A la muerte de cada inca, los ancianos de la corte examinaban su vida y costumbres y si había sido provechoso para el pueblo, eran llamados los quipucamyoc para que registrasen los hechos y hazañas y los conservaran. Cieza de León dice: "Y estos indios que por mandado de los reyes sabían estos romances, eran honrados por ellos y favorecidos y tenían cuidado grande de los enseñar a sus hijos y a hombres de sus provincias y a sus más avisados y entendidos que entre todos se hallaban, y ansi por las bocas de unos lo sabían otros, de tal manera que hoy día entre ellos cuentan lo que pasó ha 500 años, como si fueren 10... Los que sabían los romances, a voces grandes, mirando contra el Inca, le cantaban lo que por sus pasados había sido hecho, y si entre los reyes alguno salía remiso, cobarde, dado a vicios y amigo de holgar, sin acrecentar el señorío del imperio, mandaban que de estos tales hobiese poca memoria o casi ninguna, y tanto miraron en esto que si alguno se hallaba era por no olvidar el nombre suyo y la sucesión, pero en lo demás se callaban, cada una de las momias de los reyes, además del servicio conocido, tenía sus truhanes y decidores que estaban con palabras alegres contentando al pueblo".
Además de los quipucamayoc, eran escogidos por el Inca tres o cuatro hombres ancianos que fueran hábiles para que en cada provincia anotaran las cosas que ocurrían durante el tiempo de su reinado, fuesen prósperas o adversas, y que las tuviesen en la memoria y de ellas hicieran cantares para que más fácilmente fueran recordadas en lo futuro. Dichos cronistas no publicaban lo sabido y solo lo hacían en presencia del propio Inca. Estaban obligados en sus relatos a no hacer referencia alguna a hechos o actos que se relacionaran directa o indirectamente con el monarca reinante, pues solo debían tratar de la historia de sus antepasados, y luego que era muerto el rey, a su sucesor le decían estas palabras: "Oh Inca grande y poderoso, el sol, la luna, la tierra, los montes y los árboles, las piedras y tus padres te guarden de infortunio y te hagan próspero, dichoso y bienaventurado sobre todos cuantos nacieron, sábete que las cosas que sucedieron a tu antecesor son éstas", y luego, puestos los ojos al suelo y bajadas las manos con gran humildad le daban cuenta de todo lo que sabían. Y el nuevo Inca a su vez elegía otros cronistas que cumpliesen la misma función.
Fuente: Historia del Perú antiguo a través de la fuente escrita por Luis E. Valcárcel
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