foto: memoriachilena.cl
El jueves 27 de noviembre de 1879, poco después de las ocho de la mañana se presentaron en el campamento peruano unos arrieros donde dieron la noticia de la presencia del ejército chileno (caballería, infantería y artillería). El jefe del Estado Mayor, el coronel Belisario Suárez preparó un plan de ataque, organizando a la segunda división-el batallón Zepita y Dos de Mayo al mando del coronel Andrés A. Cáceres. Las tropas peruanas al Oeste de la Cima de Tarapacá lograron capturar pertrechos y armas. La tercera división comandada por el coronel Francisco Bolognesi se dirigieron hacia las pendientes del cerro Tarapacá al Este, protegiendo el lado contrario de Cáceres. Buendía y Suárez se quedaron en la aldea como medida de protección. La división Ríos protegió Cerro Redondo. Se ordenó el regreso de las divisiones mandadas por Herrera y Dávila que ya habían emprendido la marcha hacia Arica (Pons, 1980).
La segunda división chilena al mando del comandante Eleuterio Ramírez tuvo que emplear dos compañías para repeler el ataque de las tropas peruanas en el flanco derecho que ocupaban la cuesta de Visagra, que estaba al mando del coronel Emilio Castañón. Ramírez empleó otras fuerzas en su ataque al cerro Tarapacá, donde se concentraba la división Ríos y el batallón Ayacucho de la división de Bolognesi. El comandante chileno en poco tiempo se vio rodeado por el batallón Arequipa. Pudo llegar a duras penas hasta la plaza de armas con cuantiosas pérdidas humanas, no le quedó otra alternativa que retirarse rápidamente del lugar. Los soldados chilenos de la segunda línea se atrincheraron en las casas y matorrales, por tal motivo se dio la orden de prender fuego con la finalidad de sacarlos; el pánico se apoderó de las tropas chilenas, unos lograron huir y otros cayeron prisioneros. Ante los refuerzos que recibieron las tropas chilenas, Suárez ordenó que fuera en ayuda de Cáceres la división Ríos, permitiendo que las tropas peruanas lograran retroceder al enemigo.
Aproximadamente a las cuatro de la tarde la batalla se detuvo por falta de municiones por parte del ejército peruano; pero minutos antes de las cinco de la tarde, hicieron su aparición las tropas patriotas dirigidas por Herrera y Dávila reforzando a las fuerzas que combatían al mando de Cáceres. Con los refuerzos de la Guardia Nacional de Iquique, dirigida por Alfonso Ugarte, la victoria peruana era inminente.
Lugo de una batalla de casi nueve horas, el saldo final dejó 236 muertos, 261 heridos y 76 dispersos por el lado peruano; las bajas chilenas fueron 516 muertos y 176 heridos. El comandante chileno ordenó la retirada de todo su ejército chileno. Se salvaron del aniquilamiento, porque el ejército peruano le faltaba caballería y municiones (Toledo, 1980).
Lamentablemente esta victoria no se concretó, las tropas peruanas tuvieron que retirarse hacia Arica, sin posibilidades de resistir otro ataque de los chilenos y sin probabilidades de ser auxiliados, Tarapacá era un terreno perdido. Los enemigos aprovecharon la ausencia de las tropas peruanas y comenzaron a explotar el guano y el salitre con la colaboración de los capitales ingleses, permitiéndoles financiar las siguientes campañas militares.
Referencias bibliográficas
PONS, G (1980) Historia del Perú, Editorial Omega.
TOLEDO, E. (1980) Historia del Perú.