Como un acto ceremonial propio de los reyes, la costumbre de que el Inca fuera servido por los señores del Cusco, quienes se le presentaban descalzos y gachas las cabezas; el monarca se sentaba a comer sin que nadie osase meter mano en el plato que él comía; cuando salía fuera de su palacio era llevado en andas, en hombros de nobles y cuando se detenía a descansar tenía en la plaza su asiento de oro; usaba de continuo un parasol hecho de plumas de avestruz (suri), teñidas de colorado, bebía en vasos de oro y del mismo metal era el resto de su vajilla, muchas mujeres estaban a su servicio.
Dice el padre Murúa que el Inca no se ponía nunca dos veces el mismo vestido y remudaba cuatro en el curso del día; que comía con gran aparato y música; que le servían 20 ñustas o princesas muy hermosas y 400 pajes, todos hijos de nobles; que las comidas y bebidas se le servían en servicio de barro aunque tenía riquísima vajilla de oro, que no comía ni bebía dos veces en el mismo vaso; que tenía por sus médicos y filósofos adivinos a los guanacuc, los cuales andaban desnudos por lugares apartados y sombríos y así andando solos se dedicaban a adivinar y desde que salía el sol hasta que se ponía le miraban con mucha firmeza, sin mover los ojos, y creían descubrir en esa contemplación grandes secretos; vivían una vida muy pura y simple, sin procurarse ningún deleite.
Cuando el monarca salía de su palacio era precedido por 200 maceros, voceando que iba el Inca; luego salían 2000 cañaris que eran sus guardaespaldas, en seguida 2000 nativos naturales de la región, con sus armas; toda esta multitud caminaba con gran silencio, pues no se oía otro ruido que el de las sandalias. El Inca iba al final con algún orejón cerca de él, para conversarle, y detrás pajes que le llevaban sus propias armas. Así llegaba al templo y en él se colocaba en una tribuna alta y nadie entraba con él sino sus hijos.
El Inca comía tres veces al día; para servirle a la mesa salía primero un Tucuyricoc o maestre-sala con 50 pajes e iba a la cocina secreta y en platos de arcilla llevaba los manjares y después que él hacía las salvas a todos ellos, lo servía al Inca. Puestos en la mesa de éste nadie ya podía tocarlos. El maestre-sala estaba siempre de rodillas, así como los servidores y los potajes que se le ofrecían estaban cortados y picados tan menudo que no habían menester de cuchillos ni trinchantes. Nadie comía con el Inca a no ser algún hijo. Bebía el vaso que le ofrecía el copero; cargo desempeñado siempre por un noble muy principal llamado, según Murúa, incoxanaimaxi. Agrega la información que el Inca bebía no en los vasos de oro y plata sino en otros de madera preciosa denominados Keros, la cual madera ponía de manifiesto el veneno, en caso de haberse emponzoñado la bebida. El monarca tenía siempre cerca de sí un médico o ampicamayoc.
El Inca era conducido en andas muy adornado con pedrería y plumería de todos colores; dichas andas eran llevadas en hombros por curacas y nobles y dícese que el Inca cuando iba de guerra llevaba en la mano una honda con la cual tiraba desde su asiento para animar a la gente. El tocado del Inca constaba del llauto y la mascapaicha, aquel era un rodete ancho de dos dedos, muy labrado de oro y chaquira con muchas piedras y dijes, que le ceñía la cabeza y sobre el cual se colocaba penachos y plumajes, excepto en las batallas en que llevaba una celada. En cuanto a la mascapaicha, era hecha de lana con hilos y estampas de oro.
Fuente: Historia del Perú antiguo a través de la fuente escrita por Luis E. Valcárcel
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