Las resoluciones del Congreso de Viena dejaron a Italia dividida en siete estados: el reino sardo-piamontés, el lombardo-veneciano, los estados pontificios, los ducados de Parma, Módena y Toscana, el reino de las dos Sicilias. la situación se complicaba por la presencia de Austria, que desde sus dominios de Lombardía y Venecia ejercía una tutela sobre la península. Los sentimientos nacionalistas que postulaban la unidad se difundieron en Italia mediante las obras y actividad de personas como Giuseppe Mazzini y Giuseppe Garibaldi, que exaltaban, ante todo, el valor de la lengua como elemento de unidad. Durante este proceso se produjeron revueltas nacionalistas. El fracaso de la revolución de 1848 mostró que no todos los italianos compartían las ideas nacionalistas y que para expulsar a Austria de Italia era necesaria la ayuda extranjera.
La iniciativa de la unificación de Italia la tomó el reino Piamonte-Cerdeña, con su rey Víctor Manuel II, y especialemente su primer ministro Cavour con el apoyo del emperador Napoleón III de Francia. El conde Cavour era un acérrimo enemigo de Austria, como primer ministro se propuso hacer de Cerdeña un estado capáz de inspirar confianza a las potencias europeas.
A mediados de 1858, Cavour y Napoleón III se reunieron secretamente en Plombiéres y lograron el compromiso de Francia para apoyar la causa italiana.
La primera fase del proceso unificador quedó señalada por la incorporación de Lombardía, con los tributos del ejército franco-sardo en Magenta y Solferino.Una segunda etapa logró la anexión de Parma, Módena y Toscana, que en medio de la agitación nacionalista derrocaron a sus príncipes y por medio de plebiscitos votaron su incorporación al reino de Cerdeña, al mismo tiempo Garibaldi, con el secreto apoyo de Cavour, incorporó tras una rápida acción, Nápoles y Sicilia. En 1861, un parlamento formado por los representantes de los territorios unificados otorgaba a Víctor Manuel II el título de rey de Italia. Faltaban aún algunos territorios, que serían incorporados en una tercera campaña, marcada por la guerra entre Austria y Prusia, en la que el Piamonte apoyó a esta última, consiguiendo la incorporación de la región del Véneto tras la derrota austriaca en Sadowa. La unificación parecía terminada, pero en el centro de la península quedaba Roma, protegida por Napoleón; y esta situación se prolongó hasta 1870, cuando las fuerzas de Víctor Manuel II entraron en ella. La unidad italiana era ya un hecho, y en 1871, por un plebiscito, Roma pasaba a ser la capital del reino de Italia.
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