miércoles, 10 de octubre de 2012

Combate de Angamos






El Huáscar y la Unión habían salido de Iquique en una de sus acostumbradas expediciones contra los blindados y los puertos chilenos. El general Prado cuidaba siempre de advertir en sus instrucciones a Grau, que no debía comprometer los buques de su mando; pero esto era seguramente una forma ritual, pues lo característico de las operaciones que Prado ordenaba y de la ejecución de estas operaciones por el Huáscar, era el desafío deliberado y persistente del peligro.
El único peligro que el Huáscar evadió siempre fue el de un combate con los blindados chilenos. Y esto era simplemente natural. Prado supo explorar el error del bloqueo, movilizando sus fuerzas y sus recursos militares y haciendo a su sombra una guerra activa y osada. Sin embargo no podía tener esperanza alguna de salvación en esta ni en ninguna otra clase de guerra; y no podía ignorar que tan pronto como el error del bloqueo cesara y los chilenos se resolvieran a la guerra ofensiva, la situación cambiaría por completo y la decisión de la campaña naval sería simple cuestión de días. Su propósito fue hacerle el mayor daño posible, trastornar sus planes, desorganizar sus comunicaciones, mantener en zozobra sus puertos y fortalezas, retardar la hora de la invasión, aprovechando lo más posible el tiempo, mientras el bloqueo y la jefatura de la escuadra en manos de Williams permitieran esas cosas. 
La expedición del Huáscar y la Unión hacia el Sur a principios de Octubre y la expedición de la escuadra chilena a Arica al mismo tiempo que la de la peruana al Sur, presagiaba que un encuentro decisivo era inevitable y que los buques peruanos no tendrían cómo escapar de la persecución de la flota chilena forzándolos a un combate final. 
Si el Huáscar y la Unión hubieran estado en Arica el cinco de Octubre, allí entonces se habría decidido la guerra. Pero aun suponiendo que la escuadra chilena hubiera rehusado librar un combate con las fortalezas de Arica al mismo tiempo que con los buques y el monitor Manco Cápac, habría sido bastante que bloqueara el puerto. EL ejército de la invasión había podido así embarcarse en Antofagasta sin temor de los buques peruanos. El general Prado resolvió continuar haciendo después de la supresión del bloqueo de Iquique la misma clase de guerra que había hecho favorecido por el bloqueo. 
Las instrucciones de Prado, fechadas el 30 de Setiembre en Arica, son textualmente como sigue:
"instrucciones a que deberá sujetarse el contraalmirante Don Miguel Grau en la expedición que se le encarga sobre el enemigo:
1° El monitor Huáscar, la corbeta Unión y el transporte Rímac, saldrán inmediatamente en convoy bajo las ordenes del contraalmirante Don Miguel Grau.
2° Se dirigirán a Pisagua y desembarcarán allí a los jefes, oficiales y bultos pertenecientes al ejército boliviano. 
3° Concluido el desembarco, se dirigirán inmediatamente a Iquique y desembarcarán las fuerzas que lleva el Rímac, en el que se embarcará toda la madera que allí existe con destino a este puerto de Arica. Una vez el Rímac con la madera embarcada , se vendrá inmediatamente a este puerto. 
4° Concluido el desembarque, el Huáscar la Unión, ambos bajo las órdenes del almirante Miguel Grau, zarparán con rumbo a Tocopilla, donde llegarán en la noche y si existiese allí algún blindado enemigo, el almirante Grau mandará aplicarle el torpedo que con tal objeto va embarcado a bordo del Huáscar bajo la dirección de Don N. Waigh, encargado de su manejo y aplicación. 
5° Si no hubiere blindado en Tocopilla, pero si algún otro buque enemigo, el almirante Grau lo tomará, inutilizará o echará a pique según las circunstancias. 
6° En cualquiera de estos dos últimos casos, el almirante Grau resolverá si conviene dirigirse a Antofagasta en busca de algún blindado sobre el cual aplicar el torpedo, o en caso de no encontrarlo cometer o no alguna otra hostilidad, según su juicio. 
7° En ningún caso comprometerá el almirante Grau ninguno de los buques de su mando; y si encontrase buques enemigos en el tránsito, sólo se batirá con fuerzas inferiores, salvo encontrase en imposibilidad de retirarse ante fuerzas superiores, en cuyas circunstancias cumplirá con su deber. "
Hay una adición que dice:
"No siendo posible la aplicación de los torpedos a causa de la claridad de las noches, queda sin efecto todo lo relativo a ellos. El almirante Grau cometerá entre Tocopilla y Coquimbo todas las hostilidades que fuesen posibles y las operaciones que a su juicio puedan ejecutarse con algún éxito, observando siempre lo prevenido en el artículo 7°."
En la madrugada del día 30 de Setiembre (4:40 a.m.), zarpó de Arica el convoy peruano, El Huáscar, la Unión y el Rímac. A las 4: 20 de la tarde del mismo día, el convoy fondeó en Iquique. A las 4 a.am. del 1° de Octubre, las tres naves peruanas abandonaron las aguas de Iquique y navegaron al Norte por una hora. El Huáscar y la Unión hicieron luego rumbo al Oeste, se alejaron de la costa algunas millas y poco después enderezaron sus proas al Sur. 
La escuadra chilena salió de Mejillones para Arica a las 1:20 a.m. del día 2 de Octubre. Se hizo mar afuera a fin de no ser vista de tierra, navegó en convoy durante todo el día 2 y llegó al paralelo 18 el día 3. Según Vicuña Mackenna los buques peruanos y chilenos se cruzaron más o menos a la altura de Chipana el día dos de Octubre, separados por una distancia de 60 millas.
En la mañana del 4 de Octubre los buques peruanos avistaron y reconocieron un vapor de la compañía inglesa, el "Chala". Una hora después (10: 30 a.m.) arribaron a Sarco. En esta caleta encontraron fondeado al bergantín- goleta "Coquimbo" con pabellón inglés. Los marinos peruanos descubrieron, sin embargo, al examinar sus papeles, que antes de la guerra esta embarcación navegaba con bandera chilena y había tenido del cónsul británico en Coquimbo, después de las declaraciones de guerra, certificado provisional de registro para enarbolar el pabellón inglés. Fue en consecuencia apresado y remitido al Callao. Su capitán y los individuos de la tripulación fueron trasladados al Huáscar. El capitán Griffche, fue herido después del combate de Angamos. 
El 5 de Octubre, cuando la escuadra chilena estaba todavía en Arica buscando al Huáscar y a la Unión (1:50 a.m.)o sea diez minutos antes de que las lanchas chilenas que habían de torpedear al Huáscar, se separaran del Loa y emprendieran su movimiento de avance al fondeadero de Arica, los dos buques peruanos llegaban al fondeadero del puerto de Coquimbo. Allí permanecieron sin ser advertidos y sin advertir ellos mismos ningún blindado ni buque chileno alguno puesto que todos estaban en Arica. 
Salieron del puerto y prosiguieron los buques peruanos su rumbo al Sur hasta Tongoy, donde reconocieron al vapor Cotopaxi, de la compañía inglesa, que iba para el Sur.  A la 1: 30 p.m. reconocieron al vapor Ilo, de la Carrera, que iba para el Norte. Otra vez frente a Coquimbo, se detuvieron para hacer algunas reparaciones a la máquina del Huáscar, lo que requirió algunas horas. A las 5: p.m. del mismo día navegaron algunas millas al Noroeste para alejarse de la costa y volvieron al Norte. 
La escuadra chilena había partido de Arica este mismo día 5 para Mejillones. El consejo de guerra del 1° de Octubre a bordo del "Blanco  Encalada" en Mejillones, había previsto la posibilidad de la conveniencia de destacar hacia el Norte, caso de que no estuvieran los buques peruanos en Arica, al Cochrane, la O´Higgins y una de los transportes. El Blanco Encalada debía de todos modos en este caso regresar a Antofagasta, a causa del estado de sus máquinas, las cuales se pensaba componer en Valparaíso. Riveros había sido facultado, sin embargo, para ordenar o no el crucero al Norte de Arica hasta el Callao. En el consejo de guerra del 5 de octubre a bordo del Blanco Encalada frente a Arica, se hizo presente, dice Riveros, que las naves peruanas "según todos los datos obtenidos, habían marchado al Sur y que era muy posible que se hallasen hostilizando la costa de Chile y amenazando nuestros transportes". 
La vuelta a Mejillones se resolvió en consecuencia; pero aun sin esta circunstancia, el viaje de los buques chilenos al Norte con el objeto de recorrer los puertos peruanos hasta el Callao no se habría efectuado, porque Riveros tenía instrucciones de Sotomayor de hallarse con toda la escuadra en Antofagasta a mediados de Octubre, en virtud de resoluciones tomadas en un consejo de guerra en Antofagasta el 26 de Setiembre en la noche, con asistencia de Sotomayor.
Navegando al Sur, rumbo a Mejillones, a donde arribó el 7 de Octubre a las 9:40 a.m. Riveros tuvo a la altura de Pisagua, por un vapor de la Carrera que viajaba de Valparaíso al Callao, confirmación de la noticia de que los buques peruanos andaban recorriendo los puertos chilenos. La noche anterior, es decir, el 6 de Octubre, habían hecho su entrada a Mejillones el Cochrane,      O´Higgins y el Loa.
El 2 de Octubre se tuvo en Chile la primera noticia de la presencia del Huáscar y la Unión en el Sur. Según Bulnes, a las 7:30 a.m. de ese día el vigía de Mejillones avisó que pasaban los dos buques peruanos a cuarenta millas de la costa. No se dio crédito a este aviso, Sotomayor no podía explicarse que siendo cierto, no se hubieran encontrado los buques peruanos y los chilenos, teniendo éstos instrucciones de navegar a cincuenta millas de la costa. 
El Huáscar fue vista dos días después cuando se comunicó con el vapor inglés Chala el día 4, y la noticia fue transmitida sin pérdida de tiempo a Santiago y Antofagasta. No se creyó también esta noticia y fue necesaria que la confirmaran de Sarco, donde se vio al Huáscar apoderarse de una embarcación con bandera inglesa y remitirla al Callao. A partir de este momento los avisos llovieron de todas partes; en Santiago y Antofagasta comenzaron a creerlo. Los pasajeros del vapor Coquimbo vieron a los buques peruanos a la altura de Chañaral y uno de ellos lo comunicó a Santiago (capital de Chile) y Antofagasta por conducto del gobernador de Coquimbo; cuando Latorre llegó a Mejillones con sus buques la noche del 6 de Octubre, pidió órdenes por telégrafo a Sotomayor y éste a su vez las pidió a Santiago.
El día 7, Sotomayor comunicó a Latorre un despacho del ministro Gandarillas, en estos términos:
"Por noticas que tenemos hasta ahora de los buques peruanos, creemos que éstos se han devuelto al Norte, y que probablemente llevarán ese rumbo desde anteanoche, en que se les vio cerca de Coquimbo como a la una de la noche.Deben, pues, estar próximos a pasar frente a Antofagasta. 
Creemos que Cochrane, O´Higginsy  Loa, en posesión de estos datos, deben estar desde luego en observación, avanzando a Iquique y Arica, cruzando por la costa peruana, ante los puertos indicados, tomarán el rumbo que crean más adecuados para encontrarlos. Los buques recalarán tal vez a algún puerto de la costa peruana en busca de noticias sobre nuestra escuadra. Nuestros marinos deben aprovechar esta circunstancia para sorprenderlos. Ese puerto puede ser Iquique, Mollendo o Pisagua, ya que no es natural que vayan a Arica directamente. 
Si los encontraren en los puertos indicados y aun en Arica,creemos que deberán ser atacados si hay probabilidades de éxito. Si no encontraren a los buques enemigos en los puertos indicados, después de cruzar por allí tres o cuatro días, no deberán avanzar al Norte de Arica sino volver a Antofagasta, salvo que operaciones pendientes de importancia, lo obliguen a detenerse por más tiempo". 
Sotomayor agregaba por su parte: "Cumpla usted con las instrucciones que preceden, debiendo salir en convoy de ese puerto hoy mismo. Recomiendo particularmente a usted la mayor vigilancia y la distribución de los buques bajo sus órdenes de manera que sus observaciones abracen el mayor horizonte posible. Usted queda en libertad, oyendo a los comandantes de los otros buques, de dirigir sus operaciones de la manera que crea más eficaz al fin propuesto; pero no olvidando que la rapidez de los movimientos de la escuadra puede contribuir poderosamente al éxito de su expedición. En cuanto al ataque de Arica e Iquique, deliberará usted especialmente con los comandantes antes de intentarlo, pero procederá sin vacilaciones una vez tomado un acuerdo."
Por último, Sotomayor decía en este despacho: "Importa mucho conocer el resultado de la expedición y la dirección de los buques enemigos, para apreciar el grado de confianza que puede inspirarnos el tráfico de nuestros transportes al Sur de Antofagasta." Se refería a los planes de desembarque del ejército de invasión de Tarapacá, con lo cual tenía relación el consejo de guerra del 26 de Setiembre.
El mismo 7 de octubre, Sotomayor volvió a telegrafiar a Latorre: "Se asegura de nuevo que el Huáscar y la Unión navegaban frente a la isla de Chañaral, entre Soquimbo y Huasco, ayer lunes a la 1:30 a.m. No se ha vuelto tener noticias de estos buques, por lo cual se cree que regresan al Norte. 
Creo sería conveniente y si lo hará usted si lo estima oportuno, que los buques a sus órdenes crucen esta noche y parte del día de mañana al frente y a cincuenta millas al Oeste de Mejillones. Es probable que si el Huáscar y la Unión no han tocado en algún otro puerto de nuestra costa, pasen frente a Antofagasta en la noceh de hoy". 
Sotomayor no tenía aun noticia del Blanco Encalada y decía en este despacho: 
"El Blanco, luego que llegué, recibirá el encargo de cruzar enfrente de este puerto y de perseguir a los buques enemigos si los encuentra. Estas circunstancias y el crucero frente a Mejillones, paso forzoso de los buques enemigos, sería muy importante. 
Recomiendo a usted esta idea y sígala como parte de sus instrucciones hasta la hora del día de mañana que estime oportuna. Si durante este crucero hasta la hora que usted determine no se hubieren presentado los buques enemigos, seguirá usted cruzando al Norte, como está prevenido."
Sotomayor indicó posteriormente a Latorre el mismo día que comunicara el rumbo que pensaba seguir en previsión de que hubiera que enviarle algún aviso por el vapor Copiapó; y lo autorizó para retardar la salida del Loa a fin de comunicarle las novedades que pudieran ocurrir. 
Latorre informó en la misma fecha a Sotomayor que saldría con sus buques a mediodía para cruzar en el paralelo de Mejillones hasta el mediodía del día siguiente, "pero sin que se aleje más allá de veinte millas de la costa el buque más cercano a ella, distancia que los buques enemigos estimarán como bastante resguardo."
Latorre decía además: 
"Creo conveniente así mismo manifestar a V. S. que sería oportuno variar las instrucciones en la parte que se ordena cruzar entre Iquique y Arica, a la vista de tierra derrotero obligado para los buques enemigos.
Si V. S. acepta la anterior modificación, me permito proponerle, de acuerdo con los comandantes de O´Higgins y Loa, que nuestros buques se dirijan después del crucero de esta noche directamente a guarecerse tras el cabo Paquica, diez millas al Norte de Tocopilla, y esperar allí la pasada de los buques peruanos hasta el oscurecer del día 10 del presente, en que seguiremos nuestro viaje al Norte, procurando amanecer el 11 en Iquique y el 12 en Arica. 
Desde Paquica podrá establecerse comunicación con Tocopilla enviando para este efecto al Loa, y así imponernos de la oportuna recalada del Huáscar, si esta vez, como de costumbre, pasa el monitor, antes de seguir para Iquique, por nuestros puertos de más al Norte.
No creo conveniente dejar el Loa, en consideración a la hora de partida y a lo corto de nuestra permanencia frente a Mejillones".
Sotomayor aceptó las modificaciones propuestas por Latorre a sus instruccciones y lo facultó para proceder en todo como lo juzgase oportuno.
Al saber la llegada del Blanco Encalada a Mejillones, Sotomayor le ordenó que siguiera inmediatamente con la Covadonga para Antofagasta. La intención de Riveros había sido permanecer en Mejillones cargando carbón hasta la tarde del día 8. Sotomayor ordenó, además, a Rivero que en el viaje a Antofagasta pasara "afuera de la costa para observar si los buques enemigos regresaran al Norte." Le indicaba que tomara carbón en Caldera, donde había un depósito. Rivero recibió luego instrucciones en Antofagasta de cruzar durante la noche del 7 al Suroeste de este puerto "para perseguir a los buques enemigos hacia el Norte y proteger a Antofagasta en caso necesario."
La escuadra chilena, que había operado unida sobre Arica en los primeros días de Octubre, quedó así dividida en dos secciones para asechar el paso de los buques peruanos en su regreso al Sur; compuesta por Blanco Encalada, Covadonga y el Matías, al mando de Riveros; la otra compuesta por el Cochrane, O´Higgins y el Loa, al mando de Latorre. Aquella cruzaría frente a Antofagasta; ésta frente a Mejillones. El plan era muy sencillo y estaba naturalmente indicado por las circunstancias. Se sabía que el Huáscar y la Unión volverían al Norte. Se tenían constantemente noticias de ellos a medida que avanzaban. Se sabía dónde estaban a tal y cual hora y dónde estarían unas horas después. Los seguían materialmente con la vista desde la costa chilena. El día 7 ya no se tuvo más noticias de ellos y esto mismo denunciaba su rumbo, como bien lo advirtió Sotomayor. Toda la cuestión se reducía a escoger los parajes donde la escuadra reunida o dividida los esperaría para cerrarles el camino. Hallándose la escuadra en Mejillones el 7, y sabiéndose de los buques peruanos hasta el día 6, estos parajes estaban por sí mismos señalados. El encuentro era inevitable, aunque los puertos preferidos por la escuadra chilena para esperar a los buques  peruanos hubieran sido otros. Las consecuencias habrían sido las mismas si el plan de Riveros se hubiera realizado en lugar del de Sotomayor y Gandarillas. La última hora del Huáscar había sonado. Si las dos divisiones de la escuadra hubieran seguido al Sur como Riveros pensaba, tal vez la Unión no habría podido escapar; y ésta habría sido la sola diferencia en los acontecimientos del día 8 tal como ocurrieron. 
En la mañana del 7 de Octubre, a las 9:00 a.m. el convoy peruano tuvo que detener su progreso al Norte para hacer nuevas reparaciones en la máquina del Huáscar y transbordar de la Unión trescientos sacos de carbón. 
A la 1:05 p.m. del mismo día 7, los dos buques peruanos continuaron su derrotero al Norte. En la noche, a las 10:00 p.m. se avistó del Huáscar una luz por la proa. Era el vapor de la "Carrera" que bajaba al Sur. 
A las doce de la noche se divisaron del Huáscar las luces de Antofagasta. Una hora después el monitor arribó al fondeadero. La Unión siguió a Punta de Tetas con instrucciones de esperar allí al Huáscar. A las 3:30 p.m. volvieron a reunirse los dos buques peruanos y prosiguieron su derrotero al Norte, navegando dos o tres millas de tierra, teniendo el Morro Moreno por la escuadra. En este momento, según la narración de García y García, Comandante de la Unión, que seguía las aguas del Huáscar, el monitor, "desvió rápidamente su rumbo sobre el Oeste y luego al Suroeste; haciéndose al mismo tiempo la señal de buques enemigos." En efecto el humo de cuatro vapores se veía distintamente un poco al Norte, muy cerca de tierra y próximo a nosotros. Eran las 4:30 a.m. y aunque la luna se hallaba fuera, el tiempo estaba brumoso, como sucede de ordinario al amanecer en estas costas. El viento soplaba fresco del Sur, y como esto era desfavorable a la marcha del Huáscar, nos interpusimos con la Unión entre el monitor y los enemigos, quienes, teniéndonos más inmediatos y avistando sólo nuestro humo, gobernaron en nuestra persecución. 
Así logramos, aumentando progresivamente el andar, llevarlos más allá al Sur, mientras el Huáscar fue rondando su rumbo al Norte, que era el más favorable a su marcha. A las 5 h. 30 a.m. había aclarado completamente, y entonces pudimos observar que nuestros perseguidores era una división chilena compuesta de un blindado y tres vapores más. Luego que éstos reconocieron al Huáscar, que ya se encontraba como a tres millas al Norte, gobernaron todos en su demanda. La Unión pasó a colocarse entre el Huáscar y los enemigos, conservando de éstos una distancia de cinco a siete mil metros."
Del Huáscar se divisaron a las 3: 15 a.m. tres humos, según la narración de Carvajal. "....nos acercamos lentamente a ellos para reconocerlos y comprendiendo que eran buques enemigos, entre los cuales se cambiaban señales, hicimos rumbo al S.O. para separarnos de la costa y de la dirección de ellos. Al amanecer pudimos reconocer perfectamente al Blanco Encalada,  la Covadonga y el Matías Cusiño, del primero de los cuales nos separaba una distancia como de seis millas. El Blanco Encalada y la Covadonga nos siguieron de caza, habiéndose dirigido el Matías Cusiño para Antofagasta."
"Puestas las máquinas a toda fuerza", prosigue la narración de Carvajal, "el Huáscar, con un andar de diez y tres cuartos de milla, logró pronto hacer proa sucesivamente al Oeste y al Norte, quedando con su derrota libre hacia ese lado, siendo perseguido por los dos buques.....mencionados. Así continuábamos, cuando a las 7;15 a.m. avistamos por el Noroeste tres humos, y pocos minutos después pudimos reconocer en ellos al Cochrane, la O¨Higgins y el Loa, que hacían rumbo a cortar nuestra proa. Se mandó entonces forzar la máquina para evitarlo, ganando camino hacia el Norte antes de ser cerrados. La Unión que, que venía por nuestra cuadra de babor, pasó a la de estribor y merced a su andar avanzó al Norte. No sucedió así con el Huáscar a pesar de los esfuerzos que se hicieron con tal objeto, de suerte que a las 9:40 a.m. siendo inevitable el encuentro, afianzamos nuestro pabellón, disparando los cañones de la torre sobre el Cochrane a mil metros de distancia. El Blanco Encalada y la Covadonga venían a seis millas por nuestra popa; la O´Higgins y el Loa se dirigieron a cortar el paso a la Unión. El Cochrane no contestó inmediatamente a nuestros disparos, sino que estrechó su distancia merced a que traía mayor andar que nosotros, de manera que sólo cuando estuvo  a doscientos metros por babor hizo sus primeros disparos."
Observaciones repetidas, dice García y García, "nos hacían conocer que el Huáscar aumentaba, aunque, lentamente la distancia respectiva. Así continuó todo hasta las 7:20 a.m. hora en que el vigía dio la voz de tres humos por el N.O." Poco después se reconocieron tres vapores que componían una segunda división encabezada por el otro blindado chileno. Desde ese momento nuestra situación se hizo muy delicada. El paso del N. 1 4 N.E. al Este se hallaba cerrado por la costa inmediata, que nos demoraba a ese lado, el del N.N.O. al O. por la nueva división, y el del Sur por la primera que nos perseguía. No quedaba, pues, otro recurso que forzar a todo andar el paso por el Norte. Desgraciadamente, los buques que venían del N.O. estaban muy inmediatos y el blindado de su frente ganaba notablemente distancia. 
El Huáscar.....procuraba aprovechar para el Norte cuanto le era posible en su proximidad a tierra; pero la distancia del enemigo decrecía hasta cuatro mil metros más o menos. En estos momentos, 9:30 a.m. el Huáscar, que ya no tenía salida, puso violentamente la proa sobre tierra frente al Morro de Mejillones de Bolivia. La Unión, con un mayor andar entonces, pudo franquearse siguiendo al Norte el rumbo que traíamos." 
Riveros zarpó con su división de Mejillones para el Sur a las 10 de la noche del día 7, navegando a la vista de la costa.
Como a las 3:30 a.m. del día 8, a la altura de Punta Tetas, la guardia del Blanco Encalada avistó por la proa dos humos de vapores que parecían salir de la costa como a reconocer a los buques de la división chilena. La distancia entre unos buques y otros era como de cinco millas. "Ordené gobernar inmediatamente sobre los buques avistados", dice Riveros, "los que comenzaron a alejarse tan pronto como me dirigí sobre ellos. Esta circunstancia me hizo comprender que me hallaba en presencia de las naves enemigas, y poco más tarde la claridad del día me trajo la convicción de que el Huáscar y la Unión huían delante del Blanco Encalada.....la caza estaba empeñada. A pesar del mal estado de las calderas del Blanco Encalada ordené dar a la máquina toda la fuerza y seguir rumbo directo sobre el enemigo. Comprendí muy bien, visto el andar de las naves perseguidas, que serían inútiles mis esfuerzos si no acontecía, como lo esperaba confiadamente, que el resto de las naves de la escuadra chilena saliese al paso y contuviese al enemigo en su huida. Para esperarlo, recordaba que el comandante del Cochrane debía a esas horas cruzar como a veinte millas al Oeste de la Punta Angamos. El enemigo huía delante del blindado chileno, a veces inclinado su rumbo hacia el Oeste, a veces a cercándose a tierra, pero siempre en dirección al Norte. El superior andar de sus naves aumentaba por momentos la distancia que nos separaba. Mi deber sin embargo era continuar....la persecución, como el mejor medio de llevar al enemigo hacia un combate inevitable, esperando de que al fin se presentase el crucero de Mejillones.
Como a las 7:00 a.m. se avistaron hacia el Noroeste humos de vapor. Momentos después pude adquirir la certeza de que se presentaban nuestras naves esperadas y de que emprendían por su parte la caza del enemigo. Las naves peruanas, reconociendo el peligro que las rodea, forzaron sus máquinas y continuaron huyendo hacia el Norte, pero no lejos de la costa. 
Entre los buques enemigos y nuestros blindados mediaría en esos momentos una distancia como de seis mil a ocho mil metros. La Unión, como de mayor andar, aumentaba visiblemente su distancia. El Cochrane, dando la mayor posible a su máquina, alcanzó notablemente a estrechar la distancia que lo separaba del monitor peruano. Éste, con supremos esfuerzos, procuró buscar una escapada hacia el Norte, pero el blindado chileno ganaba sobre él cortándole el paso, y se veía que no estaba distante el momento en que, siendo imposible la huída, debía realizarse el combate. A las 8:40 a.m. El Cochrane se hallaba como a tres mil metros de distancia del Huáscar. Al as 9:15 a.m. el Huáscar, siempre huyendo, disparó sobre el Cochrane sus primeros cañonazos. Nuestro blindado no contestó ...siguió avanzado sobre él.....el combate pocos momentos después se empeñó con nutrido fuego de cañón de una y otra nave."
Latorre zarpó a Mejillones con su división a media noche, después de recibir orden de Sotomayor de partir y cruzar en el paralelo de Punta Angamos, a veinte millas de la tierra más cercana. A las 4:00 a.m. del día 8, los buques de Latorre estaban en el punto de su destino. Al aclarar el día, dice el relato del comandante del Cochrane, "se avistó un buque que nos demoraba S.S.E. Sucesivamente un segundo cercano al primero: Ambos por la visible que se iban haciendo, los supuse de buques sospechosos, y en previsión de que fueran enemigos ordené......levantar la mayor presión posible. 
Momentos después, nuevos humos que aparecían en la misma dirección, no me dejaban duda alguna que los buques Blanco Encalada y Covadonga perseguían en su retirada al Norte a los de la marina peruana Huáscar y Unión. Ordené forzar las máquinas, gobernando a la vez rectamente sobre Punta Angamos, donde creía poder cortarles su derrota, obligándoles a empeñar el combate....el enemigo, que al principio se mantuvo a rumbo, seguro de la superioridad de su marcha, comenzó a dar muestras de sorpresas una vez descubierto su error. Después de cambiar dos o tres veces de derrota, la Unión, destruyendo el convoy, enmendó su proa al Norte, y siguió esa dirección a todo vapor, en tanto que el Huáscar, al parecer, se disponía a aceptar el combate....."A 2,300 metros del Huáscar, Latorre reconoció que el monitor le presentaba sus cañones "abiertos tres cuartas de nuestra proa por estribor." Latorre prosiguió, sin embargo, a cortarle el rumbo, persuadido de que buscaba oportunidad de escapar. Eran entonces, dice, las 9:20 de la mañana. 
Esta parece ser más o menos, según todos los testimonios la hora de los primeros disparos del Húascar que iniciaron el combate. "Al sentir pasar dos proyectiles por sobre nuestra borda", dice Latorre, "goberné directamente sobre el monitor, juzgando que este movimiento, a la vez que disminuía la distancia amenazando al enemigo con el espolón, le obligaría a colocarse en una situación desventajosa, por cuanto debía venirse sobre el Cochrane, a caer sobre estribor, presentando aquella parte de su buque hacia la cual, según informes, no podía dirigir la boca de sus cañones por defectos de su torre". 
El Huáscar abrió sus fuegos, según Latorre, a la distancia de 2,300 metros. El Cochrane contestó cuando la distancia había disminuido a 2,200 metros. "El enemigo, continuando sus disparos, cayó sobre estribor, lo que me hizo gobernar paralelamente a él para continuar el combate en estos términos, hasta que llegó a estrechar la distancia a 450 metros."
Un detalle del combate, la caída de la bandera que flameaba en el palo mayor del Huáscar, hizo que Latorre, interpretando erróneamente el incidente, suspendiera sus fuegos. Notando empero que el Huáscar no detenía sus movimientos, rectificó su primera interpretación, juzgando con acierto esta vez, que la bandera no había sido arriada sino que había caído, y ordenó la continuación del cañoneo. La bandera reapareció un momento después, levantada por el oficial Enrique Palacios, bajo los fuegos de los buques enemigos. Eran, según Latorre, las 10:10 de la mañana. El Huáscar y la Covadonga navegaban paralelos en este momento. Unos minutos después, el enemigo, dice Latorre, "ejecutó la peligrosa maniobra de girar sobre estribor, que sólo me la pude explicar por alguna avería en la torre o en su timón." Latorre cerró la caña a babor para espolonear, "sin disminuir.....el andar de la hélice de estribor, porque, si bien con esto conseguiría aumentar la rapidez de la caída, disminuiría la maniobra, que era sobre todo lo que nos importaba mucho conservar, atendida la del enemigo. El Huáscar pudo pasar libremente por nuestra proa; pero este movimiento lo echó sobre el Blanco Encalada, que en ese momento avanzaba con ligereza sobre nosotros. Eran.....las 10 h. 25 m. a.m. El Blanco Encalada en su rápido ataque sobre el monitor, se interpuso entre él y nuestro buque, de tal manera que hubimos de girar sobre babor y el Blanco Encalada sobre estribor, motivando así que la distancia entre el Blanco Encalada y el Cochrane se aumentara de 200 metros a 1,200 metros. Ordené....forzar cuanto era posible nuestras máquinas, a la vez que el Huáscar, escapando a los fuegos que ahora lo combatían, describió un arco de círculo y puso resueltamente proa al Cochrane. En el acto imité la maniobra del monitor, lo que visto por éste, cerró su caña a estribor, alcanzando su popa a pasar franca de nuestro espolón cinco metros distante. 
Se aprovechó esta circunstancia para disparar una de nuestras piezas con puntería por depresión. Como el Huáscar continuara girando sobre estribor, el Blanco Encalada, que más atrás que nosotros hacía el mismo rumbo que anteriormente el Cochrane, aprovechó el momento para también espolonearlo, operación que todavía una vez más, intentamos sucesivamente ambos blindados, pero sin alcanzar el objeto propuesto. Mientras tenían lugar estos movimientos nuestros fuegos continuaban, viéndose por fin el enemigo obligado a enderezar su proa al Norte y rendirse enseguida, habiendo arriado definitivamente su bandera a las 10 h. 55 m. a.m. terminándose así este combate después de una resistencia tenaz y vigorosa."  
El Huáscar ni se rindió ni arrió jamás su bandera; pero esta era la acostumbrada versión chilena en todos los caso, invariable y constante como una consigna. Los marinos peruanos desde Moore, comandante de la "Independencia", fueron todos sistemáticamente calumniados por los marinos chilenos a través de la guerra en sus informes oficiales de los encuentros y acciones de armas, en el pueril empeño de hacerlos aparecer como cobardes; y los héroes del Huáscar no podían escapar a esta curiosa tradición chilena, que persistió hasta el fin de la guerra. Pero estas calumnias no sólo los dieron oficiales secundarios de la marina chilena, sino también de los jefes de más alta graduación. Riveros, el jefe de la escuadra, testigo del heroísmo de los combatientes del Huáscar, dijo por telégrafo al gobierno en Santiago, cuando aún no se había desvanecido el humo de la batalla, que el Huáscar se había rendido. 
Mientras el Huáscar y el Cochrane entablaban el combate, el Blanco Encalada avanzaba. El Huáscar, cuenta Riveros, "después de sostenido cañoneo con el Cochrane, dirigió su proa hacia el Blanco Encalada, haciendo algunos disparos sobre este blindado, que fueron.......contestados." Riveros menciona el incidente de la bandera así: "Hubo un instante en que dejó de verse izada la bandera del Huáscar y se creyó concluido el combate; pero la bandera peruana volvió a levantarse en la nave enemiga, y la lucha continuó." El recurso al espolón por los tres blindados revela la estrecha proximidad en que los buques libraban el combate. Las distancias se acortaron de tal manera, dice Riveros, que se creyó llegado el momento de emplear el espolón. "Hubo un instante", dice, "en que el Huáscar pasó como a veinticinco metros de distancia del Blanco Encalada, disparando sus cañones y haciendo nutrido fuego con sus ametralladoras. "El Cochrane, alejado por algún trecho del Huáscar por el movimiento que éste.......hizo sobre el Blanco Encalada, volvió.....sobre él, y maniobrando con......destreza, colocó al enemigo entre dos fuegos."
Los primeros disparos del Cochrane perforaron el blindaje del casco de la sección de la torre del Huáscar, un pie sobre la línea de agua. Un  proyectil estalló dentro de esta sección, poniendo fuera de combate doce hombres. Otro cortó el guardín de babor de la rueda de combate y hubo que gobernar con aparejos. Diez minutos después , refiere Carvajal, "un proyectil chocó en la torre del comandante, la perforó y estallando dentro hizo volar al comandante......Grau, que tenía el mando del buque, y dejó moribundo al teniente primero don Diego Ferré, que le servía de ayudante."
Grau murió, pues, en los primeros momentos del combate, tomó el mando del buque, muerto Grau, el capitán de corbeta Elías Aguirre, "y bajo sus órdenes se continuó el combate cada vez más tenaz y sostenido." Las dificultades del gobierno, prosigue la narración de Carvajal, "no permitían al Huáscar mantener una dirección constante, de manera que sólo aprovechaba parte del andar que le producía la máquina; esto fue causa de que el Blanco Encalada y la Covadonga llegaran a estrechar su distancia hasta ponerse a 200 metros por la aleta de estribor. 
En esta situación, no contando ya el Huáscar con la ventaja de su andar y encerrado entre los blindados, a la par que dirigió sus fuegos sobre el Blanco Encalada, viró para embestirlo con el espolón, ataque que fue prontamente evadido y que dejaba al buque a merced de las buenas punterías de los blindados y aun de la Covadonga."
Aguirre no tardó en seguir a Grau en el camino de la muerte. Como a Grau una bomba lo hizo pedazos en la torre de combate que había ocupado desde que asumió el mando.
Carvajal que se encontraba al costado del cañón derecho de la torre y había sucedido a Aguirre en el mando, cayó pronto también, gravemente herido por una granada y fue trasladado a la sección de la máquina. Tomó entonces el mando el teniente primero Pedro Garezón, a quien le correspondía conforme a la ordenanza. El Huáscar se encontraba sin gobierno por tercera vez, refiere Garezón en su parte oficial, "pues las bombas enemigas, penetrando por la bobadilla, habían roto los aparejos y cáncanos de la caña, lo mismo que los guardianes de combate y varones de calena del timón. Estas bombas al estallar ocasionaron incendios en las cámaras del comandante y oficiales, destruyéndolas completamente. Otra bomba había penetrado en la sección de la máquina por los camarotes de los maquinistas, produciendo un nuevo incendio y arrojando las mamparas sobre los caballos, que pudieron continuar en movimiento por haberse aclarado con la debida actividad de los dos trozos que cayeron sobre ellos." Otros dos incendios ocurrieron, uno bajo la torre del comandante y el otro en el sellado de proa.
En este estado dice Garezón, "y siendo de todo punto imposible ofender al enemigo, resolví, de acuerdo con los tres oficiales de guerra que quedábamos en combate, sumergir el buque antes de que fuera presa del enemigo; y con tal intento mandé al alférez de fragata.......Ricardo Herrera, para que en persona comunicara al primer maquinista la orden de abrir las válvulas, lo cual fue ejecutado en el acto, habiendo sido para ello indispensable para la máquina.......Eran las 10:10 a.m. cuando se suspendieron los fuegos del enemigo. El buque principiaba ya a hundirse por la popa, y habríamos conseguido su completa sumersión, si la circunstancia de haber detenido el movimiento de la máquina no hubiera dado lugar a que llegaran al costado las embarcaciones arriadas por los buques enemigos, a cuya tripulación no nos fue posible rechazar por haber sido inutilizadas todas las armas que teníamos disponibles. Una vez a bordo los oficiales que las conducían, obligaron a los maquinistas, revolver en mano, a cerrar las válvulas, cuando ya teníamos cuatro pies de agua en la sentina y esperábamos hundirnos de un momento a otro. Procedieron activamente a apagar los varios incendios......y nos obligaron a pasar a bordo de los blindados junto con los heridos."
El despacho oficial de Mac Mahon refiere: "La primera bomba que tuvo efecto en el departamento de la máquina fue por el costado de babor, en mi camarote rompiendo la lumbre y echándola encima de los caballos, así como también una porción de tornillos y pernos del blindaje, produciendo un incendio en dicho lugar. La segunda se llevó el cubichete de la máquina, arrojando encima de los caballos una lluvia de trozos de madera. La tercera vino de popa por la cámara de los oficiales, trayendo una gran cantidad de astillas y mamparas rotas a la máquina. la cuarta vino por el costado de estribor al centro del departamento reventando dentro, rompiendo los camarotes de dicho lado y destruyendo todo el departamento; esta bomba dejó algunos muertos e hirió a otros......En este momento la máquina estaba completamente cubierta de trozos de madera, fierro y camas......no hubo ninguna avería en la máquina.....todo el departamento estaba lleno de humo, procedente del incendio ocasionado por las bombas. En la sala de fuegos no hubo averías; pero el número de bombas que habían reventado en el interior de la chimenea estaba llena de humo y hollín, haciendo imposible ver las indicaciones de vapor y de agua de las calderas. Como las cámaras estaban demolidas, fue necesario mandar abajo a los heridos; la mayor parte de ellos fueron puestos en las carboneras de proa.....En este estado y viendo los oficiales que era imposible la salvación del buque, recibí orden personal y privada del alférez de fragata......Ricardo Herrera, para abrir las válvulas y echar el buque a pique, cuya orden la ejecuté en el acto.....sacando a todos los heridos de abajo. 
Después de esto tuve que parar la máquina para sacar las puertas de los condensadores; pero no tuve tiempo suficiente para concluir de sacarlos, pues fuimos abordados y tomados prisioneros; en este momentos el buque tenía tres o cuatro pies de agua en la sentina superior; en pocos momentos más iba a comenzar a entrar el agua por los agujeros de las bombas enemigas y el buque se habría ido violentamente a pique. Yo y el segundo ingeniero fuimos amenazados con revolver al pecho, diciéndonos que moviésemos la máquina y sacásemos el agua; nosotros rehusamos hacerlo por ser prisioneros de guerra, pero nos dijeron que los ingenieros del Rímac habían sido forzados a entregar la máquina y que teníamos que hacerlo o moriríamos. 
El Huáscar cayó en poder del enemigo, dice Carvajal, "cuando no le fue posible continuar su resistencia, inutilizados sus cañones, roto su timón y diezmada su tripulación......como último recurso se abrieron.......las válvulas para sumergir el buque, y se hubiera conseguido este resultado si al llegar al costado del Huáscar las embarcaciones del enemigo hubiera sido posible resistirlo de algún modo. No siendo esto así, sus tripulaciones tomaron posesión del buque, detuvieron su sumersión cuando ya tenía cuatro pies de agua en sus fondos; extinguieron algunos incendios que aún se conservaban en proa y popa del buque y.......lo condujeron a Mejillones, no sin algunas dificultades, favorecidos por la tranquilidad en que se hallaba el mar."
El número de proyectiles que había recibido el buque, dice Garezón "no se puede precisar, pues apenas ha habido sección que no haya sido destruida, haciendo imposible un examen detenido por la aglomeración de destrozos....."el Huáscar hecho pedazos", telegrafió Riveros al gobierno en Santiago.  
Según Riveros, algunos de los tripulantes del Huáscar se tiraron al agua, lo que él atribuyó a que "había entrado la desmoralización en la tripulación de la nave peruana", sin embargo de que dice que esto ocurrió después que  el Huáscar "se vio obligado a rendirse." La recta interpretación parece ser que los que se tiraban al agua sabían que el buque se estaba hundiendo y simplemente se adelantaban al completo hundimiento. Así puede explicarse la desaparición de cuatro de los tripulantes del Huáscar. Probablemente se ahogaron. Riveros dice que se ocupó "en ordenar que se arriasen los botes de las naves más próximas para llevar oportunos auxilios a los náufragos"; pero parece indudable que perecieron cuatro de los que se tiraron al agua cuando el Huáscar se hundía, pues no de otro modo puede explicarse la desaparición de cuatro individuos de la tripulación. 
En Iquique, en el combate del 21 de Mayo, no se perdió una sola vida en el agua. Grau salvó todos los sobrevivientes de la Esmeralda, a pesar de que el buque chileno se había sumergido y todos estaban en el agua. 
El Cochrane disparó 45 granadas Pellisser, de 9 pulgadas; 12 de segmento de 20 libras; 4 dobles de 7 libras, 12 de shrapnell de 7 libras; 560 cápsulas de ametralladora y 1,000 de rifle. El Blanco Encalada consumió 31 cartuchos con 50 libras de pólvora, cañón de 9 pulgadas; 31 granadas Pellisser cargadas, cañón de 9 pulgadas; 6 cartuchos con 212 libras de pólvora, cañón de 20 libras; 6 granadas comunes cargadas, cañón de 20 libras; 4 cartuchos con una libra dos onzas de pólvora, cañón de 7 libras; 350 tiros de ametralladora; 1,000 tiros de rifle Comblain. Este detalle cuenta por sí sólo la historia de la heroica resistencia del Huáscar. Casi al terminar el combate, dice Riveros, "llegó la Covadonga a tiro de cañón y alcanzó a disparar uno de sus proyectiles sobre el enemigo".
La tradición de malas punterías del Huáscar se mantuvo desde el principio hasta el fin de la guerra, desde Iquique hasta Angamos. El Huáscar no tenía artilleros, no los tuvo nunca, y esta causa de inferioridad fue manifiesta en todas las acciones en que tomó parte. Las punterías del Huáscar, dice Latorre en su informe de Angamos, "casi siempre pasaban altas, alcanzándonos en el casco sólo cinco de sus proyectiles de a 300: uno en el blindaje de la batería, aflojando los pernos de la plancha respectiva por el efecto de la concusión; otro en la aleta de estribor que destrozó el camarote del comandante, parte de la sala de armas, botica, cubichete de la máquina, pañol del piloto, yendo a salir por el lado opuesto; un tercero que perforó la proa a estribor metro y medio sobre la línea de agua y destrozó las cocinas, bita de vapor de proa y otras averías pequeñas; el cuarto cerca de la línea de agua debajo  del portalón de estribor, que no causó ningún daño por venir en dirección muy oblicua, y finalmente, el quinto que se llevó el pescante de la gata de babor." Latorre agrega: "El fuego de ametralladora de la cofa del Huáscar nos cortó casi toda la maniobra de babor, perforó en varias partes la chimenea......el blindaje de las cofas, quebró algunos vidrios de cubichete, atravesaron también algunos botes."
Cuando el Blanco Encalada, Riveros dice: "El Blanco Encalada no tuvo en el combate ni pérdida ni deterioro alguno." Por telégrafo, Sotomayor informó con fecha 9 al gobierno en Santiago, desde Mejillones, adonde habían ido con el Huáscar los buques vencedores: "Las averías del Cochrane de muy poca importancia."
Hubo en el Cochrane, por todo, siete heridos, según Latorre, nueve heridos y un muerto según Riveros. Ninguno en el Blanco Encalada; cuatro de los heridos del Cochrane lo fueron por astillazos. Los tres restantes por bala de ametralladora. 
A bordo del Huáscar había, cuando empezó el combate, 200 personas, de los cuales murieron en el combate 31. Los vencedores hicieron 165 prisioneros; los cuatro desaparecidos deben haber muerto ahogados. 
Los 165 sobrevivientes del Huáscar estaban casi todos heridos y éstos casi en su totalidad, heridos de gravedad. Hasta el cocinero del Huáscar, Edward Ford, ciudadano de los Estados Unidos, fue herido gravemente. Había heridos tan graves que no fue posible trasladarlos al Blanco Encalada o al Copiapó, buques que condujeron los prisioneros a Valparaíso. Entre ellos estaba Enrique Palacios, el héroe que recogió la bandera peruana, caída en medio del combate y la restableció en el tope del palo mayor del Huáscar. Tenía diecinueve heridas; los oficiales muertos fueron, además de Grau, Elías Aguirre y José Rodríguez. Los muertos del Huáscar fueron enterrados en Mejillones.
Riveros alude al Huáscar en sus despachos de la batalla con las palabras del buque rendido. En su informe del 10 de Octubre en Antofagasta, dice: "....coloqué guarnición chilena a bordo del buque rendido....."En el mismo informe dice: "En esos momentos, el Huáscar......se vio obligado a rendirse."
En el despacho del 8 de Octubre dice: "....el Huáscar....hecho pedazos se rindió." En el informe oficial de Latorre se lee la misma cosa. "....Viéndose por fin el enemigo obligado a rendirse...", dice Latorre va más lejos y agrega: "...habiendo arriado definitivamente su bandera a las 10 h. 55 m. a.m." Definitivamente parece una alusión al incidente de la bandera en el curso de la batalla, y una implicación y reiteración de que la bandera fue entonces arriada pero izada de nuevo. El mismo Sotomayor telegrafío al gobierno a las 12:50 p.m. del día 8: "Huáscar rendido."
Como se ha visto, el Huáscar no se rindió. Combatió heroicamente hasta el fin; y cuando ya no pudo hacer uso de su artillería, con sus jefes muertos, oficiales y tripulación heridos en su mayor número, el oficial de mando en turno dio orden de hundir el buque, y el Huáscar se hundía cuando los marinos chilenos lo abordaron. En cuanto a la bandera, el último comandante del Huáscar, Garezón, dice en su informe de la batalla: "....cuando los oficiales y la tripulación de los botes (chilenos) subieron a la cubierta del buque, se encontraron el pico caído por haberse roto la driza de cadena que lo sostenía, de manera que el pabellón que pendía de él y que había sido izado por segunda vez, se encontraba en la cubierta, cuya circunstancia la hizo notar el teniente 1° Señor Toro del Cochrane, y a otros oficiales cuyos nombres no recuerdo."
Latorre es el único que dice, sin embargo, que el Huáscar arrió su bandera.
Riveros infiere de los estragos de la artillería de los dos blindados chilenos en el Huáscar, "que los combatientes de los buques chilenos debieron tener durante el combate igual serenidad que en un tiro al Blanco." Lo que el acierto de las punterías chilenas prueba, sin embargo, es que en los dos blindados había, como bien se sabe que había, consumados artilleros. 
Todos los testimonios sostienen el hecho de que el heroísmo del Huáscar en la desigual batalla en que por fin sucumbió el famoso buque peruano luchando solo en combate decisivo con los dos acorazados chilenos fue digno y culminó en una epopeya. 
El triunfo "se ha obtenido con pocos sacrificios" dice Riveros. Los sacrificios son siete o nueve heridos y un muerto en el Cochrane, y pequeños daños materiales en este buque. El costo era irrisorio, comparado con las consecuencias, que eran incalculables. "Felicito al supremo gobierno y a la nación", telegrafió Sotomayor, "por tan feliz acontecimiento", la captura del Huáscar, "porque él facilita al ejército el desempeño de la alta misión a que está llamado en esta guerra." La misión del ejército que el vencimiento del Huáscar hacía posible, era la invasión y la mutilación del Perú, objeto de la guerra. 
A bordo del Huáscar, además de peruanos, había ingleses, alemanes, griegos, noruegos, franceses, daneses, estadounidenses; todos cumplieron su deber. Entre los extranjeros los ingleses constituían el mayor número, no menos de 30; y casi todos recibieron heridas graves.  
"Resistencia tenaz y heroica de la tripulación del blindado peruano", comunicó Riveros al gobierno en su primer despacho de la batalla. "La defensa del monitor ha sido heroica", comunicó Sotomayor al ministro de marina. 


Autor: Jacinto López
Libro: "Historia de la Guerra del guano y el salitre o Guerra del Pacífico entre Chile, Bolivia y Perú"





Leiner

Historiador de profesión y especialista en informática educativa por convicción.

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