La capital del reino Huanca fue la gran ciudad de Siquillapucara, actualmente conocida con el nombre de Tunanmarca. Está edificada en la cima de un cerro de cantería o roca traquítica.
Todo el reino estaba gobernado por el jatuncuraca y de carácter hereditario; sus órdenes eran acatados por sus vasallos, quienes como tributo, le sembraban y cosechaban sus sementeras de maíz, papa, ají y otras ubicadas tanto en el valle como en la selva alta.
Nadie todavía a medido su área ni su altitud, ni se ha levantado ningún plano. Pero debe tener dos kilómetros de largo por medio de ancho. Por el Oeste y el Sur la circundan tres murallas concéntricas de piedra; mientras que por el Oeste y el Norte, unas laderqas muy empinadas le sirven de defensa natural. Siquillapucara era una ciudad fortificada, toda su extensión estuvo cubierta por casas típica huanca: circulares y de un solo piso, de piedra y barro, con cobertizos de jenñual y paja. Se calcula que hubo más de tres mil habitaciones. Casi todas están derruidas ahora, salvo seis que quedan con las paredes intactas, pero sin cobertizos. Además quedan aún dos con techos abovedados con lajas de piedra. Cada habitación constituía una vivienda para una familia nuclear. No hay calles, sino pasadizos en laberinto; cada casa es independiente de otra.
En el centro de la vieja capital huanca, todavía quedan la plaza y el templo dedicado a Huallallo Carguancho, el dios nacional del reino Huanca. Y a una cuadra más o menos, hacia el norte, se halla el palacio del rey Huanca o jatuncuraca. Este tenía, y aún pueden verse siete habitaciones grandes y redondas. Están encerradas por una cerca, tiene un gran patio donde jugaban los numerosos hijos del rey, y donde conversaban las siete esposas del rey; se afirma que vivían en gran armonía. Ahora mismo, también se puede contemplar la larga y ancha avenida que conectaba la plaza del templo con la parte baja del cerro.
Siquillapucara fue la capital del reino Huanca por espacio de casi medio milenio; allí debieron vivir casi más de quince mil habitantes. Fue la residencia de los más altos dignatarios y funcionarios del reino. Cuando, en 1460, Túpac Inca invadió el valle del Huancamayo, en plan de conquista, Siquillapucara fue la última ciudad en rendirse al militarismo cusqueño. Viejos documentos todavía inéditos, cuentan que los huancas de la capital del reino, fueron vencidos por el hambre y la sed, ya que sus provisiones se agotaron. Pero una vez derrotados sus heroicos defensores fueron deportados en masa a la región septentrional de Chachapoyas. Hombres y mujeres salieron abandonando sus tierras y moradas, lanzando agudos alaridos de dolor y desperación. Pero la orden fue cumplida y la vieja y monumental capital huanca quedó despoblada para siempre. Desde entonces solo hierbas y sabandijas conocen de su desgracia del abandono. Sin embargo la ira del vencedor no quedó allí; Túpac Yupanqui ordenó derribar casas, palacios y templos. Todo fue echado por los suelos, salvo seis u ocho habitaciones que las dejaron intactas para la eterna memoria de la gloriosa ciudad huanca.