disponía de todos los empleos del ejército y la marina, nombraba a los agentes diplomáticos y consulares de la Confederación, establecía y dirigía las aduanas generales y la administración general de los correos. Era el generalísimo de las fuerzas del mar y la tierra de la Confederación, mientras los presidentes de la Repúblicas confederadas tenían las atribuciones de capitanes generales de las provincias. Ejercía el Poder Ejecutivo en el Estado. Creaba los ministerios de Estado, nombraba y removía a los ministros. Elegía a los presidentes de las Repúblicas confederadas, a los senadores del Congreso General y a los ministros de las tres cortes supremas y presentaba a la Silla Apostólica a los arzobispos y obispos. Podía disolver el Congreso General. Tras la muerte del protector, su reemplazante sería una persona que dejase nombrada.
El Poder Legislativo General se componía de dos cámaras aptas para reunirse cada dos años por cincuenta días. Los miembros del senado, inamovibles, cinco por cada una de las tres Repúblicas confederadas, eran nombrados por el Protector entre los propuestos por los colegios electorales y sus funciones resultaron análogas a la de los censores de la Constitución vitalicia.
Los representantes que debían ser siete por cada una de dichas Repúblicas, tenían un período de seis años y su origen provenía de la elección por el Congreso General de la Confederación entre los designados por los colegios electorales para su respectiva Cámara. Entre sus funciones estaban incluidas las de iniciar los proyectos de ley concernientes a los ramos que pertenecían al Gobierno General. Los colegios electorales no elegían sino proponían senadores, representantes y hasta presidentes de las Repúblicas confederadas. La condición de propietario o industrial aparecía como requisito esencial para formar parte de ellos.
Cada República pagaría las deudas que hubiera contratado antes del pacto; las de la antigua República peruana se dividiría, lo mismo que sus créditos, entre las dos nuevas Repúblicas, Nor y Sud- peruanas, a juicio del Congreso General. Un artículo especial implicaba una amenaza virtual a la integridad del Estado Sur del Perú; pues ordenaba que cada una de las tres Repúblicas, tuviera cuando menos, un puerto mayor para mantener el comercio con las naciones extranjeras. La moneda de aquellas (repúblicas) circularía en todo el territorio de la Confederación. Los votos de las Asambleas se Sicuani (Sur-Perú) Tapacarí (Bolivia) y Huaura (Nor-Perú); Santa Cruz fue proclamado Protector de la Confederación para el primer período.
Firmaron el pacto de Tacna por el Estado Nor-Peruano el obispo de Trujillo Tomás Diéguez, el vocal de la Corte Superior de Lima, Manuel Tellería y el Coronel Francisco Quiroz; por la República del Sur-Peruano el obispo de Arequipa, José Sebastián de Goyeneche, el juez de Ayacucho, Pedro José Florez, y el coronel Juan José Larrea; Por Bolivia, el arzobispo de la Plata, José María Mendizábal, el vocal de la Corte Suprema, Pedro Buitrago, y el coronel Miguel María de Aguirre.
El proyecto sin debate en Tacna había sido convenido ante (dice Sánchez de Velasco, memoralista de la época) entre los plenipotenciarios bolivianos Aguirre y Buitrago, el vicepresidente Calvo y sobre todo, Santa Cruz, quien, con el objeto de llegar a ese acuerdo, viajó especialmente a la Paz, donde fue recibido con bailes y música, banquetes y corridas de toros que se prolongaron durante cuatro días.
Fuente: Basadre, Jorge: Historia de la República del Perú. 1822 - 1933, Primera Edición 2005. Tomo 2. Editada por el Diario "El Comercio" de Lima
Capítulo 22 Pág. 122-124
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