La bonanza germana encontró en su camino un obstáculo insalvable: la crisis económica mundial de 1929. Alemania nuevamente se sumió en la crisis. Los partidos radicales, en especial el partido nazi y los comunistas, reactivaron su maquinaria opositora, mediante atentados y disturbios. En las elecciones parlamentarias de 1930, los nazis se consolidaron como la segunda fuerza política de Alemania. El mismo año, el mariscal Paul von Hindenburg, quien desde 1925 se había convertido en el sucesor de Ebert, confirió poderes especiales a Heinrich Brüning, quien se convirtió en el nuevo canciller de Alemania, pero no contó con la aprobación de la ciudadanía y se vio obligado a renunciar en 1932. Esto significó la agonía de la República de Weimar. La situación interna se hizo incontenible, lo cual fue aprovechado por el jefe del Partido Nazi, Adolf Hitler para ganarse el apoyo popular. En las elecciones de 1932, los nazis lograron el control del Reichstag. En 1933, Hitler sería llamado para asumir el cargo de canciller, proclamándose luego Führer. La República de Weimar había llegado a su fin.
Fuente: Historia Universal Santillana, Tomo 13
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