El fin del apogeo carolingio coincidió con la aparición en las costas de Europa occidental de terribles guerreros llegados desde el mar. Sus implacables correrías asolaron gran parte del continente a lo largo de dos siglos.
En la sociedad escandinava medieval, antes de la llegada del cristianismo, se empleaba el vocablo vikingo para aludir a quienes se aventuraran en expediciones lejanas. Hoy, la palabra vikingo se ha convertido en sinónimos de los pueblos que habitaron Escandinavia y Jutlandia entre los siglos VIII a X, famosos por sus extraordinarios viajes de exploración, pillaje y colonización. Sobre las costas noruegas residían pequeñas comunidades, asiladas por un territorio escarpado que los forzaba a buscar una vida en el mar. A orillas del Mar Báltico, en territorio sueco, extensos bosques y humedales separaban las regiones habitadas. Por último, en tierras danesas, una geografía llana permitía el surgimiento de sociedades más extensas y complejas.
Los escandinavos del siglo IX carecían de unidad política debido a la difícil geografía y a la dispersión de sus asentamientos. Estaban organizados de manera rudimentaria, con asambleas conocidas como thing, en las que reunían periódicamente los hombres principales para impartir justicia y decidir aspectos de interés general. Su principal actividad era la agricultura, complementada con la pesca y el comercio. Pese a su localismo, los pueblos nórdicos compartían rasgos culturales que los identificaban como miembros de una comunidad mayor. Hablaban un mismo idioma, el nórdico antiguo, al cual llamaban dönsk tunga, que quiere decir lengua danesa. Tenían una mitología y cosmovisión comunes, creían en la existencia de dioses que vivían en el reino de Asgard, el más importante era Odín.
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